Hace escasos días ha sido investido doctor ‘honoris causa’ en la UAM. ¿Cómo recibe este reconocimiento?
Es una alegría y un honor. Es una universidad excepcional, y en el campo de la física líder mundial. Han destacado mi investigación personal, contribuciones a la física, la creación de una escuela de excelencia, instituciones reconocidas mundialmente y la colaboración de los entornos que he creado con la UAM. Es una alegría y satisfacción y que interpreto como reconocimiento de la excelencia de la universidad, o institución, a la que me honro en pertenecer: la UPV/EHU.
¿Qué diferencia a este honoris causa de otros?
Todos me han causado una ilusión espléndida. Hace 25 años fue el de la Universidad de Valladolid, una de las 10 más antiguas del mundo, donde estudió mi padre. El siguiente es la Universidad Pública de Navarra. Vasco de Navarra, navarro del Roncal, y roncalés de Isaba me defino yo. El siguiente fue el de la Complutense de Madrid. Y luego la Universidad Primada de América, eso reconoció mi apoyo, y me sentía honrado por ser parte de un proyecto al que siempre he tenido admiración, la red de doctorados que la UPV tiene en Latinoamérica. Una idea impulsada por un amigo, Francisco Caballero. Y luego la Universidad de Aalto, de Finlandia. Este me ha cogido de sorpresa, porque he colaborado mucho con la Autónoma de Madrid, es una universidad de las que ilustran el anclaje geográfico de la excelencia. Me ha encantado, y la ceremonia fue presidida por la rectora de la UAM, Amaya Mendikoetxea y asistieron el consejero de Educación del Gobierno Vasco, Jokin Bildarratz; el viceconsejero de Universidades e Investigación, Adolfo Morais; la comisionada para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, Cristina Uriarte; la rectora de la UPV/EHU, Eva Ferreira; y los ex rectores Nekane Balluerka e Iñaki Gorizelaia. Esta distinción honra y reconoce la excelencia de la UPV/EHU.
Este tipo de reconocimientos ponen en valor los hitos, o lo que ha conseguido a lo largo de la vida. Pero, si fuese usted quien tuviese que destacar algo de su trayectoria, ¿dónde pondría el acento?
Es muy difícil. Al principio de la vida académica uno tiene una obsesiva dedicación a contribuir a algo nuevo, por pequeño que sea. Es lo que dice Cajal, añadir un librito a la biblioteca, en vez de intentar llevar la biblioteca en la cabeza. Si descubres algo nuevo, como yo lo he hecho, ese momento del descubrimiento te engancha de por vida. El que ha contribuido a algo nuevo es muy difícil que abandone la actividad investigadora. Con los años, uno va apreciando el trabajo de otros.
Explíquese...
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Es la frase de Wigner: qué bonito hubiera sido que hubiésemos descubierto nosotros la ecuación de Dirac, pero qué maravilloso es que lo haya descubierto aunque sea otro; es el avance del conocimiento. Con los años uno pasa de una intensa dedicación a su propia investigación, la tesis doctoral, y las estancias posdoctorales, a una época en la que es una obra colectiva y de dirigir investigación. Ver volar hoy tan alto y tan bien a mis estudiantes de doctorado, siendo líderes mundiales, es una satisfacción difícilmente superable. Pero quizás para mí la creación de instituciones: el Nanogune, el Centro de Física de Materiales, el Physics Center... Es algo que permanece aunque tú no estés. Es una de mis grandes alegrías.
Ha puesto el acento en la parte divulgativa y educativa.
Sí, porque los científicos tenemos la obligación de explicar a la sociedad por qué hacemos lo que hacemos, y para qué sirve lo que hacemos. Y explicar a políticos y empresarios que investigar en lo aplicado y solucionar problemas conocidos puede ser algo muy bueno. Pero si no investigas en saberes aparentemente inútiles, cuando lleguen los problemas no estaremos preparados para adaptarnos a los imprevisibles cambios futuros. Esa labor de concienciación de la sociedad, clases dirigentes, y contribuir a que el pensamiento crítico exista en la sociedad, que es lo que nos hará tomar mejor las decisiones, y nos hará evitar fundamentalismos, negacionistas y fake news me parece también importante. Estoy en muchos frentes, intento ser poliédrico, y parece que la UAM piensa que lo he conseguido.
¿Ello ayuda a democratizar la ciencia?
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Si por democratizar se entiende que se extienda a todos los sectores de la población, es casi una obligación. Una sociedad científicamente informada es más culta y más libre para tomar correctamente decisiones que configurarán nuestro futuro. Para ser conscientes de que los grandes problemas de la humanidad: agua, salud, cambio climático, el crecimiento del fundamentalismo y la intolerancia, no se solucionarán con menos ciencia, sino con más educación y ciencia. Pero si con democratización se entiende que la elección de los temas y el camino para solucionarlos tenga que hacerse a votos, no. No se decide a votos quién pilota un avión o quién te opera. La ciencia no es políticamente correcta, la verdad científica, que nosotros creemos que existe y podemos alcanzarla, no se logra por consenso y cesiones mutuas. A veces un experimento, o una persona puede valer más que la opinión de mucho.
¿Qué es la verdad científica?
Consiste en creer que el universo es comprensible y es una verdad para todos. Por ejemplo, la gravitación, la validez de las vacunas... frente a otras creencias, como la de Trump de que con lejía se puede curar el coronavirus. Esa es la verdad científica. No es una verdad absoluta, porque la ciencia no prueba verdades absolutas, nos aproximamos asintóticamente. El científico tiene una fe de que el mundo es comprensible. O el encantamiento jónico, en referencia a Tales de Mileto, el optimismo.
Nombraba antes a la clase política. En Euskadi se estrena ahora un nuevo Gobierno. ¿Qué espera de esta nueva etapa?
Espero que esta etapa traiga una renovación del árbol centenario que es el nacionalismo con una savia nueva, nuevas ideas, con libertad para escribirla. Y en ciencia y educación espero una importancia decisiva, porque un pueblo pequeño sólo puede progresar con calidad en todos sus aspectos. Y una calidad generalizada sólo se puede obtener si para ese país la educación es una prioridad en todos sus niveles. Espero que se siga avanzando en lo que tan bien se ha construido: la ciencia de vanguardia, apoyando a los BERC, a los CIC, a la UPV/EHU y las universidades investigadoras. Estoy orgulloso de lo que se ha hecho, por supuesto, eso no lleva consigo una autocomplacencia, sino que exige una autoexigencia. Espero educación, investigación, innovación, cultura abierta al mundo sin olvidar las raíces, en el tema del euskera espero firmeza en los principios pero flexibilidad en la aplicación, y no olvidar al que se queda atrás.
Ha sido laureado internacionalmente, sin embargo, siempre ha apostado por quedarse e impulsar la institución vasca. ¿Por qué?
El verso de Iparragirre: herrialde guztietan toki onak badira, baina bihotzak dio zoaz Euskal Herrira. Yo siempre he apostado por ello, pero estoy mucho por el mundo. Hace un mes di la charla Ceremonial lecture, la charla de honor de la sociedad alemana de física, ante más de mil doscientos doctores en Berlín. Yo me defino como patriota de fondo, querer lo mejor para tu país, y eso en gran parte está ligado a la cultura, a la educación, a tus raíces… En Euskadi, en Donostia, he encontrado un lugar donde desarrollar mi proyecto científico, y mi proyecto personal. Casi tendría que explicar por qué no.
Uno de los logros de su trayectoria es el Donostia International Physics Center, lugar en el que nos encontramos y que preside. ¿Qué valoración hace?
Fantástica. Uno siempre quiere lo que contribuya a crear, pero si a mí me hubiesen dicho: ¿hubiese firmado cuando lo creaste por un quinto de lo que habéis conseguido? Sin lugar a dudas. Cuando explicaba mis ideas, la gente que me acompaña pensaba que estaba loco. Ha superado mis propios sueños. Este centro publica al año casi 500 artículos de investigación en los primeros centros del mundo, comparándose dentro de su pequeñez, su dimensión, con Harvard o Cambridge, y recibe al año más de 26.000 citas. Y tiene un programa de divulgación científica que la cima es Passion for knowledge, pero también programas con el festival de cine y ciencia..., es excelencia en investigación, formación y comunicación.
¿Con qué objetivo nació?
Internacionalizar la investigación del País Vasco y crear unas estructuras que nos permitiese estar donde se deciden los temas científicos más importantes del mundo, y promover la comunicación. Y se ha logrado. Pero uno no crea proyectos donde ve el diseño final como si fuera el Espíritu santo, los adapta a lo largo del tiempo.
En el mundo de la ciencia, es la Inteligencia Artificial la que está acaparando titulares en los últimos tiempos. Se habla de limitarla. ¿Qué opinión le merece?
Es un tema importantísimo. Y voy a hacer una descripción que espero no sea difícil. Hoy estamos viviendo la segunda revolución cuántica. La primera ha llevado a un sitio, hice una analogía política en que explicaba que son 100 años de una doctrina centenaria que es el orgullo del pasado, porque ha llevado a la electrónica, medicina moderna, a las resonancias magnéticas… y también a posibilitar la IA. Pero estamos en una nueva revolución cuántica. Si eso se une a la IA las consecuencias pueden ser tremendas, por la potencia de cálculo etc. La segunda revolución cuántica es como el nuevo testamento, que estaba latente en el viejo, pero el viejo está patente en el nuevo. Y que se aplica también a logros políticos por partidos centenarios que ahora afrontan una renovación. La nueva revolución cuántica no sabemos a dónde nos va llevar, pero el hecho de que esos desarrollos posibilitados por el autogobierno hayan permitido que IBM nos elija a nosotros para poner su ordenador cuántico significa que estamos en un mundo de infinitas posibilidades.
Explíquese.
Una de ellas, muy importante, y que además se uniese a la revolución cuántica sería espectacular es la IA. Obviamente es de diversos tipos, una puede ser la gran capacidad de cálculo como puede ser el Deep Blue le gana a Kaspárov al ajedrez, pero eso es por fuerza bruta. Pero luego viene AlphaGo que aprende a jugar y es educada en cuatro horas y no ha perdido nunca contra Stockfish que es el que gana a Deep Blue. La gran revolución de la IA llegará cuando nos permita aprender formas de aprender que no están abiertas a la inteligencia natural. ¿Por qué debemos pensar que la inteligencia natural puede entender todo? Pero si ahí ese salto cualitativo en que la IA permite aprender formas de aprender cualitativamente diferentes, esa puede ser la gran revolución, y el gran problema. Por eso es bueno que actuemos con responsabilidad regulando.
Por lo tanto, sí hay que regular.
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Sí, con cautela. La tendencia a veces a limitar y ver peligros que no hay puede ser grande. En el tema nuclear, muchos de los grandes científicos pidieron que se regulase, que se compartiera la información para evitar la escalada nuclear. Ocultar la información llevó a que hubiera un momento en el que había 56.000 armas nucleares. No se reguló, pero con la revolución genética de la biología molecular sí se está haciendo. Creo que la ciencia tiene límites, y unos límites son los absolutos, intrínsecos al conocimiento, y otros son los relativos, entre ellos los éticos. La ciencia no es un reino autónomo al que todo está permitido en función a sus logros. La sociedad debe decidir con gente de todos los campos. Si algo hemos aprendido en el covid es que el conocimiento es generar la implicación de todas las ramas del conocimiento.