Alpe d’Huez, la montaña naranja, por el Orange de los neerlandeses, la descerrajó Fausto Coppi. Fue su primer morador. Fede Etxabe la descubrió para el ciclismo vasco en 1987. Iban Mayo reinó en la cumbre, otro mito del Tour, en 2003. Su conquista de naranja, la bandera del Euskatel-Euskadi, subrayó una subida fulgurante. A fuego. Era 13 de julio. Otro día duro por los Alpes, 213 kilómetros con el Télégraphe y el Galibier después de la primera toma de contacto de la víspera con la alta montaña.
“Ya vi entonces que tenía buenas piernas”, recuerda el vizcaíno, “y me reafirmé ese mismo día en el Télégraphe y el Galibier. Luego, tiramos para Alpe d'Huez y fue cuando Armstrong trató de pillarnos despistados. Nada más cruzar el puente y enfilar la primera recta puso a su equipo a tope. Subimos esprintando el primer kilómetro. Fue una sorpresa. Yo me quedé cortado y tuve que ir esquivando gente hasta llegar a la cabeza. Cuando lo hice, allí no quedaba nadie. Tiraba Heras y le seguían Armstrong, Beloki y Hamilton. Creo que nadie más”.
CUANDO EL VIZCAINO, REPLETO DE CLASE, TENÍA EL DÍA EN LA MONTAÑA, SE ANTOJABA UN CICLISTA IMBATIBLE
Petit comité. Los muchachos de Armstrong desbrozaban el camino con el famoso “full gas boys (a tope muchachos)” para el lucimiento posterior de su despiadado líder. Un poco más arriba, Beloki se impulsó para buscar su opción y testar al texano. Armstrong, vigoroso, no tardó en responder. Acción-reacción. Mayo, piernas de alambres, un muelle alado, no pudo frenarse. Pasional, se encorajinó visceral como era en carrera. El vizcaino se lanzó a por todas cuando a la montaña le restaban siete kilómetros. Un mundo. El de Mayo.
EL ESCALADOR DE IGORRE SE CORONÓ EN ALPE D'HUEZ, UNA DE LAS CIMAS MÍTICAS DEL TOUR DE FRANCIA
“Ataqué pegado a la izquierda. Quedaban más de siete kilómetros, pero era el momento. Estaba liada y ya no se podía parar”, recuerda de aquel día, de su exhibición. Julián Gorospe, al mando del coche, guiaba al de Igorre. Julián le cantó a Iban la diferencia. “Creo que me dijo que tenía una ventaja de 1:50. Y entonces supe que había ganado”. Un triunfo para siempre.
“Aquel es de los días de mi vida que nunca olvidaré“, cuenta Iban, que no fue consciente de la magnitud del logro hasta que llegó al hotel y se encontró con una nube de periodistas abordándole por su éxito. “Yo hasta ese momento no había pensado en nada que no fuese ganar la etapa y disfrutarla, pero no en la historia, lo que significaba ganar en Alpe d'Huez. No me di cuenta del boom que suponía aquello hasta que me rodearon las televisiones y, después, abrimos el champán en la cena”. El príncipe que reinó en Alpe d’Huez.