Iñigo Vicente dejó ayer de pertenecer al Athletic. El club informó que el centrocampista “causa baja”, sin precisar en qué ha consistido el acuerdo que ha propiciado esta salida. Hay que considerar que Vicente tenía contrato en vigor, que vencía en junio de 2023 y una cláusula de rescisión, lo cual induce a pensar en la existencia de un arreglo, una cesión por ambas partes: el jugador consigue la carta de libertad para buscar un nuevo destino y el club evita el abono íntegro de su ficha. Sería una opción razonable toda vez que estaba cantado que el jugador no tenía margen alguno para hacerse un sitio en la primera plantilla. Ernesto Valverde no contaba con él y, de quedarse, estaba condenado a pasar la temporada en blanco.
Los tiros apuntan a que Vicente podría recalar en el Racing de Santander, que acaba de ascender a Segunda, categoría que el talentoso jugador de 24 años conoce gracias a las dos campañas cubiertas en el Mirandés en calidad de cedido. Hace tiempo que se le relaciona con la entidad cántabra y el rumor se intensificó la semana pasada cuando Vicente se ausentó de dos sesiones de entrenamiento en Lezama. Parecía que el cambio de aires era inminente y, la verdad, es que esta última noticia bien pudiera ser el factor que acelerase el tránsito.
De confirmase la hipótesis, Vicente compartiría vestuario con Jokin Ezkieta, quien junto a Iñigo Córdoba, de momento sin equipo, componen la relación de descartes. Los indicios que situaban a Unai Nuñez en la órbita del Celta de Vigo no terminan de plasmarse, pese a que ayer, al igual que ocurriera en dos jornadas de la pasada semana, el central no trabajó al lado de sus compañeros. La elevada ficha de Nuñez, sobre todo desde la óptica de un Celta que paga emolumentos bastante más modestos que los que rigen en el Athletic, asoma como un obstáculo de consideración para lograr un consenso.
Tres ratitos
La marcha de Vicente no obtendrá un gran eco ni se valorará como un episodio trascendente y menos aún negativo o perjudicial, básicamente por tratarse de un jugador con un paso muy efímero por el primer equipo. Sin embargo, en su historia confluyen diversos aspectos que inducen a realizar una reflexión. Es cierto que apenas pudo asomar en la máxima categoría, pero precisamente que no dispusiera de oportunidades para mostrar su nivel es sintomático, incluso extraño. Al fin y al cabo, Vicente no es el típico chavalito al que no se le adivina una proyección en la élite y por tanto es amablemente invitado a cruzar la puerta de salida a una edad más temprana para que se busque la vida por su cuenta. El próximo enero hará 25 años y si ha jugado de prestado en el Mirandés en dos etapas distintas es porque posee una serie de virtudes que, cuando menos, hacían dudar sobre sus posibilidades reales de acceso al escalón superior.
Sus primeros registros en el Mirandés le otorgaron una plaza a las órdenes de Gaizka Garitano. En esa campaña 2020-21 también estuvo a las órdenes de Marcelino. Ni uno ni otro le hallaron cabida en sus pizarras, de hecho completó el calendario con tres intervenciones sueltas para sumar el tiempo equivalente a medio partido. Debutó ante el Cádiz, reapareció contra Osasuna y en el cierre liguero Marcelino le concedió un ratito más. Su nombre figuró en 28 convocatorias, pero en realidad ejerció de relleno.
Así que no hubo manera de comprobar qué podía aportar al Athletic un Vicente al que se le tachaba de cómodo, poco dado a sufrir. El verano siguiente retornó al Mirandés, donde dio un tono similar al del primer año, con un puñado de goles y asistencias, así como un surtido ramillete de acciones reservadas a una minoría por su dificultad técnica. Ya en el Bilbao Athletic dejó ese sello de tipo ingenioso en permanente relación con el gol. El filial se le quedó chico, también sobresalió en el club burgalés, pero nunca gozó del margen de confianza preciso para desarrollar su repertorio en San Mamés, donde al menos quedó constancia de su debut el 1 de octubre de 2020. Como él mismo recordaba ayer en Twitter, fue captado en alevines. Se va tras quince años y siendo un desconocido para el aficionado.