Con honores, todos y por siempre además. Gentes a quienes sólo agradecer se queda en nada o en muy poco. Deportistas por encima de casi todo, sin recompensas pero muy admirados. Anónimos para quienes no los conocemos pero reconocibles y estimados para los suyos, que son, familia, grupo, entrenadores y quienes coinciden a horas menos frecuentadas.
Mari Carmen Soldevilla Aparicio cumplirá 72 en abril. Bilbaína de San Vicente de la Sonsierra, que las del bocho nacen donde quieren, y vecina de Vitoria-Gasteiz desde hace 30 años. “Enseguida me apuntaré a otro curso con Andoni”, dice, “que tengo que mejorar volea, remate y a colocarme todavía mejor”. El saber estar en la pista, remarca, “es lo más importante porque, si sabes colocarte bien, tienes medio tanto ganado”.
Fernando Otario Zabaleta es del 52. Nació en Bergara. Tiene 70 años. Como otros muchos vecinos del Alto Deva acostumbra a visitarnos cada semana. “Empezamos a finales del 21 y, más en serio, a partir del primer cursillo a comienzos de 2022”. Utiliza el plural, la primera persona, porque Conchi y el van en el mismo paquete; “juntos siempre”, en la salud, en las pistas y andando en bici. En realidad, “el pádel se ha convertido en un asunto de familia” que iniciaron los hijos, Mariñe y Peio, al que se han sumado después las parejas de éstos. La influencia de los hijos y “una pista que encontramos en la urbanización donde pasamos temporadas –en el Mediterráneo– nos convenció”. El pádel “lo habían inventado para personas como nosotros”. Fernando había practicado tenis, fútbol sala y carrera a pie, y el cuerpo, piernas y rodillas le andaban avisando desde hacía tiempo. Lleva prótesis en las dos caderas y una de las rodillas “me metió el miedo en el cuerpo”. Tuvo suerte, pádel y bicicleta “no suponían ningún problema. El pádel está hecho para gente de edad avanzada”.
Mari Carmen empezó antes, a los 55, “en un cursillo municipal en San Andrés”. Tres chicas, “Ana, Paula y yo, y un chaval del que no recuerdo el nombre”. Empezaron a quedar los cuatro, a jugar por libre, “hasta que me apunté a Padeleku, donde Richar, García-Ariño y Lopa me enseñaron un poco más”. Hoy, es habitual de los pozos mañaneros de Gorbeia, “con gente mayor, pero más jóvenes que yo: Félix, Arrate, Juanma, Luisrra, Ramón… variopinto el grupo”. “Las hijas nada”, responde indiferente cuando le pregunto por la actividad de la familia; “el yerno sí, Asier ya se anima de vez en cuando”. A la chica le gusta la pala. Empezó en la playa, siguió con el tenis y, miren dónde ha terminado.
Uno y otra ponderan los esfuerzos y el trato de Andoni Moreno, su profesor. “Me lo paso fenómeno”, dice Mari Carmen, “conoces gente y disfrutas”. Fernando completó dos semanas atrás un cursillo de 10 clases; “puedo decir”, reconoce, que “al menos he aprendido a meter bola, llevar a buena todo lo que toco y aprovechar el fallo del rival”. No me digáis, que la máxima empleada por Fernando no es la que todos debiéramos asumir para ser mejores jugadores: “ya fallará él”.
Ni uno ni la otra se fijan en los profesionales, “no me quedo con los nombres”, reconoce Fernando, “ni yo con la copla, ni me fijo”, interviene Mari Carmen, “pero en mayo, del 1 al 6, que estaremos en Alicante, creo que coincidimos con los profesionales. Iremos a verlos, supongo”, culmina él.
Verles jugar es “disfrutar de la vida”, resume su profesor. Mari Carmen “es la chispa de la vida, contagia ilusión, magia y ganas de vivir”. Fernando es “oro por dentro y por fuera, todo pundonor, un ejemplo para cualquiera”.
Moreno está enamorado de los dos. “Por su culpa, por ser cómo son, por cómo trabajan y viven el deporte… por eso me gusta tantísimo el pádel”.