Trabajando en una consulta de ortodoncia fue donde empezó a preocuparse por saber manejar una cámara. Erika G. Robledo fue creciendo en la fotografía “aún sin tener el ojo educado” de manera autodidacta haciendo solo aquello que le motivaba; posteriormente estudió técnico de fotografía en la Universidad de Zaragoza y luego ha seguido formándose en distintas escuelas y con diferentes fotógrafos/as. A esta fotógrafa retratista creativa le encanta transmitir en imágenes las emociones.
Fotógrafa, artista, apasionada de la historia… ¿Desde cuándo la pasión por la fotografía?
-Desde siempre. De más pequeña apenas tenía fotos en las que apoyar mis recuerdos y eso se convirtió en una pequeña obsesión; atesoraba imágenes para inmortalizarlo todo y teniendo en cuenta que era la época de los carretes, había que pensarse dos veces a qué, a quién y cómo se hacía la foto. Con la llegada de la fotografía digital, casi cualquier imagen podía hacerse por triplicado, hasta la que ofrecía el menor interés, pero eso conllevaba un drama para poder guardar todos los archivos, con los consiguientes disgustos cuando estos se “borraban” porque las imágenes que no están impresas se pierden.
¿Ser autodidacta es garantía de más autenticidad, de mayor creatividad o lleva implícita una cierta limitación técnica?
-Creo en el estudio y la investigación en todos los ámbitos de nuestra vida, por supuesto no lo iba a dejar de lado en la fotografía. Fui autodidacta durante mucho tiempo, pero finalmente recurrí a la formación, porque a donde yo quería llegar no lo conseguía de otra manera. A día de hoy sigo formándome y creo que el día que deje de hacerlo será porque he perdido la ilusión. Es cierto que aprendes para desaprender. En toda escuela de fotografía escucharás ese lema en algún momento, tratar de liberarte de lo aprendido, pero esa semilla está en cada instantánea y es fundamental para hacer obras de calidad.
¿Ser fotógrafa es sentirse artista o artesana o técnica …, o es una miscelánea de todos estos ángulos visuales?
-Cada uno tendrá un sentimiento diferente. En mis momentos de luz me creo artista y combino cada una de ellas, fusionándolo en un resultado que a veces me sorprende y me enorgullece. Otras veces el síndrome del impostor me traiciona y hace que sienta que nada de esto tiene sentido. Pero sí, prefiero pensarme artista.
¿Qué fotografía le atrae en especial, testimonio y compromiso social, interiores, paisaje, guerra, retratos, personajes, posados, intimista, edificios, monumentos, naturaleza, deporte…?
-Me encanta fotografiarlo todo, pero quiero considerarme retratista, porque donde me siento realmente feliz es en el retrato creativo. Me fascina retratar, mostrar las emociones de cada persona que posa para mí, lo que yo veo. Cuando el/la modelo confía en mí se produce la “magia“ y es verdaderamente emocionante. También es cierto que para que poder transmitir todo lo que busco en una obra no solo pongo en juego la iluminación y la técnica fotográfica, sino que en mis imágenes hay mucha posproducción para terminar de crear el ambiente, jugar con la colorimetría y cuidar con mimo cada detalle.
La fotografía para usted ¿es más un pasado ya estudiado y conocido o un futuro por seguir descubriendo y desarrollando?
-Si dejara de estudiar probablemente sería porque la ilusión se haya roto. La fotografía tiene muchísimas disciplinas, técnicas, el recorrido es tan grande que si dejo de mostrar interés por seguir buceando en este mundo es porque ya no tengo nada que aportar en él.
En un retrato, ¿qué es más sustancial, la técnica fotográfica o el saber capturar la emoción en el momento correcto?
-Supongo que depende de lo que se busque; en mi caso necesito que la técnica y la emoción se enamoren, para poder contar a través de una imagen lo que yo veo al mirar a la persona retratada. Existen un montón de ámbitos y nada tiene que ver una fotografía de belleza y de publicidad con una de autor; en unas se puede obviar más la técnica que en las otras.
Si me encanta la risa contagiosa o el aroma de una flor, ¿es posible atraparlo en una fotografía?
-¡Por supuesto! ¿Acaso no eres capaz de oler el asfalto mojado al llover tras un día de verano solo con leerlo en una buena novela o sentir la lluvia en tu piel al verlo en una película? Las emociones se transmiten con imágenes y, si estamos receptivos, podemos sentir un mar de emociones al ver una buena obra.
Y si me gusta el viento, ¿puede aprenderse a encerrarlo en la cámara oscura de una máquina de fotografías y plasmarlo en una foto? ¿O este proceso es patrimonio del alma del artista, algo que no se puede aprender?
-Transmitir es un don del emisor y el receptor, es decir, el artista sin el espectador es como un nudo en la garganta. Todo se puede aprender, no sin esfuerzo, aunque habrá quienes tengan que hacerlo con menor intensidad. Y, por supuesto, existen esos seres de luz tocados por el don del arte que lo poseen como parte de su alma.
Le apasiona entrelazar mundos a través de su lente, ¿cómo se consigue? ¿Qué objetivo busca al correlacionar mundos diferentes?
-Quiero contar historias, esas que a veces las palabras, o mis propios miedos, no me dejan; es por esto que busco entrelazar esos mundos, bien sea para contar vidas a las que a veces no nos acercamos o momentos vitales memorables o incluso deseos que sólo ocurren en los territorios de Morfeo. Trato de hablar de inquietudes, momentos vitales, indignaciones, heridas, a veces de una en una, otras de todas a la vez, y en muchas otras ocasiones solo quiero vomitar una idea sin llegar a analizarla, porque si está es porque hay un sentimiento detrás, que seguro se visibilizará tras la creación.
¿Es más fácil plasmar la bondad de una mirada o la maldad es más fotogénica?
-Ambas son completamente fotografiables, sea por la propia pureza de ambas, sea por la teatralidad de la persona que lo represente. Creo que tiene más que ver con la transparencia de la persona. Delante de la cámara, como en la vida misma, hay personas que se comportan de manera impasible y otras que han adoptado un gesto, siempre el mismo, para las fotos, y algunas se ponen tan nerviosas que hacen mil gestos por segundo.
Una curiosidad. Algunas personas ven en el espacio la estructura tridimensional de la molécula que dibujan en el papel. ¿Ve usted el objeto/retrato en el espacio antes de hacer la fotografía?
-Desde hace tiempo mis ojos se han convertido en el objetivo; solo con mirar a ciertas personas soy capaz de hacer la imagen, ¡posproducida y todo! Hay personas tan sumamente interesantes, que tan solo al mirarlas me dejan soñar y crear una escena que probablemente no tenga nada que ver, o tal vez sí, directamente con esa persona, pero que se genera sin querer. También es cierto que mis propios intereses van cambiando y busco la belleza olvidada, esa que nos han dicho que no existe, porque es no-normativa. Me atrae muchísimo la ambigüedad, la belleza de la adultez, la mujer, adoro las arrugas, las canas y el pelo en movimiento.
PERSONAL
Erika G. Robledo. Tras formarse como técnico de fotografía continuó con la parte más artística en Dr. Escuela para desarrollar su creatividad. Ahora sigue su formación más técnica con Jon Hernández Education y en El jardín Remoto, capitaneado por Gustavo Bravo, donde se profundiza en la fotografía de autor. Le gusta la risa, la gente que mira bien, los abrazos, las amigas. Ha expuesto su trabajo tanto en el País Vasco como en el Estado y en el Instituto Cervantes de Curitiba (Brasil), y publicado sus fotografías en prestigiosas revistas; su obra fue seleccionada y expuesta en el Premio Carmelo Tartón, de retrato.