Minuto 77. Real 1, Rayo Vallecano 0. Saque de puerta a favor de los txuri-urdin. Remiro se dispone a poner el balón en juego, con Aritz y Le Normand ofreciéndose en corto. Pero de repente un tipo vestido de blanco y azul, con el 10 a la espalda, reorganiza la acción con los brazos en alto y a voz en grito, desde el centro del campo. Así que el portero pasa a coger carrerilla para golpear en largo. Los centrales ganan altura. Y Januzaj acata sin rechistar la orden directa de su capitán: "Bascula hacia la izquierda, que el balón va para allí". Fue un capítulo más del show de Don Mikel Oyarzabal, un espectáculo que arrancó tras el descanso con el eibartarra convertido en vía hacia el gol. Que continuó luego con su diana desde el punto de penalti. Que apuntó al más difícil todavía con nuestro protagonista, ya bastante fatigado, centrándose para jugar unos minutos en el puesto de Silva. Y que tuvo como guinda su maniobra en el descuento: con el propio Janu en el suelo tras sufrir un golpe, metió él solito al doctor Javier Barrera en el campo para atender al belga. Por aquello de perder más tiempo.
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Este club y este equipo tienen un tesoro. Un tesoro que no ha disfrutado de vacaciones este verano. Dicen que quizás le concedan algo de tregua en fechas próximas. Si así sucede, es posible que Oyarzabal dedique sus días de descanso a tumbarse a la bartola sobre el césped de Anoeta. Con una toalla y una sombrilla. Llueva o truene. Porque, viéndole en acción, parece evidente que no hay lugar en el mundo donde se encuentre más a gusto. Ayer fue el líder espiritual de una victoria importante y necesaria. Su Real sufría, carente de ese último pase, esa acción decisiva que terminara de abrir la lata vallecana. Hasta que Imanol decidió que había que entregarle las llaves. Sabia decisión. Y balsámica. El equipo necesita progresar. Se encuentra lejos aún de su mejor versión. Pero si va sumando durante el camino, los problemas, que los sigue habiendo, son menos.
Tres cambios
La Real encaró el partido con un once que presentaba tres cambios respecto al alineado una semana antes en el Camp Nou. Isak relevó a Portu en la posición de 9. Barrenetxea, que intercambió varias veces su perfil con Oyarzabal en la primera parte, entró en una de las alas del ataque por Adnan Januzaj. Y Gorosabel fue el lateral diestro en detrimento de Zaldua. El sueco y el de Arrasate son teóricos titulares. Y Barrene, circunstancias de pizarra al margen, merecía la oportunidad tras su muy buen verano. Así que pocos peros se le pueden poner, sobre el papel, al equipo inicial que se midió al Rayo. Un Rayo, por cierto, que tuvo mucho de réplica de aquel Mirandés de Andoni Iraola que visitó Anoeta en la Copa hace año y medio. El técnico visitante, como aquel día, apostó en muchos lances por flotar a Aritz en la salida de balón. Intercambió también el perfil habitual de sus pivotes para que Óscar Valentín se encargara de Silva, como le tocó a Malsa con Odegaard en febrero de 2020. Y, en líneas generales, ordenó una presión bastante adelantada y valiente. Sin embargo, esta vez la Real encontró soluciones para salir airosa de semejante contexto. Las alternó con cierto éxito. Consiguió pisar las inmediaciones del área vallecana con claridad. Pero fue a partir de ahí donde costó encender la luz.
Zubimendi se convirtió enseguida en una buena vía de escape, a la espalda de Trejo cuando este saltaba a por el citado Aritz. También lo fue Aihen, porque al cedido Merquelanz le tocaba centrarse a menudo para emparejarse con Merino. Y las diversas salidas de tres hombres con las que ensayaron los txuri-urdin supusieron igualmente buenos caminos hacia la portería de Dimitrievski. Sin embargo, alcanzada la zona de la finura, ni los centros del propio Aihen, ni los envíos interiores de Silva, ni los intentos de regate de Barrenetxea sirvieron para traducir el trabajo previo en oportunidades. Un buen envío de Oyarzabal al canario dio paso a un recorte de este dentro del área, pero su disparo en posición peligrosa fue rechazado a córner por un defensa. Y ya al filo del descanso, el eibartarra lanzó una falta por el exterior de la barrera para que Dimitrievski rechazara con ciertos apuros.
Ahí quedó el bagaje en la primera mitad de una Real aceptable en lo que se refiere a muchos conceptos del juego, pero carente de chispa y, lo que es más preocupante, tendente a conceder a su rival. Porque el balance de acercamientos en el intermedio, pese al dominio txuri-urdin del esférico, resultaba igualado. El central franjirrojo Saveljich remató libre de marca un córner en el arranque del duelo para que Remiro detuviera con seguridad su centrado cabezazo. Y con el encuentro más avanzado, una acción de presión alta blanquiazul que dejó a Aritz, Le Normand y Aihen tres para tres atrás implicó una peligrosa internada de Álvaro después de que este le ganara el duelo al beasaindarra. No pareció haber falta en el lance.
Tras el descanso
Algunas cosas cambiaron en la segunda parte. Otras no, como los padecimientos en defensa. Una pérdida evitable de Barrenetxea generó un disparo a la madera de Andrés Martín, a centro de Merquelanz. Y un córner visitante botado al segundo palo y cabeceado allí por Catena dio paso a un peligroso barullo, con Remiro poco contundente, que hizo a Anoeta contener la respiración. En cualquier caso, ocurrió todo esto en el tramo inicial de la reanudación, para cuando la Real ya había ofrecido síntomas de haber apostado claramente, y con acierto además, por una senda fiable hacia el triunfo. Tras las permutas de la primera mitad, Imanol fijó ya a Oyarzabal en la derecha. Y el míster convirtió también en perpetua la salida de tres, orientada siempre al costado diestro como lado fuerte. Allí esperaba un txuri-urdin pisando la cal. Y por allí se movía igualmente algún realista en el carril interior. Gorosabel, Silva, el 10€ Era un desorden muy ordenado, ante el que el lateral y el extremo del Rayo no sabían muy bien a qué atenerse, pues además Aritz Elustondo, libre para salir por fuera, se sumaba a la ecuación en todas las ofensivas.
Por ahí nació una clarísima ocasión del de Arguineguín a centro de, quién si no, Mikel Oyarzabal. Por ahí generó la Real un aclarado para Isak que terminó en falta al sueco, centro del eibartarra y remate de Aritz al palo tras paradón de Dimitirievski. Y por ahí sacó el capitán realista el córner previo al penalti que decidió el encuentro, en un disparo de Aihen desde la frontal que repelió la mano de Balliu. Marcó el de siempre con la frialdad de siempre, y corrió rabioso para hacer algo que, desgraciadamente, no venía siendo muy habitual: celebrar la diana con el público de la Aitor Zabaleta. Descanse o no, se vaya a las Maldivas o se quede en su casa, este futbolista es oro puro. Por eso el regreso del público a Anoeta resultó el mejor posible. Bienvenidos a casa. Bienvenidos al show de Don Mikel Oyarzabal.