A un año de las elecciones autonómicas, era inevitable que los resultados de las municipales de mayo y las generales de julio se utilizaran para aventurar un diagnóstico sobre el estado de salud del Gobierno Vasco y de la oposición. Tras estos comicios y, sobre todo, tras unas elecciones generales que dejaron a EH Bildu a tan solo mil votos de distancia del PNV, la coalición soberanista ha llegado a la conclusión de que acaricia con la punta de los dedos el sorpasso a los jeltzales. El PNV, por su parte, insiste en que EH Bildu no ha subido o no lo ha hecho tanto, y lo que debe ser objeto de análisis es la pérdida de votos de los propios jeltzales. Los resultados de las municipales los encuadra en la abstención, y el tropiezo de las generales lo atribuye al voto útil a los socialistas en una campaña marcada por el miedo a un Gobierno español condicionado por la ultraderecha. ¿Hay o no hay un relevo en la disputa por la hegemonía en la Comunidad Autónoma Vasca?
Tomando la serie histórica de resultados, sí se detecta un cambio de ciclo, pero es un cambio de ciclo que arrancó en 2011, cuando la izquierda abertzale decidió asumir las vías exclusivamente políticas y amplió su base electoral. Pero la posterior irrupción de Podemos truncó esa progresión, dio un bocado al electorado de la izquierda abertzale y provocó que perdiera respaldo en los comicios, lo que abrió un paréntesis en la serie histórica con resultados más contenidos de EH Bildu. Hasta ahora. Da la sensación de que el paréntesis se está cerrando. Con Podemos nuevamente en horas bajas e integrado en Sumar, EH Bildu se ha recuperado, pero ha vuelto al origen, a los porcentajes de voto de 2011.
Ese año, el Tribunal Constitucional dio vía libre a Bildu, y la izquierda abertzale provocó un tsunami con su llegada a los gobiernos de la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Donostia tras las elecciones de mayo. En aquel momento, Aralar se presentaba en solitario, de manera que, para realizar una comparativa fiel, habría que sumar los votos de Bildu y los de ese partido. En las forales de mayo de 2011, lograron un 28,78%. En las municipales, un 28,3%. Los porcentajes son prácticamente calcados a los que ha obtenido este año en las elecciones a las Juntas y ayuntamientos, un 28,73% y un 29,21%.
En cuanto a las generales de 2011, bajo la marca Amaiur, obtuvo un 24,11% de las papeletas en la CAV. En las celebradas este año, ha logrado un 24,08%. Son casi los mismos resultados. Esta comparativa recurre al porcentaje de voto porque tanto el número de personas censadas como la participación varían y provocan que, si se toman los números absolutos sobre las papeletas conseguidas, las cifras no sean homologables.
Desde entonces, EH Bildu ha normalizado su presencia en el Congreso y el Senado, y ha contribuido a la aprobación de los Presupuestos estatales y de las leyes de Memoria o de Vivienda. Esta búsqueda de un mayor protagonismo o centralidad y el previsible debilitamiento de Sumar en las autonómicas del año que viene, que ya no va a ejercer como dique de contención para amortiguar el crecimiento de Bildu, permiten anticipar una pugna reñida con el PNV. En cualquier caso, por ahora, los resultados que ha obtenido se sitúan en parámetros similares a los de 2011.
El descenso jeltzale
En el caso del PNV, en las elecciones municipales y en términos de porcentaje de voto, parece que ha resistido mejor el embate de Bildu ahora que en 2011. El partido jeltzale obtuvo un 30,92% en aquel momento en las forales, pero esta vez el porcentaje ha sido mayor, ya que ha registrado el 34,43% de los apoyos. En las municipales, logró un 30,08% frente al 31,69% actual. El descenso sí es muy claro en el caso de las generales. En ese año, se llevó el 27,4% de las papeletas, y ahora ha descendido más de tres puntos hasta quedarse con un 24,1%.
¿La fuga de respaldos en las generales se explica con el voto útil al PSE? En buena medida, sí, aunque parece evidente que existen otros cruces de votos hacia el PP y hacia la abstención. La fuga hacia los socialistas se puede constatar a través de varios indicios. Uno de ellos consiste en que el PSE ganó las generales en municipios donde, tan solo dos meses antes, el PNV se había impuesto a una amplia distancia de los socialistas, como ocurrió en Bilbao, Santurtzi o Donostia. Un vuelco en tan poco tiempo parece que solo se explica en que buena parte de los votantes interpretó que votar al PSE era votar a Pedro Sánchez y frenar al PP y Vox.
Además, aunque el PSE niega que el arreón de las generales sea algo coyuntural y trata de incorporarse a la liza de las autonómicas, su base electoral sin contar la movilización del voto útil en las generales es el 16%, el porcentaje de voto que logró en las municipales y forales, frente al 25% de las elecciones al Congreso y el Senado. ¿Indica el porcentaje del 16% que el PSE está en ascenso? A juzgar por los resultados de 2011, donde también se situó en torno al 16%, se encontraría en los mismos niveles.
¿El voto se va solo al PSE?
La pérdida de respaldos no se explica únicamente con la fuga de votos al PSE, porque los datos no cuadran milimétricamente. En realidad, el PNV ha perdido 100.000 votos en las generales, mientras que el PSE solo ha ganado 62.000, y probablemente entre esos votos socialistas se encontrarán algunos que habrá arañado al espacio de Sumar. Fuentes conocedoras del mundo de la demoscopia aseguran que ha habido votos cruzados de otros sectores, también del PP, que ha subido 27.000 papeletas, aunque en este caso también las habrá ganado de quienes en el pasado respaldaron a Ciudadanos. Pero nuevamente emerge la idea del voto útil que ha penalizado al PNV: unos se han ido al PSOE para evitar un Gobierno del PP con Vox, y otros se han ido al PP para evitar un Gobierno de Sánchez.
Este voto útil no ha pasado tanta factura a EH Bildu porque su principal flujo de votos se daba con Podemos y, ahora que ese sector pasa por horas bajas, ha recuperado unos 50.000 votos, que son los que pierde Sumar con respecto a Podemos en suelo vasco. Si ha existido un trasvase del PNV hacia Bildu sería menor, porque el principal caladero de votos de la izquierda abertzale es el que orbita en torno a Podemos. Por su parte, históricamente, el PNV ha tenido votantes que en las generales emiten una papeleta en clave presidencialista, de ahí que en esta última campaña haya intentado romper esa polarización con una estrategia comunicativa centrada en la figura de Aitor Esteban como referente de la agenda vasca.
Autonómicas
Esta polarización de los partidos estatales es algo que preocupa en ámbitos jeltzales porque no parece que vaya a amainar en el futuro. Si se repitieran las elecciones generales, el riesgo de que este fenómeno se recrudezca parece evidente. Las previsiones de cara a las autonómicas son diferentes y se dibuja una pugna vasca, a dos, entre PNV y Bildu, con el PSE más descolgado a juzgar por los resultados de las municipales, con un PP que probablemente será víctima del voto útil en clave vasca para frenar a la izquierda abertzale, y con una Sumar que, según fuentes demoscópicas, podría acabar más cerca del 3,7% que tuvo Ezker Anitza en 2011 que de los porcentajes del 25% o superiores registrados por Podemos en 2015 y 2016 en las generales.