El vizcaino Ignacio Corcuera vive el Dakar de una manera especial. Sin mirar a los tiempos ni a los resultados deportivos. El piloto aboga por mantener el espíritu originario de la prueba, la verdadera aventura del hombre contra el desierto y la arena. Con esa mentalidad tratará a partir de enero de conseguir terminar su segundo rally, que a partir del 1 de enero arranca en Arabia Saudí.
Regresa al Dakar en la categoría de Classic, una prueba que tiene un significado especial para usted.
—La idea del Dakar Classic surgió en Erandio, en Retromobile, y de ahí hemos ido al mundo. Llevábamos tres años luchando para que se hiciera y no solo convencimos al director general del Dakar, David Castera, también convencimos a la ASO. Nuestra idea ha sido exitosa porque en la primera edición, con solo seis meses de preparación y en plena pandemia, ya hubo 24 vehículos y este año ya llegamos a 150, que son más participantes que en coches, camiones, buggies, quads y a la par que las motos, que es la que tradicionalmente tiene más participantes. Esto es un empujón para los que siempre hemos abogado por el espíritu del Dakar, por el de Thierry Sabine, que decía que el Dakar era una prueba para aficionados en la que tienen cabida los profesionales.
¿Cómo se encuentra a menos de un mes de volver a competir?
—Estamos ya contando los días para volar desde Barcelona a Jeddah. En menos de un mes hemos cambiado el proyecto que teníamos porque la idea era volver con el Iltis, pero nos lo han requerido de un museo. Hemos tenido que cambiar rápidamente de registro y hay muchas novedades. El recorrido es nuevo y el vehículo también. Vamos con un Toyota Land Cruiser BJ40, que fue el primer modelo de un diésel que terminó el Dakar en 1979. También voy con un copiloto nuevo, Óscar Ordóñez. Son muchas novedades y este será nuestro quinto Dakar, pero voy igual de ilusionado que en el primero.
¿Qué sentimientos le produce ver su Iltis en un museo?
—Promovemos la cultura y el deporte del motor y que figure el Iltis en un museo es un reconocimiento a un trabajo que muchas veces las instituciones no valoran ni reconocen.
¿Cuál es el objetivo que se marcan a nivel deportivo?
—Vamos a una competición, no vamos a un paseo. Nuestro principal objetivo es terminar. Es una meta que siempre nos ponemos y ya el año pasado lo conseguimos con un vehículo de 1980. Este año aumentamos el reto porque el vehículo es de 1975. Para nosotros el reto es terminar, porque si terminamos ya ganamos. Nuestro espíritu es la pelea, la lucha y el desafío contra las dunas y el desierto. Luego la clasificación nos pone a cada uno en su sitio, pero acabamos la carrera más dura del mundo. Cuando acabemos las dos semanas, ya veremos donde estamos con respecto al resto de los competidores. Nuestro desafío es individual y quedar más arriba o abajo es secundario.
¿Qué dificultades ve en su reto de finalizar el Dakar?
—Este año han prometido que va a haber mucha más arena, más dunas que el año pasado y según las circunstancias que haya de carrera, puede estar ahí la clave. Sé que tenemos que hacer nueve mil kilómetros de una manera o de otra, con tramos cronometrados y una navegación que va a ser más difícil. La edición anterior, la prueba fue solo de regularidad y este año también hay bastante navegación. Los copilotos tienen un trabajo extra. Los pilotos tienen que procurar no accidentarse e ir los más rápido posible y los navegantes marcar el rumbo.
¿Cree que el vehículo con el que competirán le ayudará más que el anterior?
—En un Dakar todo es incierto. Aunque lleves sobre el papel mejor vehículo, luego puedes negociar mal una duna o cometer un error de pilotaje o navegación y llevar al traste todo el trabajo realizado durante un año. La diferencia de este coche con el anterior es que es más antiguo, es diésel y es un todoterreno puro. El BJ40 es el todoterreno que ha hecho universal al equipo Toyota y queremos recordar que este vehículo era el más numeroso en los primeros Dakar y el modelo que consolidó las primeras ediciones de los años 80. En lo deportivo, es un vehículo que nos permite una velocidad más cómoda en los enlaces. Este coche mantiene una velocidad más alta en asfalto y luego en campo nos permite afrontar casi cualquier obstáculo.
Aunque no han tenido mucho tiempo para hacerse a él.
—Nos falta probarlo en arena, pero confiamos en que la experiencia que tenemos de treinta años conduciendo en esta superficie nos ayude a solventar el conocimiento que nos falta del vehículo in situ. Vamos a probarlo directamente en el Dakar y es algo que nunca se debe hacer. Siempre hay que llevar las cosas bien probadas, pero dadas las circunstancias no ha podido ser. Pero como hemos salido de muchas otras, también saldremos de esta.
¿Haber terminado el año pasado el Dakar no le hace querer dar un paso más a nivel competitivo?
—Cada Dakar es diferente. Cuando corrí tres Dakar de velocidad en solitario, el reto era muchísimo mayor que hacerlo con un acompañante. El esfuerzo era mucho más titánico, casi imposible de realizar. Pero nuestro reto es tratar de conseguir lo imposible. Por eso ahora hacemos los Dakar con los vehículos más antiguos que corrieron el Dakar, porque buscamos la dificultad, diferenciarnos de otra gente que va con vehículos más modernos y preparados. Buscamos el auténtico espíritu dakariano, que es el de las primeras ediciones. El hombre y la máquina contra la orografía. Nuestra meta es terminar y creo que lo haremos bien en ese aspecto. Aunque hay que tener en cuenta que pilotos profesionales con estructuras profesionales, han quedado fuera el primer día de carrera.
"El Dakar Classic es un empujón para los que siempre hemos abogado por el espíritu de esta prueba y de Thierry Sabine?