Se han cumplido 60 años desde que a unos cuantos corredores se les ocurriera encomendarse al Santo antes de correr delante de los toros. No era para menos: alguna protección divina les tendría que echar, como poco, un capotico para afrontar la hazaña con un poco más de fuerza. Aunque arrojo tampoco les faltaba, y mucho menos fe. Decidieron coger prestados algunos versos del himno de la Peña La Única, que les sirvieron de inspiración, y el maestro Turrillas -con su música- hizo el resto.
Al poco se instauró la hornacina improvisada -no se sabe si la pusieron unas monjas o los propios promotores del cántico- que alzó ese pequeño altar para San Fermín en la pared que está frente a la actual, en el antiguo hospital militar (ahora sede del departamento de Educación). Es donde descansó ‘el morenico’ desde el año 62 hasta el 80, cuando se decidió hacer (ya en el 81) un pequeño hueco para él en la muralla para que tuviera su lugar permanente. Este sábado por la mañana la Federación de Peñas ha rendido homenaje a todas las personas que hicieron y hacen posible el "canto" a San Fermín todos los días a las 7.55 en la cuesta de Santo Domingo, con un acto muy emotivo en el que no ha faltado la jota de Susana Nagore, que ha conseguido poner a más de uno la piel de gallina y transportar a todos los presentes a los días de blanco y rojo. Ya falta menos...
Han recordado que cuando se introdujo el cántico en euskera, en 2009, decidieron buscar una fórmula para que todo el mundo lo cantara en ambos idiomas y lo hicieron con un cartel que volvieron a colgar ayer. Lo sujetaba Josu Asurmendi, de la peña Irritzi, que se ha encargado de repartir los pañuelos a Jesús Ilundain 'El Tuli', Miguel Saralegui, Javier Hermosilla, Fermín Sáez ‘Txitxo’, y a las tres hijas de Turrillas, María Ángeles, María y Juana Mari. También han recibido el obsequio Susana Nagore y el acordeonista Andoni Armendáriz.