Julienne Baseke, Caddy Adzuba, Emilie Katondolo. Las tres son defensoras de derechos humanos en las provincias de Kivu y las tres han tenido que huir de la República Democrática del Congo por la situación de violencia que vive el este del país desde que la guerrila M23 entrara hace casi un mes en la ciudad de Goma con el apoyo de Ruanda. "Es la primera vez que tengo que salir a causa de la guerra", explica Baseke desde Burundi, donde se ha refugiado junto a sus hijos. Un conflicto que ha tenido diferentes etapas y que ha provocado más de cinco millones de muertos desde 1996. Ahora, la contienda vive uno de sus momentos más críticos.
“ Goma, con casi dos millones de habitantes, y Bukavu, con casi medio millón, se encuentran en el este de la República Democrática del Congo, cerca de Ruanda ”
Baseke es la coordinadora de la Asociación de Mujeres de los Medios (AFEM), con sede en Bukavu (Kivu Sur), que nació tras las dos primeras guerras para romper el silencio en torno a la violencia sexual. "Esa violencia sexual se utilizaba como arma de guerra y las mujeres eran el objetivo de los grupos armados, pero se silenciaba. Nosotras quisimos escuchar ese silencio y empezamos a hablar con las víctimas", relataba durante una entrevista con este periódico hace dos años, durante un trayecto en barco de Goma a Bukavu. En estos años, la asociación ha logrado crear una potente red de activistas que, repartidas por los diferentes territorios de la geografía de Kivu Sur, utilizan los medios de comunicación como herramienta de denuncia, de apoyo y de construcción de paz.
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Julienne Baseke, durante el trayecto en barco de Goma a Bukavu.
"Llevamos más de 20 años comprometidas con la lucha contra la violencia hacia las mujeres, la lucha contra la impunidad y los derechos humanos en general. Denunciamos violaciones y alzamos la voz de las víctimas", asegura la también directora de Mama Radio, uno de los canales de denuncia y sensibilización de AFEM. Pero su trabajo es peligroso y, tras la irrupción del M23 en la ciudad de Goma (Kivu Norte), Baseke huyó de Bukavu.
"Hemos asumido muchos riegos como periodistas y defensoras de derechos humanos. Ahora, hay un caos total y una circulación incontrolada de armas. Muchos prisioneros han salido libres, hay muchos riesgos de represalias y ajustes de cuentas", explica. Al igual que ella, su compañera y amiga Caddy Adzuba, presidenta de AFEM y una de las defensoras de derechos humanos más conocidas del país –es premio Príncipe de Asturias–, partió hacia Camerún. "Me obligaron a huir", se limita a decir.
Una historia de guerra ligada a los minerales
La primera guerra de la Repúbica Democrática del Congo comenzó en 1996 y duró nueve meses, apoyada por Uganda y Ruanda para derrocar al dictador Mobutu Sese Seko. La segunda empezó en 1998 y duró hasta 2003, con la implicación de hasta nueve países. Ese año se firmó la paz, sin embargo, esto no supuso la disolución de los grupos armados, nacionales y extranjeros, que a lo largo de estos años han ido transformándose e, incluso, multiplicándose. Se estima que más de cinco millones de personas han muerto y otros tantos millones han tenido que desplazarse, provocando una profunda crisis humanitaria. Y, en el fondo, está el control de las minas de coltán, oro, diamantes, estaño y tantalio, minerales de los que se benefician las grandes empresas tecnológicas. En este contexto, el M23 se ha hecho extremadamente poderoso gracias al apoyo de Ruanda.
Tanto Baseke como Adzuba salieron del país antes de que el grupo rebelde tomara su ciudad, algo que ocurrió finalmente el pasado fin de semana. El M23 emitió un comunicado pidiendo a los habitantes de Bukavu no salir de sus casas y advirtiendo de que "cualquier forma de reunión será considera hostil a nuestras ideas". Los asesinatos se han extendido, incluidas ejecuciones a menores de edad –según ha denunciado la ONU– y las violaciones de derechos humanos son inenarrables. "Intento trabajar vía remoto con el equipo que se ha quedado en terreno, la situación es extremadamente difícil", relata Baseke.
"Violaciones de chicas jóvenes"
Emilie Katondolo también trata de continuar su labor como directora de programas de la organización Synergie des femmes pour les victimes des violences sexuelles (SFVS) de Goma, pero lo tiene que hacer desde Uganda, donde se ha refugiado con sus hijos. "No pasa un día sin que alguien muera y los activistas no se salvan", manifiesta y denuncia varias agresiones a su equipo en el terreno. "En la noche del 13 de febrero, bandidos intentaron entrar en la casa de nuestro oficial de programas, los defensores de derechos humanos somos objetivo", cuenta.
El M23 ya tomó la ciudad de Goma durante un mes en 2012. "La situación es casi la misma, pero ahora las agresiones son más graves. Me dicen que están violando chicas jóvenes, a muchas las violan tres o cinco rebeldes, es realmente terrible", sostiene.
"La brutal toma de Goma ilustra una profunda crisis humanitaria agravada por la participación directa de Ruanda en el conflicto. La comunidad internacional debe actuar rápidamente para exigir la retirada inmediata e incondicional del ejército ruandés", pide. Mismo ruego que hacen desde AFEM.
Las organizaciones de ayuda humanitaria y las ONG extranjeras han huido de la zona, y los grupos locales apenas pueden realizar su trabajo. La fuerza de paz de la ONU está también en el punto de mira y, mientras, los rebeldes siguen avanzando por el territorio, dejando a su paso un reguero de destruccion.