El equipo de 20.000 especies de abejas ya está en Berlín para acompañar este miércoles a la directora laudioarra Estibaliz Urresola en el estreno de la película en la Berlinale. Un hito histórico pues es la primera vez en las 73 ediciones del considerado por muchos el mayor mercado del cine en la que una cineasta, no ya solo alavesa y vasca sino también a nivel estatal, compite en la Sección Oficial con su ópera prima. De ella forma parte la actriz donostiarra Ane Gabarain, que ya sabe lo que supone viajar al extranjero y pasearse por la alfombra roja, tras ser nominada en los International Emmy Awards de Nueva York, que distinguen a las mejores producciones de todo el mundo, en la categoría de mejor intérprete femenina por su papel de Miren en la exitosa serie de HBO, Patria, en 2021. Con todo, la Maritxu de Allí Abajo o la Carmen Corcuera de Lucas de Amar es para siempre –por nombrar dos de sus personajes más conocidos de su trabajo en televisión, sin olvidar sus intervenciones en películas como Peccata Minuta, La Comunidad, 800 Balas, Aupa Etxebeste, Fe de etarras y Loreak, ni su larga trayectoria teatral– se encuentra igual de estupefacta que el resto de sus compañeras ante la experiencia alemana.
Presente a la tía Lourdes, su papel en ‘20.000 especies de abejas’.
–Es una mujer bastante particular. El verso suelto de la familia que digamos (risas). Especial y atípica, con una biografía nada fácil, acostumbrada a ser señalada por miradas ajenas y a luchar contra muchas adversidades, y todo ello hace que tenga una empatía especial con esa niña a la que todo el mundo llama Aitor (Sofía Otero), e hija de su sobrina Ane (Patricia López Arnaiz), y que tengan un vínculo muy entrañable y bonito pero nada cursi, porque estamos ante una mujer ruda y seca, nada amante de manifestar emociones. Las abejas son su pasión, y entiende la vida y el mundo a través de ellas.
¿Tenía ya experiencia con estos animales?
–En absoluto, solo tenía nociones generales de su importancia para la biodiversidad por su labor como polinizadoras y poco más. Ha sido apasionante, a la par que muy interesante, conocer ese mundo, a través de expertos que acudieron a asesorarnos para el rodaje. Por ello son una metáfora tan hermosa del tema central de la propia película: la diversidad en todos los ámbitos.
¿Ha sentido miedo?
–Miedo no, respeto todo. Sobre todo en secuencias que las tenía que coger a manojos y algún sustillo que otro, sí me he llevado (risas).
El rodaje le coincidió con su participación en una obra en el Festival de Teatro de Humor de Araia. ¿Cómo hace para pasar de una historia a otra y además siendo del cine al teatro, y del drama a la comedia?
–¡Cierto! Me coincidió con la representación de Fadoak entzuten zituen gizona, de Xake Produkzioak. Una comedia negra sobre la masculinidad dirigida por Getari Etxegarai, pero no tiene mérito alguno. Es oficio y saludable, además, porque te hace tomar distancia y no obsesionarse con el papel. Supongo que es un poco lo que os pasa a los periodistas, ¿no?. Ahora entrevistándome a mí, y en menos de una hora igual con una deportista, un político o vete a saber… (risas).
Fue en euskera y la tía Lourdes también es bilingüe, ¿verdad?
–Sí, además, lo de pasar de un idioma a otro es algo que está tratado en 20.000 especies de abejas con mucha naturalidad, como me pasa a mí en mi vida misma. En la película se habla en euskera, castellano y francés, porque el idioma es otro elemento que vuelve a redundar en el concepto de diversidad. Ahora que lo pienso, a la presentación de la película también viene la Delegación de cine de Euskadi, y se va a oír euskera en Berlín, otro enorme motivo de celebración, sin duda. También las localizaciones de la película, en municipios que no se llegan a nombrar pero es Euskadi, y que combinan también la cercanía con Francia, el paso de la frontera, la mezcla de lo rural y lo industrial… imprimen carácter a la película y vuelven a redundar en el concepto de diversidad absoluta.
¿Qué ha sido lo más complicado de este rodaje?
–Hombre, esta película, por su íntima y continua relación con la naturaleza, requería de mucho exterior y ya se sabe. Llega la nube, pasa la nube, un calor brutal…. Recuerdo que tenía una escena con Sofía Otero, sentadas en unas piedras y me tenía que levantar como si me pusieran un resorte porque me quemaba el culo (risas). También un baño en un río de Hernani, que estaba el agua helada, pero fue precioso; y con las abejas, ¡ay, las abejas!, muchos momentos muy particulares. Me llegaron a picar atravesando los guantes, pero nada grave, que no cunda el pánico (risas). Ha sido una pequeña gran aventura.
Gracias a Estibaliz Urresola…
–¡Siempre! Nos ha dado un viaje auténtico e interesante. Te sube a la nave, su nave. Ella tenía muy claro lo que quería contar, cómo y en qué tono. Una mirada muy particular que ha defendido por encima de todo. Es una gran directora, con una sensibilidad enorme, a la que se suma una gran técnica, con pleno dominio del tempo, la composición de planos…. Absolutamente todo.
¿Qué tal ha llevado lo de trabajar con menores?
–Para lo poco paciente que soy yo, la verdad es que nos han dado cosas que no te esperas. Ha sido bastante fácil, porque han sido muy formales, majos, inteligentes, sensibles y rápidos. También es verdad que su casting fue duro y complejo, y que en el rodaje se ha notado el trabajo previo con ellas y ellos tanto de Estibaliz como de Olatz Beobide, que se merece el reconocimiento también, por su constancia a pie de rodaje y en cada secuencia con nuestras compañeras y compañeros de corta edad.
Dados sus más de 30 años de trayectoria, al resto del elenco ya conocería, ¿no?
–Más o menos, sí, porque he tenido compañeras como Sara Cozar o Itziar Lazkano que nos conocemos hace mucho; pero mira, con Patricia no había coincidido, y fenomenal. Haciendo equipo, que es cómo hay que sacar adelante un trabajo de esta envergadura.
Usted ya tiene la experiencia de viajar al extranjero y pasearse por la alfombra, pero ¿qué sintió cuando le comunicaron que iba a la Berlinale?
–Es algo como que no te lo crees, y encima nos tuvieron un tiempo en plan top secret que creíamos que íbamos a reventar de no poder decir, pero ya ha llegado el día. Esti viajó el lunes y el resto ayer martes. No conozco ni la agenda, pero intuyo que de locura, pero vamos todas juntas, así que lo vamos a disfrutar y celebrar.
¿Agradecida de interpretar a la tía Lourdes?
–Por supuesto, y si no me hubiera dado la oportunidad de estar en la Berlinale hoy, también, porque es un personaje atípico, particular pero muy bonito, y eso para una actriz es muy interesante. ¡Quién me iba a decir a mí que a estas alturas iba a hacer terapia con abejas, ya ves tú que cosas tiene esta profesión!
¿Nuevos personajes a la vista?
–Pues mira este mismo sábado vamos a Barakaldo con la obra de teatro Todas las hijas de David Caiña y Andrés Lima, a partir de una idea original de Gemma Martínez. Es una pieza de terror, en la que comparto elenco con la propia Gemma, Maribel Salas, Sol Maguna y Vito Rogado. Es el cuento de la vida de cinco actrices que, mientras ensayan una obra llena de misterio y violencia, hablan de cómo han llegado hasta aquí, de cómo han vivido sus vidas y su arte y de porqué en el fondo del pecho, entre el corazón y el pulmón, donde se siente y se respira, hay una inquietud. A lo mejor es dolor, o sólo miedo, o es la edad, o la soledad, o el amor que también duele a veces, o una risa atravesada. Pero todas se acuerdan de su madre, por eso todas son las hijas. Sumidas en la oscuridad, los ecos del escenario les hacen revivir episodios de sus vidas que las han formado como mujeres libres e independientes. Pero el camino no fue fácil y no lo sigue siendo…
Parece que habla de usted misma…
–¿Verdad?. Esta profesión es así. Son temporadas, ansiedades que te surgen cuando baja el volumen de trabajo. Con la edad aprendes a gestionarlo mejor. Ya saldrá algo, te dices, pero es difícil. A veces te preguntas porqué has elegido este oficio.
¿Y después de ‘Todas las hijas’?
–Pues lo que decía, a esperar que salgan nuevas cosas. A ver si me llaman. Ponlo, ponlo (risas).