La localidad de Labastida y una cuneta en Rivas de Tereso se convirtieron este domingo en espacios para recordar la Memoria Histórica y homenajear a un grupo de riojanos, asesinados por la noche y abandonados en el campo, cuyos restos reposan desde 1980 en el cementerio de San Vicente de la Sonsierra, gracias a la valentía de algunos familiares y de amigos de Labastida.
Cumpliendo un mandato del Parlamento Vasco, Beatriz Artolazabal, consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales y Laura Pérez, alcaldesa de Labastida participaron en el acto ‘En memoria de los fusilados en Labastida -1936’ organizado de forma conjunta por el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos-Gogora y el propio Ayuntamiento de la localidad. Les han acompañado el viceconsejero de Derechos Humanos, Memoria y Cooperación, José Antonio Rodríguez Ranz; Aintzane Ezenarro, directora del Instituto Gogora y miembros de la corporación municipal. El Gobierno de La Rioja ha estado representado por Pablo Rubio, consejero de Servicios Sociales y Gobernanza Pública.
Este acto recordaba a las 12 personas, todas ellas riojanas, comprometidas políticamente con la II República, asesinadas extrajudicialmente y enterradas en una fosa, en una cuneta, gracias a que un vecino de Labastida, médico, pasó por el lugar y se los encontró tiroteados en la zona de Rivas de Tereso, cerca de Labastida, en noviembre de 1936. Años después, en 1980, sus restos fueron recuperados por sus familiares e inhumados en un panteón en el cementerio de San Vicente de la Sonsierra. Es un ejemplo de las denominadas ‘exhumaciones tempranas’ llevadas a cabo durante la Transición, impulsadas por la propia sociedad civil y los familiares de las víctimas, quienes buscaban recuperar los restos de sus seres queridos tras 40 años de dictadura.
La consejera Beatriz Artolazabal ha recordado la necesidad de honrar la memoria de estas 12 personas asesinadas, “una memoria que la dictadura franquista trató de borrar de la faz de la tierra; mientras unos muertos eran honrados y glorificados por el régimen, los cuerpos de los 12 de Labastida yacían en una cuneta, enterrados en una fosa, quisieron enterrar su memoria para siempre”. Simboliza además “la sinrazón, la injusticia, el horror y la barbarie de la dictadura y el fascismo”.
El acto de hoy para dignificar la fosa de Labastida es en palabras de la consejera “símbolo de la defensa de la libertad, la democracia y la justicia social. No podemos devolverles la vida, sí restituir su dignidad, proclamar la verdad y reafirmar nuestro firme compromiso con el derecho y el deber de memoria y con el ¡nunca más! Se lo debemos a ellos y ellas. Se lo debemos a las nuevas generaciones.”
En tesón de las familias, la sociedad civil y el trabajo de las asociaciones, en concreto, en La Rioja, la asociación La Barranca para la preservación de la Memoria Histórica, y la elaboración de un libro escrito por Jesús Vicente Aguirre, ‘Aquí nunca pasó nada’, permitió no sólo recuperar sus restos en junio de 1980, sino mantener vivo su recuerdo. A todos ellos se ha referido la consejera Artolazabal: A Blanca Ramírez, hija de una de las víctimas y principal impulsora de la exhumación; a los miembros de la La Barranca por sus trabajos de investigación y publicaciones y a Paco Lekuona, por su perseverancia señalizando la ubicación de la fosa y no olvidar el lugar donde permanecieron enterrados durante 44 años.
Hoy en día, las leyes de memoria histórica y democrática, las políticas públicas de memoria permiten hacer efectivo el derecho y, al mismo tiempo, el deber de memoria. De esa forma, ha dicho Artolazabal “la memoria familiar ha pasado a formar parte de la memoria colectiva e institucional de este país: dignificando la fosa, seguimos restituyendo su dignidad, y la dignidad de todos y todas”
Beatriz Artolazabal ha tenido un sentido recuerdo también a todas las mujeres, viudas de guerra que tuvieron que sacar adelante a familias numerosas, sin apenas recursos y con el doble castigo de ser señaladas, soportando todo tipo de vejaciones. “Estas mujeres merecen todo nuestro reconocimiento y agradecimiento, sin su esfuerzo tampoco hoy estaríamos aquí; se merecen tener también un lugar destacado en nuestra memoria colectiva”
El acto reunió a representantes de las diferentes sensibilidades políticas de Euskadi y La Rioja, entre ellos: Miren Gallastegi parlamentaria del PSE-EE; Henar Moreno, diputada autonómica de La Rioja de Izquierda Unida; Ainhoa Campo, directora de Igualdad y DDHH de la Diputación Foral de Álava; representantes de Ezker Anitza y Elkarrekin Podemos de las Juntas Generales de Álava; miembros de la corporación municipal de Labastida de EAJ-PNV, EHBildu y Partido Popular y representantes municipales de las poblaciones de las que eran originarias las víctimas.
Repaso a la historia
El acto comenzó en el ayuntamiento de Labastida con la proyección de un vídeo en el que algunos familiares e impulsores de la recuperación de los restos de las víctimas narran los hechos y lo que supuso para ellos y sus familias la exhumación realizada en 1980.
La alcaldesa Laura Pérez, que apoyó desde un primer momento la iniciativa de este homenaje y acompañó a familiares y amigos, dió la bienvenida a los asistentes y se refirió a la importancia de reconocer a estas personas como víctimas y la recuperación de su memoria para contribuir a que hechos como los acontecidos no se vuelvan a repetir. Tomaron la palabra también: Jesús Ángel Cámara miembro de la asociación La Barranca, para la preservación de la Memoria Histórica en La Rioja, entidad que ha colaborado con las instituciones organizadoras para contactar con los familiares de las víctimas; y Nicolás Sojo Gómez, nieto de Nicolás Martínez de Sojo, fusilado en 1936.
La consejera Beatriz Artolazabal, tras su intervención, entregó una réplica de la escultura ‘Duintasuna’ de Iñigo Arregi, que preside los Columbarios de la Dignidad de Elgoibar y Orduña, a los familiares de las 12 víctimas. De allí, los asistentes se trasladaron hasta el lugar donde se ubicaba la fosa, en un margen de la carretera que va desde Labastida hasta Rivas del Tereso.
Allí, Alejandro Bayona y José Luis Antón, nietos de Martín Ramírez Apilanez y de Braulio Antón respectivamente, descubrieron la placa que recoge los nombres de las 12 víctimas, en un lugar próximo al que se hallaba la fosa donde hace hoy 86 años, el 6 de noviembre de 1936, fueron enterrados. La placa incluye un código QR que facilita el acceso a la información relativa a esta fosa: las circunstancias de los asesinatos, el proceso de la recuperación de los restos y su posterior inhumación.
Tras el aurresku de honor, autoridades, representantes institucionales, familiares y vecinos de la zona depositaron flores en memoria de las víctimas.
Este acto se llevó a cabo en cumplimiento del mandato del Parlamento Vasco para adecuar y dignificar el espacio en el que se ubicaba la fosa como lugar de la Memoria Histórica en recuerdo y reconocimiento de las víctimas y como aportación a la memoria democrática colectiva.