La afición txuri-urdin lleva tiempo con la mosca tras la oreja por los arbitrajes que está sufriendo la Real. El colmo para muchos, incluido Imanol y alguno de sus colaboradores que salía de su asombro en el descanso del encuentro, llegó con la esperpéntica anulación del gol de Januzaj por un supuesto fuera de juego de Oyarzabal, con el error en la imagen que envió a la retransmisión televisiva la empresa encargada del Var. Por cierto, que no es la misma que la de la Liga y que es mucho peor la de la Copa, con muchos menos recursos a su mano y, por lo que pudimos comprobar la semana pasada, un alto índice de incompetencia entre sus miembros.
Como es norma habitual, el club no ha querido mojarse públicamente, salvo en un mensaje en sus redes sociales. Incluso Imanol echó marcha atrás en sus quejas tras el encuentro y aclaró que no se refería a la actuación del colegiado. Pero lo que realmente está molestando en las oficinas de Anoeta son los arbitrajes que viene sufriendo el Sanse desde que comenzó su andadura en Segunda A. Por decisiones clave y por el trato directo que les está dispensando muchos colegiados conscientes de la juventud y la inexperiencia de los de Xabi Alonso. La sensación que tienen en la Real, es que es muy fácil pitar al Sanse, tanto fuera como en un estadio casi en silencio.
El último gran ejemplo lo hemos visto esta semana. Trujillos Suárez, conocido en estos lares por ser el colegiado que expulsó a Xabi Prieto en un partido de Segunda por fingir un penalti como una catedral, condenó al filial con una pena máximo por un disparo que se estrella en el brazo de su defensa Enrique Clemente cuando lo tenía completamente pegado al cuerpo sin ocupar ningún espacio antinatural. Es decir, si la pelota no hubiese golpeado en su codo, lo hubiese hecho en el costado de su cuerpo. Por increíble que pareciese, el riojano Ocón Arraiz, que era el que se encargaba del Var, no corrigió su decisión y ni si quiere le pidió que lo consultara en pantalla. El Sanse acabó perdiendo dos puntos clave por el gol de penalti.
Lo increíble es que en el encuentro jugado ayer entre el Betis y el Villarreal, se vivió una jugada exacta cuando un disparo de Borja Iglesias se impactó en el brazo de Aurier cuando lo tenía pegado al cuerpo. González Fuertes pitó penalti, pero González González, que estaba en el videoarbitraje, no tardó en corregir su decisión al considerar que no era punible la jugada. Al menos le pidió que fuera a verla en la pantalla para que decidiera con todas las herramientas posibles.
¿Por qué sí en este caso y en cambio con el Sanse no? ¿No será porque son plenamente conscientes de que si le castigan al filial no va a tener ni la más mínima repercusión? Lo que es increíble es que llegados a este punto tan sangrante el club siga en silencio cuando su afición está indignada y ya no puede más de sufrir atropellos tanto en el primer equipo como en el filial.