Habrá muy pocas personas que viviendo en Donostia no se hayan parado ante el escaparate de Irulea, un establecimiento que atrae por su solera y por lo primoroso de cada prenda o elemento que elabora y muestra.
Pero no son solo los donostiarras. Hace ya tiempo el nombre de este emblemático establecimiento, cuyas riendas lleva en la actualidad Ayago Villar Pagola, tercera generación al frente de esta cuna del esmero, ha cruzado fronteras.
Fue en 1932 cuando la abuela de Ayago, Manuela Barandiaran, abrió las puertas de un negocio que siempre se ha nutrido de los talleres del entorno y ha bebido de la calidad y de la puntada a puntada de unas costureras casi irremplazables.
Cuenta Ayago la historia de este singular comercio que puso en marcha su abuela con sus dos hijas mayores en 1932. Su madre, María Luisa Pagola, la hija pequeña de ocho hermanos, fue quien tomó el relevo tiempo después, ya que cuando abrió sus puertas “tenía siete años”.
Doña Manuela, como la llama su nieta, tuvo como la ayuda impagable de dos colaboradoras que permanecieron en Irulea hasta que se jubilaron, Roberta y Maritxu.
Su madre, tras estudiar Comercio, asumió la responsabilidad de la tienda cuando sus tías la dejaron por motivos familiares. Pero a los 47 años quedó viuda con nueve hijos y afrontó el reto de ampliar la tienda y de “sacarle más producción”.
Ayago Villar es la menor de los nueve hermanos y la historia, en su caso, se ha repetido, ya que como ocurrió con su abuela y sus tías la carambola de la vida hizo que al final la más joven decidiera ponerse al frente del negocio familiar, después de que sus hermanas fueran buscando otros caminos.
Irulea cumple 90 años de vida, solo diez le separan del siglo. De momento a Ayago Villar le provoca cierto vértigo hablar de dicha efeméride y prefiere disfrutar de estas nueve décadas que festejarán con diversas citas que tendrán como escenario principal el comercio de la calle Mayor, cincelado en madera y que guarda el encanto de épocas pasadas.
Tres generaciones “trabajando con la artesanía, a mano y con tejidos lo más nobles posible, algodones y linos sin mezcla”. Y esta forma de funcionar es “lo que más se ha valorado” en la tienda. “Hubo un tiempo en el que se confeccionaban muchísimos ajuares. No había nada confeccionado de serie y se encargaban. Después se comenzó a dar mucha importancia al tema de los niños, los bebés y la primera puesta”, explica Villar.
El siguiente paso fue ofertar trajes de primera comunión y en la actualidad “la línea de hogar –sábanas, mantelerías, edredones y toallas– es a la que más importancia se le está dando”.
¿Por qué? Por una razón simple. “No resulta fácil encontrar estos productos con la calidad y tejidos que ofrecemos. Y, además, lo confeccionamos todo a medida”.
Para poder controlar todo el proceso y su calidad, Irulea trabaja con talleres de la zona “con confeccionadoras nuestras de toda la vida”, que serán unas de las protagonistas del programa conmemorativo.
Irulea es muy conocida en Donostia, pero también en otros lugares. Ayago Villar no quiere hablar de la clientela de “familias muy conocidas” que entran en su tienda y que “como llegan de forma discreta, nosotras respetamos su discreción”.
Ese salto más allá de los límites de la bahía se explica por distintos motivos. Por una parte se halla la publicidad del público que en alguna ocasión ha realizado alguna adquisición en este comercio y lo ha recomendado. Pero, además, dejando al margen el tiempo de pandemia, “Donostia, y la Parte Vieja en concreto, es muy turística. Muchos de los turistas que nos visitan entran”.
En muchos casos esta clientela repite y realiza encargos al tener hijos, nietos o cambiar de hogar. “Ahora con el WhatsApp y por las redes nos realizan muchos pedidos”, añade Villar.
Respecto a la moda infantil en Irulea se toca hasta los siete años, ya que es aproximadamente a esa edad cuando cuestionan lo que digan sus madres y sus padres y eligen por sí mismos. ¿Y hasta esa edad? Pues al igual que el resto de su oferta, en Irulea se trabaja al detalle y con cierto toque clásico. ¿Niños o niñas? Sigue pidiéndose más ropa para las niñas, porque las clientas de Irulea continúan siendo “más caprichosas” a la hora de elegir la ropa de las chicas.
La procedencia de los tejidos que se utilizan es variado. “Tenemos cosas italianas con calidades espectaculares, felpas de categoría de Portugal, tejidos de Bélgica...”, explica Yago Villar.
Y un día saltó la sorpresa, cuando se supo que la princesa Charlotte, hija de los duques de Cambridge y bisnieta de la reina Isabel II, tenía en su fondo de armario de recién nacida ropa de Irulea.
“Contactaron con nosotras a través de su nanny, una chica de Palencia. Su madre estuvo en la tienda que ya conocía y cuando nació la niña quisieron hacerle una canastilla de regalo”, explica. A este pedido le siguieron otros pero “hasta que no nació el bebé no supimos que los encargos iban para los duques de Cambrigde, todo iba de forma muy discreta”.
cuarta generación
“Con mucha ilusión” y sin saber si habrá una cuarta generación familiar al frente de Irulea, Ayago Villar trabaja con entusiasmo en un comercio cuyas riendas tomó “en plena pandemia”.
El covid ha alterado la actividad, “que sigue un poco rara”. “En mayo se trabajó fenomenal, en junio se bajó muchísimo, y estamos a la expectativa de lo que pase en julio y agosto que aquí con el turismo suele ser un mes muy bueno”, abunda Villar.
Mientras se aclara la situación, la clientela de Irulea sabe que para encontrar diseños “clásicos” y de calidad solo tiene que entrar en este establecimiento de la calle Mayor.
“Esto es lo que nos distingue, porque para otro tipo de ropa, hay muchos sitios. Lo nuestro es lo más clásico, hecho a mano y con tejidos nobles. Ropa más formal”, insiste.
Y como es un comercio en el esmero se paga, aunque las redes e Internet funcionen, su clientela “prefiere venir a probarse. Es todo muy personalizado, desde el faldón del bautizo al vestido de una niña, desde la mantelería a la funda nórdica. Por eso prefieren venir aquí, tocar los tejidos, elegir, ver los colores... La atención personalizada se valora”, subraya.
Además, “se cosen auténticas obras de arte” cuyo precio no se podría pagar si fuera por horas, nada que ver con otro tipo de productos. “También hay que saber hacerlo y no es tan fácil encontrar talleres. Nosotras mantenemos nuestras costureras. Ya veremos qué pasa cuando se jubilen, aunque ahí vamos buscando”.
Es julio el mes de la celebración propiamente dicha e Irulea tiene la agenda llena. El día 26, el día de la inauguración, se celebrará con “amigos y familia” pero también habrá encuentros con deportistas, las chicas del equipo de baloncesto Easo-Irulea, y con las confeccionadoras que con tanto mimo trabajan en este casi centenario comercio donostiarra. l