Primeramente, permitidme felicitaros el año a los y las lectoras de esta sección, y de DEIA, por supuesto. Seguramente la última gran fiesta celebrada bajo la cruz de Gorbea, amén de su 75 aniversario que festejamos el 11 de julio de 1976, fue el recibimiento a los vitorianos Emilio Álava e Ignacio Lascaray en su segunda ascensión en coche, el 25 de septiembre de 1966. No es fácil tener un buen día arriba y poder celebrar misa al mediodía y a la tarde romería, y más difícil todavía que coincida en domingo. Pues todo esto se consiguió y fue la SEMI, Sociedad Excursionista Manuel Iradier, la encargada de reconocer el mérito de estos dos adelantados a los 4 x 4, híbrido entre coche y tractor, todavía inexistentes a comienzos del siglo XX.
Miles de vascos subieron a la cruz a recibir a los intrépidos vitorianos. Es importante guardar estos recuerdos, que son parte de la poca historia viva que nos cuenta la cruz de Gorbeia. Hoy día, en parte, esta subida no está bien vista, años atrás si lo fue; hay que contextualizar los momentos históricos. No obstante, la hazaña es digna de contarla, por lo curiosa, inédita, tumultuosa y repetitiva. La hemeroteca la recuerda como un histórico hito montañero.
El 29 de octubre de 1924, cuando solo había 400 vehículos matriculados en Vitoria, matricularon cuatro meses antes a nombre de Emilio Álava y Cía un vehículo de 4 cilindros y 5 H.P. Con él consiguen llegar a la cruz de Gorbeia, debido a una apuesta pactada en una cafetería del centro de la ciudad. Cuarenta y dos años después, los mismos personajes realizan la segunda subida.
Parece ser que fueron numerosas las dificultades a salvar en ambas ascensiones. Fueron acompañados por personal de apoyo y tuvieron que realizar obligadas paradas para descanso tanto de la máquina como de los aventureros, almuerzo incluido. Tengo la suerte de ser amigo de los descendientes de ambas familias históricas en el callejero Vitoriano. Ellos me han prestado información, sobre todo gráfica, y han descrito el cómo y porqué de aquel matrimonio automovilístico, unión que también hicieron compartiendo negocios e ilusiones.
El Citroën montañero fue vendido en 1925 a otra empresa Vitoriana (Villavias Mestre y Cía) y en 1929 a un particular de Burgos. Luego a otros dos propietarios hasta que en 1934 fue a parar a Logroño y en 1950 llega a Bilbao, de donde salió en 1953 habiendo tenido otros dos dueños. Posteriormente, en 1955 se censa en Barakaldo y en 1963 regresa a Bilbao, para en 1966 retomar el inicio de este periplo de 42 años con 12 propietarios diferentes. Emilio Álava Sautu se hace con el coche el 14 de enero de 1966 (da la casualidad de que el propietario octavo, José María Pradera Sagarduy, natural de la villa de Ugao-Miraballes, era amigo personal mío, aunque nunca hablamos de esta circunstancia, falleció hace mucho).
El pobre Citroën estaba herido de muerte, yacía casi destrozado en un garaje, era chatarra. Enseguida se pusieron a trabajar a recomponerlo, tanto es así que 8 meses y una semana después subía por segunda vez a la cruz de Gorbeia. Cuentan que las mejores manos existentes en la Citroën en el Estado español operaron y revivieron al moribundo coche.
El copiloto de ambas ascensiones, Ignacio Lascaray, fue un extraordinario ejemplo de empresario honrado, creador de infinidad de empresas, siempre preocupado por el conocimiento y futuro de la juventud. Fue un importante hombre en la historia del montañismo y del esquí en Vitoria. Su bisabuelo, Juan Bernardo Lascaray, fue el primero de la saga en llegar a la capital alavesa el 19 de octubre de 1823 y lo hizo desde Ziboure, Lapurdi, según un manuscrito personal que dice como llegó a casa del Sr. D. Adam Weidman, en calidad de fabricante de velas, para alumbrado de carruajes y como primer maestro de su fábrica. Posteriormente montó la suya propia. Sus descendientes hicieron lo mismo hasta hoy día. Juan Bernardo tomó el estado de casado con una vitoriana, María Armentia, de padre de Arriaga y de madre de Betoño.
Esta historia del coche montañero, que comienza en 1924 y se repite en 1966, es bien conocida en Vitoria, pero fuera de la capital administrativa de la CAV poco nombre tiene esta gesta. Mi interés es honrar a la máquina, a su conductor y al copiloto. El Citroën sigue en perfecto estado de funcionamiento y lo sacan a pasear de cuando en vez.
El 4 de agosto de 2016 cerramos la trilogía de subidas. Tras ocho meses de gestiones administrativas y de operativo organizativo, conseguimos poner de nuevo al cascarilla en el punto más alto de Araba y Bizkaia. Su conductor fue mi amigo Javi Álava, hijo de Emilio, quien lo pusiera en la cruz las dos anteriores veces.
Actualmente está restringido ascender a las montañas en coche, por supuesto que tampoco en moto. Los ruidos y la contaminación debemos evitarlos en la montaña, que necesita nuestra cooperación, para que sea para todos un remanso de paz.