La lucha policial contra el tráfico de heroína en el barrio de La Palanca y el drama de una mujer que huye de África en busca de una nueva vida y termina siendo esclavizada confluyen en Heroína, la segunda novela de Hermelo Molero, jefe del grupo de drogas de la Ertzainetxea de Bilbao.
Ha publicado ya un par de libros, pero dicen que la realidad supera la ficción. ¿Qué es lo más surrealista que ha llegado a ver?
—Hemos hecho un trabajo durante un año o dos y luego se ha matado el objetivo dos días antes en un accidente de tráfico. Es una anécdota triste, pero ocurre y tira todo el trabajo por la borda por una desgracia. También hemos tenido a un narcotraficante de mucho nivel que dedicaba una inversión importante a tener a un santero para que le dijera si la operación tenía que seguir adelante o no. Lo curioso es que cuando estábamos realizando escuchas la mayoría de las veces acertaba y decías: No puede ser. Le decía: “Hoy no lo hagas, que te está esperando la Policía” y era verdad. Al final el santero cogió vacaciones o falló y lo detuvimos.
En vez de un santero parecía un auténtico infiltrado...
—En una operación que íbamos a finalizar en el aeropuerto de Barajas, esperando a que viniese un equipaje con droga, que ya estaba en el avión y no podían parar, el santero le dijo: “No, que te están esperando”. Nosotros estábamos en el aeropuerto y nos mirábamos unos a otros, como diciendo: ¿Nos están viendo? y no había nadie, pero no sé, quiero pensar que es suerte.
¿Cuál es el sitio más raro donde han incautado droga?
—La droga tiene mucho valor, con lo cual siempre se oculta en sitios seguros y protegidos. Fuera de lo que es llevarla escondida en el cuerpo, metida en el ano, nadie hace cosas raras, aunque ha habido gente que la ha enterrado. La Guardia Civil tiene en Barajas una oficina con todos los instrumentos donde han ocupado droga y había una taleguilla de torero hecha totalmente de cocaína. Habían colocado luego las piedras incrustadas. Nosotros hemos ocupado droga diluida en ron dentro de una botella. Hace poco investigamos a gente que la traía metida en fruta licuada. La Policía Nacional ocupó una partida muy grande que venía para el País Vasco metida en carbón, que había sido manipulado para poder esconder la cocaína dentro. La imaginación es ilimitada.
La acción de su novela se desarrolla en Bilbao La Vieja. ¿Se concentra ahí el tráfico de drogas en Bilbao o hay otros ‘puntos calientes’?
—Debido al esfuerzo que se ha hecho por parte de la Ertzaintza, la Policía Municipal y, sobre todo, del Ayuntamiento intentado regenerar la calle Cortes, ha bajado mucho el nivel de traficantes. En La Palanca se traficaba con heroína y, como no tenemos ya a esos consumidores, hay menos traficantes. Por otra parte, tenemos tráfico de drogas por toda la ciudad. No creo que haya ninguna persona con dinero que quiera consumir droga y salga a la calle y no sea capaz de conseguirla. Esa es la realidad. Es una desgracia, pero es así.
Hace décadas en el Casco Viejo se ofrecía droga en la calle. ¿Dónde y cómo se adquiere ahora?
—Cuando yo era joven e iba a trabajar por Iturribide o Barrencalle todo el mundo te ofrecía droga, pero la gente ya no es tan descarada. En los años 80 y 90, por el terrorismo, la Policía estaba dedicada a otra cosa y eso daba ventajas a los traficantes. Ahora los hay, pero de voz baja. Cada consumidor sabe en qué bar, quién lo mueve, a quién se tiene que arrimar o preguntar, pero no vamos a encontrar a nadie en la puerta de un local porque no duraría nada. Ahora tenemos muchas páginas web que ofrecen droga y te la hacen llegar a casa, Hemos quitado una forma de tráfico y tenemos otra. Ha evolucionado.
¿Siempre se vende la droga en los entornos de ocio o hay otros lugares de distribución?
—Si quieres conseguir drogas estimulantes, como la cocaína, la anfetamina o el éxtasis, vas a ir a un lugar de ocio, que es donde la gente está consumiendo y vas a encontrar a un traficante que te la venda. Ahora, la heroína no puedes usarla e ir a una discoteca porque vas a aparecer en un rincón apalancado. Por eso cuando salen drogas nuevas y son depresoras no me preocupan tanto porque no van a tener mucho recorrido entre la juventud, que las consume por ocio.