Mientras la temporada ciclista perecía en el corazón del otoño, con el sordo vuelo de las hojas que se encaman con un lento chasquido en el suelo, Iñigo Elosegui (6 de marzo de 1999, Zierbena) viajó a Japón solo, en silencio, sin más compañía que sus sentidos para descubrirse. Quería encontrarse consigo mismo en una cultura extraña pero que le arropa desde hace tiempo, apasionado Elosegui por el país del sol naciente y sus costumbres e imaginario colectivo. En Japón se puso el sol del Movistar, el crepúsculo a tres cursos a contracorriente, laminado por las lesiones, zarandeado por el covid. “He vuelto con las pilas cargadas y repleto de ilusión”, dice el vizcaino, que correrá con el Kern Pharma el próximo curso. “Espero reencontrarme conmigo mismo. Sentirme ciclista de nuevo. Estoy lleno de motivación. Creo que volver a lo que considero mi casa es la chispa que necesitaba”, argumenta el ciclista.
Elosegui, nieto de José Antonio Momeñe, el muchacho que pasó al profesionalismo tras logros extraordinarios en las categorías inferiores, buscaba en el otro extremo del mundo un nuevo amanecer. Dicen los viajeros que el verdadero motivo de cualquier aventura es el retorno a casa, al hogar, que eso le da sentido al viaje. “Veo al Kern Pharma en un gran momento, con gente muy joven que crece día a día, que se curte en carreras de primer nivel y de la que los directores deportivos sacan lo mejor. Eso se contagia y estoy seguro de que va a ser buenísimo para mi aterrizaje”, apunta animado Elosegui, que necesita resetear. Volver a empezar. “El fichaje por el Kern Pharma lo enfoco como un renacer”, subraya el vizcaino, al que no le asusta la idea de firmar por un solo año. “Sé que si hago las cosas bien, será el primero de muchos años”.
El amanecer de Elosegui enlaza con el regreso a sus raíces, al nido del que voló. El ciclista vizcaino se acunará en el Kern Pharma, el escaparate de la Asociación Deportiva Galibier, desde donde partió en 2020 a través del Lizarte al Movistar. Aunque con otra decoración, la casa de Elosegui sigue siendo la misma. La reconoce de inmediato. Nadie olvida el hogar en el que más a gusto se ha sentido. La memoria es sabia y la piel siente esa caricia cálida de inmediato. “Esta casa es en la que mejor me he sentido, en la que más he rendido y creía que era el momento perfecto para regresar. Ha sido una decisión fácil porque necesitaba un revulsivo así en mi trayectoria. Es la chispa que necesito”, explica Elosegui, de vuelta al lugar donde creció como ciclista.
Grandes expectativas
El de Zierbena fue un ciclista con crecederas. Campeón de España sub’23 y vencedor del Memorial Valenciaga en 2019. Una trayectoria sin mácula. Un elegido. El Movistar, que tenía al Lizarte como lanzadera de los jóvenes talentos, le reclutó de inmediato. Elosegui, un ciclista de aliento largo y amplio catálogo, arquitectura de clasicómano, se perfilaba como una gran promesa. En aficionados todas las voces coincidían en que Elosegui se trataba de un ciclista con clase y muchísimo motor. Con ese sello se presentó en sociedad. Las expectativas pespuntaban en la azotea de un rascacielos. Sin embargo, el nieto de Momeñe, que accedió al profesionalismo desde el recuerdo de la memoria de su abuelo, –cuarto en el Tour de 1966; ganador de etapa en Giro y Vuelta–, visitó el sótano. Su luz se apagó. Una lesión de un tendón que une el glúteo con la cadera y el coronavirus, que le atacó con fuerza, convirtieron al talentoso Elosegui en un ciclista marginal, sin apenas rastro ni huella en sus tres cursos en el Movistar. Vapuleado el cuerpo y dañada la mente por el cúmulo de contratiempos, solo sumó 99 días de competición en tres cursos. “Han sido tres años mentalmente muy duros. Pero he aprendido de la experiencia. Me quedo con eso. Tengo 24 años y todo esto me ha servido para madurar. Tengo la sensación de ser un veterano que empieza de nuevo”, desgrana el vizcaino.
Falta de continuidad
“A veces parece que si no rindes en tu primera temporada como profesional, ya no lo vas a hacer nunca, pero hay casos en los que el crecimiento va a otro ritmo”, diserta Elosegui, que ha endurecido la piel. La ha escamado tras la dura experiencia de su periplo en el Movistar, donde nunca pudo ofrecer su mejor versión. Solo en el último tramo de la campaña de 2022 logró el vizcaino tener algo de continuidad. Demasiado tarde para un ciclismo que no espera, que galopa desbocado y donde la competencia es brutal. “Me ha faltado continuidad. En tres años apenas los últimos tres meses he podido disfrutar. Cuando corría una carrera, luego me tocaba parar. No tenía calendario, pero era normal porque hay mucha competencia y es difícil entrar en el equipo si no logras continuidad para tener ritmo y ser competitivo”. Círculo vicioso.
Elosegui tuvo que masticar una dura situación durante mucho tiempo que erosionó su motivación. “Este periplo me ha servido de aprendizaje. Ha sido una experiencia dura, porque no era lo que tenía pensado, pero al final, creo que he sabido gestionarlo”, expone. Para combatir esa sensación de desamparo, aumentada por las esperanzas que había depositadas sobre él, se colgó el vizcaino de la percha de la paciencia. “No queda otra que aceptarlo y adaptarte. Evidentemente, una situación de este tipo no es sencilla y se resiente la motivación. A veces la perdía, pero ahora miro al futuro y tengo muchísima ilusión y una motivación tremenda de cara al año que viene para volver a ser el que era”, enarbola optimista el ciclista vizcaino. Manolo Azcona, presidente de la Asociación Deportiva Galibier, reflexiona sobre la llegada de Elosegui. “Le hemos visto hacer cosas increíbles en su etapa amateur y su regreso es una alegría para todos. Estamos convencidos de que va a poder demostrar toda la calidad que lleva dentro. Es un corredorazo y si el físico le respeta caminará muchísimo”. Elosegui encara el próximo curso como “un reto ilusionante” en el que espera trazar el ciclista que realmente es. Iñigo busca a Elosegui.