Es en el teatro donde Edurne Azkarate se ha hecho camino, sin perder de vista otras facetas como la de bertsolari. Ahora, eso sí, es la gran protagonista de Irati, que el próximo día 24 llega a las salas.
Dice Paul Urkijo que su persona es duro, fuerte, incluso con un punto violento, mientras que Edurne Azkarate “es un sol”. ¿Cómo ve usted a Irati?
–Es, en esencia, una superviviente. Es una persona que no tiene filtros sociales porque tampoco vive en la sociedad en la que en realidad le debería tocar vivir. Se relaciona mucho más con la naturaleza, con el bosque y con los animales, que con los humanos. No se rige por las leyes humanas, por las convenciones sociales y ahí es donde puede resultar una persona un tanto arisca o, como decías, un tanto violenta. Pero es porque precisamente su realidad es otra.
¿Y es Edurne un sol?
–(Risas) Creo que soy una persona maja, la verdad. Pero sí que empaticé mucho con el personaje porque, salvando las distancias, yo soy de pueblo, he sido una niña bastante mowgli, y disfruté mucho de todo ese barrizal de Paul.
Cuenta el directo que en cuanto vio a Azkarate en el casting lo tuvo claro, que incluso se llevó trabajado el tipo de euskera que se habla en la película.
–Es un euskera muy bien trabajado por parte de Gorka Lazkano y Paul que a mí me dio mucho a la hora de crear el personaje y llevar una determinada propuesta al casting. Me pareció importante llevarlo bien trabajado. Es verdad que es un elemento del personaje que te transporta. Tu cuerpo cambia en el momento en el que utilizas así el euskera. De hecho, fuimos trabajando todo el equipo esto para que todo fuera coherente y nadie se quedara descolgado. Y le agradezco mucho a Paul que diga que me vio enseguida como Irati (risas).
Todas las mujeres que tienen un papel en la historia, no así los hombres, son fuertes, poderosas.
–Sí, sí y es absolutamente intencionado. Es una película muy dicotómica, en el sentido que puedes ver cómo se relacionan y también enfrentan varias dualidades como la que existe entre las religiones monoteístas y el paganismo, o la que hay entre la ley humana y la ley divina... Y también hay ahí una tesis insertada que mira a la relación entre lo femenino y lo masculino. Los personajes femeninos son los que más unidos están a la tierra. La película propone a los personajes masculinos más en la política del momento, mientras que lo más natural, lo visceral, lo pagano está representado por las mujeres.
Por cierto, ¿pero cuánto corre en la película...?
–(Risas) Sí, sí. Me gusta, no creas. Lo complicado fue hacerlo en los lugares en los que rodamos y con esos calzados.
“ Ella es una superviviente que se relaciona más con la naturaleza y el bosque que con los humanos ”
Tuvo que ser un rodaje complicado por el frío, por el hecho de trabajar en la naturaleza...
–Solo tuve un interior en todo el guion. Y ese interior se montó en la cima del Abodi (risas). Sí, fue un rodaje duro. Además, Paul es muy exigente. Tira mucho de la cuerda y te pone en tesituras muy extremas. Pero sabes lo que pasa, que lo que él pide, lo da. Me sentí siempre muy protegida y cuidada por el equipo. De hecho, entre todos nos cuidamos lo máximo porque era lo mínimo que se podía hacer para soportar todos con alegría una propuesta tan arriesgada y tan dura a nivel físico.
Una película en la que tiene usted hasta que cantar.
–Sí, es que en esta película creo que he hecho de todo. Y estoy muy contenta por ello.
“ Es verdad que el teatro lo siento más como mi hábitat, pero tenía muchas ganas de probar el cine ”
¿Es una primera experiencia en el cine a repetir o prefiere priorizar su trabajo en el teatro?
–Es verdad que el teatro lo siento más como mi hábitat, pero tenía muchas ganas de probar el cine. Esta es la mejor oportunidad que podía haber tenido. Me he quedado muy tranquila con lo que he hecho en Irati. Si resulta que es la única película que hago, pues mira qué bien. Pero sí que me gustaría seguir probándome y formándome en el cine porque me ha gustado la experiencia. Son dos lenguajes muy diferentes pero me resulta muy atrayente el cine.
¿Qué ha pensado cuando se ha visto en la gran pantalla?
–He renunciado a la idea de ver la película como espectadora. Eso también es todo un viaje. La primera vez la ves como con miedo, porque no sabes qué vas a encontrarte. Luego ya lo vas aceptando y valorando. Cuando te conoces un poco la película es cuando empiezas a verte fallos para después volver a reconciliarte. Así que está siendo todo un viaje.
Ahora llega el momento del público. ¿Qué le gustaría que pasase?
–Me gustaría que se conmoviera. A parte de pasarlo bien, me gustaría que al salir de la sala, el público tuviera tema de conversación y reflexión con quien haya ido al cine. Es una película visual y narrativamente muy conmovedora que también deja un poso de reflexión. Si los espectadores pueden hacer todo ese itinerario, me parecería un logro estupendo.
Una curiosidad: ¿se llevó el cuchillo tras el rodaje?
–(Risas) No me lo llevé, pero después del rodaje, Paul me lo regaló.