Vida y estilo

Harina, chocolate y mitología: descubre los molinos más curiosos de Euskal Herria

Desde los antiguos harineros hasta los que se han transformado en centros culturales, esta ruta nos transporta a un pasado lleno de historias, leyendas y un profundo vínculo con la naturaleza y la industria de la región

Con su impresionante geografía y tradición industrial, Euskal Herria esconde una gran cantidad de molinos que han sido testigos silenciosos del paso del tiempo. Estos edificios, a menudo situados en parajes de una belleza natural inigualable, no solo representan una parte fundamental de la historia rural de la región, sino que también afianzan una relación profunda entre el ser humano y el paisaje. Recorremos algunos de los que podemos encontrar en los diferentes territorios de Euskal Herria a través de una ruta que nos invita a sumergirnos en la esencia de un pasado no tan lejano y lleno de historias aún por contar.

Molinos en plena ciudad

En pleno centro de Pamplona se encuentra el molino de Caparroso. A orillas del río Arga, este molino ya existía en el siglo XI, momento en el que recibía el nombre de molino de San Miguel. En 1498 fue comprado por Pedro de Caparroso, que le dio nombre hasta la actualidad.

En un entorno privilegiado por encontrarse junto al casco viejo de Pamplona, justo bajo el Fortín de San Bartolomé, este lugar acoge hoy en día clubes deportivos y un restaurante.

El molino de Caparroso en un grabado realizado en 1891 por Salvador de Ojeda. Redacción DNN

Siguiendo el curso del río Arga, se puede hacer una segunda parada para conocer el molino de Ziganda. Conocido antiguamente como el molino de la Magdalena, está documentado desde el siglo XII, y en la actualidad es un colegio de educación especial.

Muy cerca, en Villava, hay otros dos lugares de interés y con un gran pasado en la historia molinera. Por un lado, el Batán de Villava, que se remonta al siglo XII, cuando los monjes de Roncesvalles construyeron un molino harinero que fue posteriormente ampliado en 1544 con un batán hidráulico para enfurtir e impermeabilizar tejidos. En la actualidad es centro de información y cuenta con una réplica del antiguo batán, además de exposiciones, maquetas, audiovisuales... 

A escasa distancia, el Molino de San Andrés aumenta la propuesta de sensibilización ambiental. Se ubica justo donde el río Arga recibe las aguas de su afluente, el Ultzama, y también es un centro de información y educación ambiental. Desde su construcción en 1541 hasta la segunda década del siglo XX, este molino aprovechó la fuerza de la corriente para moler trigo, maíz y otros cereales panificables.

El Molino del Infierno

Nos movemos aún por territorio navarro, donde el Molino del Infierno o Infernuko Errota, ubicado entre Baztan y Etxalar, nos sumerge en la leyenda y la historia. Con un nombre tan evocador, este se debe a la tormentosa historia del río que lo rodea. Este molino también fue importante en la molienda del grano, pero lo que realmente lo hace especial es su entorno. Los senderos que lo rodean ofrecen vistas impresionantes repletas de vegetación, creando un contraste único entre la ingeniería humana y la naturaleza. Aunque no está en funcionamiento, su estructura preservada sigue siendo una maravilla visual.

Damos un salto al molino de Arquijas, que está prácticamente en ruinas. Observador de la evolución de la industria molinera, lo que queda de su arquitectura nos permite entender cómo se aprovechaba la fuerza hidráulica del río para mover las grandes piedras moledoras.

Molino de Arquijas. Redacción DNN

La Merindad de Estella nos redirige hacia el molino de Labeaga, cercano a la localidad de Valdega. Ejemplo también de la arquitectura tradicional de la zona, este edificio es especialmente famoso por su restauración y conservación, permitiendo así la posibilidad de adentrarse en la vida de aquellas personas que trabajaban en este tipo de instalaciones. El río de la zona, el famoso Ega, era el encargado de proporcionar con su ritmo implacable el agua necesaria para su funcionamiento.

Molino de Labeaga. Redaccion DNN

Nos movemos a una ubicación privilegiada a 15 kilómetros de Bertiz, donde el molino de Zubieta reside. Tras haber experimentado varias transformaciones a lo largo de los siglos, este enclave ha sabido mantener su esencia. Aunque no se encuentra en pleno funcionamiento, su restauración ofrece la posibilidad de entender cómo se llevaba a cabo el proceso de molienda tradicional, además de que el entorno rural de Zubieta, con sus montañas y senderos espectaculares, hace que la vista sea aún más especial.

Molino de Zubieta. Redaccion DNN

Nuestro recorrido casi llega a su fin, aunque no sin antes visitar territorio alavés. Y es que el molino de Yurre, cuya primera mención data del año 1550, se ubica a orillas del río Zadorra y su arquitectura también es tradicional. La maquinaria hidráulica que posee se encuentra parcialmente conservada, ya que el molino no está operativo, aunque sigue teniendo un buen estado de conservación, ya que tuvo que ser rehabilitado después de haber sufrido un incendio en el año 2020.

El viejo molino de Yurre. Pilar Barco

Como penúltimo vistazo de nuestro recorrido, nos asomamos al municipio guipuzcoano de Ataun, donde en el barrio de San Gregorio nos espera el molino de Larrauntza, un edificio ancestral que data del siglo XV. Además y, aprovechando el agua que pasaba por allí, se construyó -algo más abajo- en 1667 el molino de Errotatxo. Lo más curioso de este es que se convirtió a finales del siglo XIX en uno de los pocos molinos de Euskadi en cuya piedra se molía cacao para hacer chocolate.

Una ruta molinera por el río Barbadún

En Bizkaia, la ruta de las ferrerías y los molinos que discurre por la cuenca del río Barbadún -y que suele llevarse a cabo en octubre- es una de las más emblemáticas. Combinando el turismo industrial y natural, permite conocer el pasado de la región a través de los molinos y ferrerías que aprovecharon la fuerza del agua del río para la producción de hierro y harina. A lo largo del recorrido, es posible disfrutar de paisajes espectaculares mientras se descubren algunas historias sobre la industrialización en Euskal Herria.

Ruta de ferrerías, molinos y torres de la cuenca del río Barbadún. Mitxi

Hacemos la última parada en las cercanías de Etxebarri, pues el molino de Zubiondo presenta una reconocida fama por su papel en la molienda del trigo de la zona vizcaina. Ubicado en el entorno del río Ibaizabal, fue un molino harinero que también se convirtió en una fábrica de papel artesanal, cuya solana del tejado se usaba para secar las resmas de papel.

Imagen antigua del molino histórico de Zubiondo. Cedida

Molinos convertidos en edificios

A lo largo de la historia, algunos molinos de Euskal Herria han sido reconvertidos en edificios de uso diverso, aunque siempre conservando su esencia histórica. Entre algunos ejemplos encontramos el molino de Fanderia en Errenteria, que tras su rehabilitación se ha convertido en un museo que rinde homenaje a la tradición molinera. Otro de los casos es el molino de Aixerrota, en Getxo, que ha sido transformado en restaurante.

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Gente paseando por Getxo cerca del molino de Aixerrota. Pablo Viñas

Los molinos históricos de Euskal Herria son mucho más que estructuras de piedra y madera. Son testigos de un pasado cercano, de una tradición que, aunque ha desaparecido en gran parte, sigue viva en los rincones de nuestros territorios. Haberlos recorrido ha sido un completo viaje al corazón de la historia rural vasca y navarra, en la que el paisaje y la memoria se han fundido para ofrecernos una experiencia única, recordándonos la importancia de preservar las tradiciones de nuestros antepasados desde tiempo inmemoriales.

16/02/2025