Todo ha sido muy rápido para InBiot. A finales de 2018, un pequeño grupo de ingenieros vio un nicho de futuro en algo de lo que no se hablaba tanto como ahora, tras la pandemia: la calidad del aire de las estancias.
Se les ocurrió desarrollar un medidor capaz de recopilar decenas de parámetros que, analizados, ayudan a tomar mejores decisiones.
Ahora, la joven startup navarra tiene 17 empleados, aspira a alcanzar el millón de facturación en 2023 y ya mira fuera de España para seguir con el desarrollo de la idea, con una potencialidad brutal y el sello ‘made in Navarra’ en toda su línea de valor.
Es lo que ayer comentó el CEO de la empresa, Xabier Alaez, durante la presentación de las nuevas instalaciones de la firma, en Mutilva Alta. Al acto acudió el consejero de Desarrollo Económico, Mikel Irujo, que alabó la idea y celebró que un proyecto que en su día contó con el respaldo de Cein sea ya “una empresa en toda su magnitud”.
La empresa tiene todo lo que le gusta al Gobierno foral: un producto-servicio de alto valor añadido que genera empleo cualificado, cuyo proceso de valor se concentra en Navarra y que crece con la vista puesta en el mercado internacional. InBiot tenía 2 empleados en 2020. Ahora ya son 17. El 60%, ingenieros. Pero ya hay perfiles profesionales –de siete nacionalidades distintas– encargados de impulsar el producto. Tienen clientes por toda España y 2023 va a ser el año de la internacionalización. Hay una cifra objetivo: la del millón de euros de facturación
Margen de crecimiento
Basicamente, el producto es un medidor de calidad de aire que se coloca en la pared. Mide la temperatura, la humedad, la concentración de CO₂ y un montón de parámetros más que, convenientemente analizados, tienen un sinfín de aplicaciones. Hay una que es casi obvia: la calidad del aire es importante para la salud. Afecta al rendimiento, al confort, al estado de ánimo. Tiene una influencia directa en el absentismo laboral, por ejemplo. Pero el producto de InBiot tiene una potencialidad bestial en sectores económicos para los que las que un monitoreo constante de la atmósfera en la que desarrollan su producto es esencial. Por ejemplo: secaderos de jamón. Pero pensemos en laboratorios, en sector primario, en bioindustria.
Y todo se hace en Navarra. Es obvio que la empresa no escapa a las dependencias exteriores de cualquier producto tecnológico: los chips hay que importarlos. Pero InBiot ha desarrollado un software propio y toda la cadena de innovación es de aquí: aquí se investiga, se diseña, se programa, se analizan los datos, se desarrolla y se ensambla.
Precisamente, tener el control del desarrollo del producto les está permitiendo explorar todas las posibilidades del negocio. “Desde el minuto uno teníamos muy claro que el desarrollo tenía que estar aquí, porque sabíamos que iba a salir la necesidad de medir la calidad de aire en el transporte y en la industria. Hemos hecho un esfuerzo importantísimo a nivel técnico, pero eso ahora nos está abriendo más puertas” y ser “ambiciosos” con los objetivos, apunta Alaez.