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A lo largo de los siglos, el toque de campanas ha servido como medio de expresión y comunicación comunitario a través de un lenguaje sonoro formado por un amplio repertorio de formas y técnicas, tanto en el ámbito religioso como en el civil. Históricamente, los tañidos han tenido como principales funciones marcar distintos momentos del día, alertar a la población de acontecimientos naturales como incendios o inundaciones, llamar a misa, anunciar cortejos fúnebres o, incluso, decretos y otras noticias. Se trata de un patrimonio cultural inmaterial que ha ido desapareciendo, pero aún son muchas las poblaciones y personas volcadas en mantener y transmitir esta ancestral tradición.
Es el caso de la localidad arratiarra de Zeanuri, donde este domingo 16 de febrero, se volverá a disfrutar de la sabiduría y el buen hacer del oficio de campanero con motivo de la celebración de la fiesta de San Valentín en la barriada de Eleizondo. Y así será gracias a los hermanos Pedro y José Antonio Lejarza que tocarán las campanas de la parroquia de Andra Mari, a las 11.00 y a las 11.30 horas, de forma manual para llamar a la misa, tomando el testigo de su padre Iñaki Lejarza, de 91 años, y que fue su último campanero. Estuvo más de cuatro décadas ejecutando los toques aprendidos desde niño junto a su padre Andrés Lejarza, el primer campanero de la familia. Tras su fallecimiento, asumió con gran devoción y compromiso la tarea hasta 1994, año en el que el imponente templo religioso ubicado en Eleizondo se cerró para realizar trabajos de restauración.
Tres toques diarios hasta 1994
En su torre existen, en la actualidad, cuatro campanas en buen estado de conservación y con volteo mecánico: la Santa María, la más grande y la más antigua de todas, data de 1722 y tiene un diámetro de 136 centímetros, un peso aproximado de 953 kilogramos, una altura de 125 centímetros y con una inscripción en latín que reza Regina in caelum assumpta ora pro nobis; la Kanpaia, de 89 centímetros de diámetro y que fue fundida en Gasteiz por la empresa Viuda de Murua; la Inmaculada, de 122 centímetros de diámetro y de la misma procedencia que la anterior; y la Asunción, datada en 1953 y con un diámetro de 88 centímetros.
Las cuatro fueron tañidas de forma manual hasta ese 1994 “y cada día realizábamos tres toques: a las 06.30 de la madrugada, el de las ánimas; a las 12.00, el Ángelus, y al oscurecer, las Ave María”, explica Iñaki Lejarza. Esos tres avisos sonoros “los hacíamos sin subir al campanario, tirando de la soga que venía desde el campanario a la entrada de la iglesia”, un ritual del que su mujer, Benedicta Ibarrando –ya fallecida– “se ocupaba a menudo”. Muy diferente era la llamada a misa. “Había que subir al campanario, para voltear las campanas de forma manual” y en las ocasiones en las que era necesario hacer sonar tres campanas a la vez –una grande y dos pequeñas– “mi hermano José Antonio y yo le acompañábamos a nuestro padre. Más tarde, cuando yo me hice cargo, mis dos hijos, Pedro y José Antonio, me ayudaban a mí”, explica.
Pero además de los tres repiques de cada día, también hay otros toques particulares y con significado propio que bien conocen en la familia Lejarza. “Por ejemplo, cuando moría alguien, si era hombre se hacían tres toques al principio y si era de mujer, dos. Si había un incendio había otro sonido llamado su-kanpaiak y si se veía venir alguna fuerte tempestad, otro toque diferente...”. De entre toda la gama de posibilidades, los preferidos de Iñaki han sido siempre los festivos y los navideños. “Son toques largos, pero que a la vez expresan alegría. Además, aquí en Zeanuri, aún hoy en día, los sábados y las vísperas de fiesta, siempre se sigue tocando las campanas a las tres de la tarde”.
Actualmente, a sus 91 años, Iñaki vive en la casa contigua a la parroquia de Andra Mari y mira todos los días al campanario en el que tantas veces ha estado. A buen seguro que el domingo le embriagará una mezcla de nostalgia y orgullo al ver a sus dos hijos, Pedro y José Antonio, subir las más de cien escaleras de la torre para poner en práctica sus enseñanzas y voltear a mano las campanas para llamar a la misa de las 11.30 horas en honor a San Valentín.