Tras el mes de julio de vacaciones, la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) ha vuelto a retomar su actividad con la interpretación la semana pasada en la Quincena Musical donostiarra de la zarzuela de Pablo Sorozabal La tabernera del puerto, además de estar realizando estos días los ensayos de su tradicional gira de verano. Una gira que llevará a las y los músicos a tocar mañana viernes en la iglesia Santa María de Gorliz; el sábado, día 13, en Andra Mari en Lekeitio, y el 4 de septiembre en el Muxikebarri Zentroa de Getxo. Y lo harán bajo la batuta de una joven directora, Isabel Rubio, para quien será su primera vez al frente de la sinfónica bilbaina.
A sus 33 años, Isabel Rubio ha dirigido ya a numerosas orquestas, como la Filarmónica de Gran Canaria, la de Valencia, de Murcia, Oviedo Filarmonía, y las Bandas profesionales de Madrid, Bilbao, Alicante, Pontevedra, Santiago de Compostela y Gasteiz. De origen murciano, es actualmente la directora asociada de la Orquestra Vigo 430 y la Joven Orquesta Sinfónica de Granada.
¿Cómo ha encontrado a la orquesta bilbaina?
—Muy bien, ¿qué voy a decir? Es la BOS. Los directores a los que nos invitan a trabajar en Bilbao tenemos mucha suerte. Es una orquesta muy buena; además, tengo que decir que no hay muchas oportunidades ahora en España para dirigir orquestas de esta categoría.
Pues a usted no le va tan mal... La reclaman desde muchas formaciones musicales.
—No me puedo quejar en absoluto, soy freelance y me invitan a dirigir orquestas profesionales y amateurs. Estoy cómoda con lo que hago y además soy asociada de la orquesta de Vigo y la Joven Orquesta de Granada. No soy titular, pero me llaman para trabajar con las dos cuando me necesitan.
En Bilbao ya la hemos podido ver conduciendo a la Banda Municipal...
—Gané la primera edición de los Encuentros sobre Dirección Orquestal, organizados por BilbaoMusika en 2016. Y al año siguiente, pude trabajar con ellos.
Durante la gira de verano con la BOS va a interpretar obras de Usandizaga, Bach y Beethoven. ¿Ha elegido usted el repertorio?
—Cuando me ofrecieron realizar estos conciertos, hablé con Borja Pujol (director técnico de la orquesta) y me comentó que el programa incluía el concierto de solista para flauta y cuerda de Bach, y a partir de ahí, había que añadir dos obras. Le propuse algunas que la orquesta no hubiera tocado en esta gira en los años anteriores, como la sinfonía número 8 de Beethoven y acordamos también la Suite, Op. 14, Prelude & Finale de Sorozabal, que también para mí es nueva.
Va a tocar en Gorliz, Lekeitio y Getxo. En el caso de las dos primeras, en iglesias. ¿Qué tal es su acústica?
—No conozco las localidades. Cuando se toca en iglesias hay que tener en cuenta otras cosas, pero la acústicas suele ser buena. La orquesta ya ha tocado allí en otras ocasiones y todos me dicen que suena fenomenal.
¿Cómo fueron sus inicios musicales?
—Soy de Murcia, nací en Abarán, pero he vivido toda la vida en Águilas y allí hice el elemental con un instrumento de percusión. El profesional en el Conservatorio y el superior de percusión y dirección en Murcia y luego estuve un año de Erasmus en Bruselas. Y luego, claro, estás siempre formándote en cursos e intentando participar en concursos, porque cuando estás estudiando tienes pocas oportunidades de dirigir. No es lo mismo ponerte delante del espejo y mover las manos; eso no es real. Un director es mucho más que unas manos que no dejan de trabajar. Necesitas una respuesta por parte de los músicos.
¿Qué le llevó a la música?
—Fue todo fortuito: mi padre me apuntó a la escuela y el instrumento lo elegí por descarte. No podía soplar porque tenía un problema en el tímpano, por lo que no podía elegir instrumentos de viento y en la escuela no había de cuerda ni piano. Cogí percusión, de lo que estoy contentísima, no lo cambio por nada. Estuve pensando en ser veterinaria, pero cuando tuve que elegir, no me imaginé mi vida sin música.
¿Y qué la empujó hacia el camino de la dirección?
—Buscaba algo que me faltaba en la carrera de la percusión y encontré un curso de dirección en la banda de mi pueblo, en Águilas. Cuando me subí por primera vez a la tarima para dirigir una obra, sentí la energía de los músicos y, sobre todo, que podía moldear la música. Quería volver a tener esa experiencia; a partir de ahí, me apunté a la carrera de dirección. Sigo sintiendo esa misma energía cada vez que me subo a un escenario.
¿Cree que está normalizada la situación de género en su profesión?
—Ahora cada vez hay más directoras, pero lo que hay que hacer es normalizarla. A mí siempre me han tratado bien los músicos, no sé qué pasaría si yo fuera hombre y mayor. Pero quiero quitarme eso de la cabeza; éste es mi trabajo, creo que lo hago bien y después de toda la lucha de las que me precedieron, que desafortunadamente no tuvieron estas oportunidades, me siento afortunada de vivir en esta época. En mi curso cuando comencé era la única mujer, pero ahora conozco a muchas mujeres que conducen orquestas: Anea Legarreta, Irene Gómez Calado... Cada vez somos más las que accedemos a este puesto que tradicionalmente ha estado reservado para los hombres. Por ello, cada vez es más sencillo hablar de normalización.
Dice que un o una directora es mucho más que unas manos que no dejan de trabajar. ¿Qué cualidades hay que tener para llevar la batuta?
—Primero hay que ser buen músico porque si no tienes una vivencia musical en el escenario, no es fácil pedir cosas a los demás. Además, hay que tener las cosas claras de lo que quieres; cuando trabajas con la orquesta ellos te ofrecen un material sonoro y tú tienes que seguir tu idea pero sin ser un dictador, eso no lleva a buen puerto. Ellos son artistas y te están dando un material que tienes que manejar teniendo en cuenta sus aportaciones. Un buen director tiene que sacar lo mejor de los músicos. Si no están cómodos tocando, tampoco te van a dar lo mejor. Hay que tener empatía absoluta.