El temido fin de semana sanferminero ya está aquí, y con él también ha llegado la avalancha de visitantes que día y noche abarrota las calles de Pamplona. Lo cierto es que el sábado suele ser el día que más “pereza” da a los locales por las aglomeraciones y largas esperas para poder pedir un pote, aunque en los últimos años, sin contar los de pandemia, claro, los fines de semana no han estado tan saturados como lo estuvieron hace no tantos años.
Aun y todo, costaba y mucho caminar por el Casco Viejo de Iruña. Txarangas, txistularis, la comparsa de gigantes, personal de limpieza y hasta camiones reponedores intentaban, con poco éxito, avanzar por unas calles estrechas, que en momentos de mucha gente se convierten en auténticas ratoneras. Un callejón sin salida en el que la paciencia es amigo indispensable para que uno no se tire de los pelos.
Fin de semana, dos días nada más, en los que la suciedad se acumula en las calles más que en cualquier otro día de los 365 que tiene el año. En éste, además, el factor meteorológico ha jugado un papel fundamental. Tras un inicio de las fiestas pasado por agua, que a pesar de los inconvenientes ha ayudado considerablemente a mantener cierta limpieza en las calles, si no estaban encharcadas, ha traído un radiante sol que sin duda subió más los ánimos, y la basura acumulada.
balance positivo La Junta Local de Protección Civil de ayer, que estuvo presidida por la alcaldesa, Cristina Ibarrola, destacó el “buen inicio” de los Sanfermines de este año. A pesar de que la lluvia de los dos primeros días llevó a suspender más de una veintena de actividades del programa festivo, la mayor afluencia de gente y normalidad en el desarrollo de las fiestas hacen que el balance provisional del consistorio sea positivo.
En lo referente a las previsiones del sector hotelero, se están cumpliendo según lo previsto. La Asociación de Hoteles de Pamplona contemplaba una ocupación de entorno al 90 % para los dos primeros días de fiesta, cifra que se reducirá al 80 % para el resto de la semana. Sara Martínez, presidenta de la asociación, explica que no se ha notado un repunte de ocupaciones de cara al fin de semana, que se mantiene en la misma tónica que se espera a partir de mañana, aunque están más que satisfechos.
La hostelería también está contenta y percibe un ligero incremento de visitantes respecto al año pasado. Lo cuenta Marisa Marco, que lleva muchos Sanfermines a sus espaldas al mando del Bar Garazi. A partir del lunes prevé un bajón de asistencia, momento en el que “los de casa” ocuparán los huecos que dejen los foráneos. La novedad de este año es el fuerte incremento de clientes que pagan con tarjeta de crédito, móvil o dispositivos similares, que es “el doble” respecto al año pasado. Más de uno se llevará una desagradable sorpresa cuando compruebe en su cuenta bancaria todos los pagos que realizó cuando no estaba en plenas facultades mentales.
Todo lleno día y noche
La noche del viernes fue larga en el Casco Viejo pamplonés. La maraña de gente que llenaba los bares demoraba indefinidamente el momento de pedir los tragos, pero la carrera de obstáculos continuaba para aquellos que querían salir a la calle, esquivando e, incluso, saltando por encima de mozos que no consiguieron seguir el ritmo que requiere una fiesta como ésta. Ante esta situación, poca gente conseguía llegar a su destino sin desperdiciar gran parte del contenido de su vaso.
Por las calles se escuchaban nuestros dos idiomas, pero también inglés, italiano y francés, mucho francés. La cercanía ha traído un tsunami de visitantes galos que han abarrotado Pamplona este fin de semana, a la espera de los que puedan llegar los últimos días de las fiestas, coincidiendo con el festivo nacional. Lucie es de Langon, un pueblo cercano a Burdeos, y ha venido junto a sus 4 amigas. Es la segunda vez que visita la ciudad estas fechas, después de haber disfrutado “muchísimo” el año pasado.
Al igual que Lucie, mañana abandonará la ciudad Jeff, joven de Boston (EEUU) que llegó a Pamplona hace cuatro días junto a sus siete amigos. “Estamos disfrutando mucho”, asegura, mientras su cuadrilla lo presiona para que deje de hablar e ir corriendo a rellenar unos vasos que ya estaban vacíos. Salir dos días seguidos no ha sido impedimento para que se haya aventurado a correr el encierro: “He salido vivo, por lo que no puedo pedir más”, bromea. Ha venido de muy lejos, por lo que su viaje no acaba en Iruña: las playas guipuzcoanas lo esperan para que pase la resaca.
Las fiestas de San Fermín, sin embargo, son mucho más que juerga y alcohol. Es algo muy bien sabido por todos los de casa, pero que todavía cuesta hacérselo ver a quien viene desde fuera. No es el caso de Eva Serra, que llegó el viernes con toda la familia, un grupo de 10 personas de Reus (Catalunya). En su caso no ha dudado en vivir los Sanfermines junto a los más txikis de la casa, consciente de las infinitas posibilidades que la fiesta ofrece a personas de todas las edades. Una vez más, y sucede cada vez que se habla con alguien de fuera, el encierro es una cita ineludible, sea corriendo o como espectador: “Hemos madrugado mucho para ver el encierro y ahora nos toca ya ir tomar algo”.