Gipuzkoa

La librería Justo de Donostia cierra este martes

"He vendido periódicos a una peseta"

El martes cierra la librería Justo, situada en la calle San Martín. Otro pequeño comercio que baja la persiana, este con una importante trayectoria por detrás. Una historia de cien años vendiendo, básicamente, periódicos y revistas. Mariví Ferrer pondrá fin a un negocio que comenzó su abuelo Ponciano en los años 20 del pasado siglo, al que dio continuidad el hijo de este, Justo, y por el que ha pasado "toda la familia en un momento u otro", comenta la propia Mariví. Los Ferrer empezaron a vender periódicos de forma ambulante, luego tuvieron un quiosco en la Avenida que compaginaron con la librería, después se quedaron solo con el local y ahora Mariví ha decidido cerrar. "Ya tengo 66 años. Y, además, lo fuerte de este negocio ha sido siempre la prensa, y ya sabemos cómo está ahora la prensa escrita", reconoce.

Esta historia que abarca 100 años la comenzó Ponciano, tal y como cuenta Mariví: "Mi abuelo empezó a vender prensa a principios de los 20. Nació en Teruel. Era de una familia carlista muy bien posicionada. Estudió para jesuita y se marchó a Valencia. Allí se casó y, cuando su mujer murió, fue a Zaragoza. Se volvió a casar y quedó viudo de nuevo. Vino a Donostia y consiguió una prebenda o autorización de la reina para vender prensa, porque entonces no podía hacerlo cualquiera. Tenía un puesto en El Antiguo y de ahí él iba por Mirachoncha y bajaba hasta el Centro vendiendo periódicos".

El relevo lo tomó "pronto" el hijo de Ponciano y padre de Mariví, que sigue relatando: "Mi aita empezó muy jovencito. Mi abuelo murió después de terminar la Guerra Civil, así que mi abuela se quedó viuda con tres niños. El mayor era mi padre, que entonces tenía 12 años, y los tres se pusieron a repartir periódicos en la calle. Vivían en San Bartolomé, ponían en una esquina su centro de operaciones y a partir de ahí se movían. Entonces no se vendía en un puesto fijo, sino que la mayoría de ventas eran yendo de café en café". Lo confirma una foto dentro de la librería en la que se puede ver a Justo –a comienzos de los años 50– cargando con los periódicos en plena Avenida.

EL QUIOSCO DE LA AVENIDA

El negocio se desplazó precisamente a la Avenida en los años 50. "Yo nací en 1956 y mi familia tenía el quiosco en una esquina de la Avenida desde el 55", relata Mariví. La familia Ferrer estuvo unos años centrada en el quiosco, pero en 1975 adquirió el local que va a cerrar mañana: "Primero la llevó un chico y nosotros estamos aquí desde 1985". El quiosco, situado en la esquina de la Avenida de la Libertad con la calle Loiola, estuvo abierto hasta hace 14 años, momento en el que la familia decidió cerrarlo y centrarse en la librería.

Justo falleció hace ya 30 años, cuando tenía 65, pero los clientes habituales se siguen acordando de él. "No hay semana que no venga alguien y me haga algún comentario de mi padre. Y ahora más que vamos a cerrar", reconoce Mariví, vinculada desde muy pequeña al negocio: "Terminé de estudiar Periodismo en Madrid en 1979. Trabajé en el diario Unidad y también en Europa Press, pero nunca dejé de trabajar con mi padre y al poco tiempo me centré en este negocio. Fue decisión mía". "Mi padre era un buen jefe", sigue contando, "me acuerdo que, con once o doce años, mi hermana y yo ayudábamos en verano. Íbamos con mi padre a la primera rampa de La Concha. He vendido periódicos a una peseta" (0,006 euros).

"Diario de la tarde. Unidad", recita Teresa, una clienta que entra en la librería justo cuando Mariví está contando esa venta ambulante en La Concha. "Sí, el que decía eso era mi padre", se ríe la dueña de la librería. "Yo entonces no compraba, pero mi familia sí", dice la clienta. "Mi padre compraba varios periódicos, decía que había que conocer la opinión de todos, pero tener la tuya propia. Compro todos los días el periódico aquí, pero ahora nos hemos quedado sin librería", lamenta.

PERIÓDICOS QUE LLEGABAN EN AVIÓN

"Me acuerdo de las jornadas de regatas, de los días de verano", rememora Mariví: "Era una pasada. Se vendían muchos periódicos, igual 400 o 500 ejemplares de Unidad cada tarde. Es verdad que eran periódicos más finos que los de ahora, pero se vendían un montón". La actual dueña de la librería Justo conoció "años boyantes" en la prensa: "Hubo una época que fue una pasada, sobre todo los años 80 y principios de los 90. No había una semana que no recibiéramos tres o cuatro revistas nuevas. Además, fue el boom de los fascículos. Igual vendíamos a la semana mil ejemplares de Hola. Hubo una tirada de Tiempo –revista que cerró hace cuatro años–, que sacó una noticia sobre ETA, no recuerdo exactamente cuál, que en un día vendimos mil y pico ejemplares. Se agotó".

Mariví cuenta otra anécdota para subrayar la fuerza que tenía antes la prensa escrita: "En los años 60, los periódicos nacionales venían con un día de retraso porque había que traerlos y el transporte no era tan rápido como ahora. Pero en verano, cuando venían veraneantes fijos de Madrid, se traían los periódicos en el día en avión y entonces el ejemplar costaba 50 céntimos más. Pasaba de costar dos pesetas a 2,5. Era un servicio que se ofrecía en verano. Aragoneses también venían muchos y recogíamos todos los días de verano en la estación El Heraldo de Aragón para venderlo en la librería. Podíamos vender 50 Heraldos al día".

Gipuzkoa es un territorio con mucha tradición de consumo de prensa: "Hay sitios donde prácticamente no se consume prensa, pero aquí la gente compraba dos periódicos al día". Ahora el negocio no es, ni mucho menos, tan boyante: "No se puede luchar contra la evidencia, ahora lo fuerte es lo online. Es así".

Es, por tanto, un buen momento para poner fin a "un siglo" vendiendo prensa: "Mi abuelo empezó hace cien años y luego por aquí y por el quiosco han ido pasando en algún momento todos los miembros de la familia. Mi madre ha pasado muchos años en el quiosco, mi hijo en verano ha repartido...".

Mariví está "contenta" de jubilarse, pero sabe que habrá clientes que se quedan "tristes": "Casi todas las personas que vienen son clientes habituales, el Centro no deja de ser un barrio. La gente está triste no porque vaya a cerrar yo, sino porque la librería Justo es un lugar de referencia, que cierra y todo se va quedando más impersonal y frío".

31/05/2022