La consulta preconcepcional tiene como finalidad la identificación de condiciones sociales y médicas, tanto maternas como paternas, que puedan ser optimizadas antes de la concepción, con el fin de incrementar las posibilidades de un resultado perinatal favorable.
De ahí su importancia para reducir el riesgo de enfermedades congénitas potencialmente evitables.
Por ello, y como la salud de la mujer durante el embarazo depende de su salud antes de la gestación, la asistencia durante el periodo preconcepcional se considera que forma parte de la asistencia prenatal.
La consulta preconcepcional consiste en todas las acciones que se realizan en la consulta preconcepcional encaminadas a la evaluación del riesgo obstétrico, a la realización de acciones educativas y de promoción de la salud y a la recomendación de suplementos farmacológicos.
«Esta consulta debe realizarse de tres a seis meses antes de iniciar la búsqueda del embarazo e incluye una serie de pruebas como una adecuada revisión general y ginecológica, pruebas de laboratorio y constantes vitales, peso y tensión arterial. Las pruebas a realizar incluyen una determinación analítica básica que incluya el grupo sanguíneo y factor Rh y las serologías de infecciones como rubéola, sífilis, hepatitis B y C y VIH (Zika y Chagas en mujeres de zonas endémicas), así como la actualización de la prueba de cribado de cáncer de cuello de útero», destaca Pilar Costillas, matrona de IMQ.
El periodo preconcepcional es el «momento óptimo» para iniciar la asistencia a un futuro embarazo en una mujer con una enfermedad crónica, ya que permite «estudiar la enfermedad sin las limitaciones que impone el embarazo para realizar e interpretar las pruebas diagnósticas; situar a la mujer en las mejores condiciones de salud antes de iniciar la gestación y seleccionar el momento más adecuado para la concepción y adoptar medidas para proteger al feto frente a la exposición a fármacos y otras acciones diagnósticas o terapéuticas durante el periodo crítico de las primeras semanas del desarrollo».
En cuanto a las acciones educativas y de promoción de salud, «deben incluir el consejo nutricional, la investigación de la exposición a posibles riesgos farmacológicos y ambientales, así como a agentes en el ámbito laboral capaces de producir un daño congénito. También incluyen la investigación sobre el consumo de tóxicos como el tabaco, el alcohol y otras drogas en la mujer y su pareja. Asimismo, se pregunta sobre la actividad laboral, por si esta supusiera un riego para el embarazo y poder tomar las acciones oportunas para la reducción de ese riesgo. Otros aspectos son la revisión de la salud bucodental y la actualización del calendario vacunal, si se precisa. Para finalizar y no menos importante, conviene preguntar acerca del nivel de actividad física y la recomendación de que se incluya en la vida diaria por todos los beneficios que aporta» explica Pilar Costillas.
Suplemento con ácido fólico
Existe una sólida evidencia sobre la reducción de la incidencia y recurrencia de defectos del tubo neural con el consumo de cantidades adecuadas de ácido fólico antes de la concepción y durante las primeras semanas de embarazo. Hay que tener en cuenta que el cierre del tubo neural ocurre en las primeras cuatro semanas del desarrollo del embrión, antes de que muchas mujeres sepan que están embarazadas, por lo que la suplementación con ácido fólico debería comenzar de uno a tres meses antes y, por lo menos, hasta la decimosegunda semana de embarazo. La dosis a recomendar va a depender de si la mujer presenta o no factores de riesgo.
Entre los grupos de alimentos ricos en ácido fólico cabe destacar los vegetales de hoja verde oscura, cítricos, frutos secos, cereales integrales y legumbres y algunas carnes como el hígado.
Además, en la consulta preconcepcional se recomendará el suplemento de yodo desde un mes antes del embarazo, durante el mismo y mientras se amamanta al bebé.