El club getxotarra Ibilki ha clavado la bandera del montañismo inclusivo en su expedición a Argentina. Ha dejado allí una huella que será difícil de borrar. La propuesta tangible era hollar dos cumbres que rondan los 6.000 metros de altura: una cima fue conquistada y en la otra hubo que desistir por los fuertes vientos cuando ya habían alcanzado los 5.000 metros. Pero había más objetivos que envolvían este proyecto y se cumplieron con creces: el de la convivencia entre distintas culturas, el de romper las barreras de la discapacidad, el del cuidado del medio ambiente... “Ha sido una maravilla de viaje”, ensalza Christian Lauro Rodríguez.
El sentido de esta iniciativa era “promover el montañismo inclusivo utilizando la montaña no como un fin sino como punto de encuentro”, tal y como reflexiona Christian, miembro fundador de Ibilki, guía de montaña, y asesor en cuestiones de discapacidad de la Federación Vizcaina y Vasca de Montaña. Él era parte de esta aventura en la que también estaba Ridouane Chakouch, un hombre de origen marroquí que vive en Barakaldo desde hace 20 años y que tiene retinosis pigmentaria. Desde Getxo también acudió Ruth de la Hera y la cordada la completaba la asociación argentina X más inclusión. Así que el grupo estaba compuesto por ocho personas de culturas tan diversas como la guaraní, quechua, maya, vasca, argentina y marroquí. Entre ellas se encontraba Jimena de Allende, quien en el pasado fue diagnosticada con un tumor en el fémur izquierdo y tras su recuperación se dispuso hacer alta montaña; o Gustavo Maidana, persona ciega total, deportista especializado en fútbol 5 adaptado, campeón mundial en 2006, y bronce en los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008.
Ellos, junto a Ridouane, entre otros, se lanzaron montaña arriba. El Cerro del Volcán Galán (5.985 metros) fue coronado después de tres campamentos y 10 horas de marcha el día de cumbre. Cerro Nevado de Laguna Blanca (6.012 metros) se resistió. “El trayecto fue complicado para las personas con discapacidad visual, ya que no había camino y estaba plagado de vegetación espinosa con pinchos de gran tamaño que bloqueaban el paso en todo momento”, admite Christian. Pero lo que realmente resultó complicado fue hacer frente al viento. Invencible. “Durante la madrugada los vientos ya eran huracanados, superaban los 150 kilómetros por hora, y las tiendas fueron, literalmente, destruidas por la violencia del viento convertido en una feroz tormenta de arena. A la mañana siguiente, el viento se había calmado y aunque el grupo estaba bien y muy animado, el habernos quedado sin dos tiendas replanteamos el ascenso. Con un 6.000 ya en el bolsillo, no nos costó decidir que teníamos que renunciar al segundo. En el pueblo nos recibieron con preocupación, aseguraban que esos vientos jamás los habían vivido con tal intensidad”, traslada Christian.
El resto de experiencias de la expedición fueron estupendas: las charlas de montañismo inclusivo, la visita a las comunidades indígenas, los talleres prácticos...