Lucio Ruiz-Poveda nació en una humilde familia de Elgoibar en 1931. El niño que más adelante pasaría a convertirse en el pintor Luziano tenía seis años cuando la Guerra Civil lo arrancó de Santa Klara para salir con destino a Francia desde el puerto de Santurtzi. Era uno de los más de 10.000 niños de la guerra que la Diputación de Gipuzkoa homenajeará en el Kursaal este sábado. Luziano es uno de los 144 que han localizado con vida, pero problemas de movilidad le impedirán acudir al acto desde su lugar de residencia en Madrid.
Luziano tiene fresco el recuerdo de aquellos años. Su familia abandonó Elgoibar con destino a Bilbao ante el temor de la llegada del ejército sublevado. ”Vivíamos en la calle Ronda. Una mañana, nos llevaron a Santurtzi y tres de mis hermanos y yo terminamos en el buque Habana junto a otros cientos de niños camino del exilio”. El viaje finalizó en Francia, donde el pequeño Lucio fue acogido por una familia acomodada de París. “Criada, coche, habitación y cuarto de baño. ¿Quién tenía cuarto de baño completo en Elgoibar? El wáter de nuestra casa daba directamente al río”. Las excursiones por París y el campo y la buena comida se convirtieron en algo habitual, pero no duró. Abandonó España huyendo de una guerra y terminó en otra. ”Mi padre de acogida, un médico ruso de origen judío que hacía proselitismo del comunismo en Francia, fue llamado a filas. Cayó prisionero y, por lo que supe años después, murió en un campo de concentración. Yo estaba con su mujer en el norte de Francia cuando los alemanes entraron en el país. Había viajado allí buscando a su marido. Vimos pueblos bombardeados y cuerpos en el suelo que pensaba que eran personas dormidas. Una noche nos despertó el sonido de miles de botas golpeando sobre el suelo de la calle. Me asomé y vi que eran los soldados alemanes. La invasión de Francia había comenzado”.
España reclamó su vuelta a finales de 1940 (sus tres hermanos regresaron un año antes). “Me encontré con mi madre y mi hermana pequeña, a la que no conocía, en Fuenterrabía (Hondarribia). Solo hablaba francés y no pude entenderme con ellas. Mi padre estaba preso. Volvimos a casa y vi que la situación había cambiado para mí. Adiós a las comodidades de Francia. Sufrimos penurias, pero guardo un gran recuerdo del trabajó de mi madre para sacarnos adelante, de mis hermanos y de mis amigos. Mi pasión por el arte y los viajes hicieron que me alejará del pueblo siendo muy joven, pero tengo muy presentes mis años en Elgoibar”.