Si a sueco y murciano les cuesta brillar últimamente es, también, gracias a todo lo bueno que hicieron al aterrizar en la Real
Era julio de 2019 y la Real Sociedad, en el segundo verano de Roberto Olabe al mando de las operaciones, pudo hacer emerger, por fin, "el electroshock" que el director de fútbol pretendía aplicar desde su aterrizaje. El equipo venía de años positivos con Eusebio Sacristán, practicando un buen fútbol de ataques posicionales pero dependiendo mucho de una exigente presión tras pérdida, y procedía también de un fallido intento de viraje de la mano de Asier Garitano. Hablamos, recordémoslo, de una escuadra con sus fortalezas y sus debilidades, pero muy horizontal, amarrada por lo general a ritmos más bien lentos y cada vez menos competitivos, condicionada quizás por su veteranía. El propio Olabe había heredado una plantilla, contratos en vigor mediante, cuya metamorfosis exigía tiempo. Así que el cambio no afloró hasta aquel mercado estival de importantes movimientos. Odegaard debutó en Azpeitia, y su lenguaje corporal cada vez que recibía el balón contra el Lagun Onak habló por sí solo: miraba hacia la portería rival, dejando claro cuál era la prioridad. Pase vertical y profundo primero. Si no se podía, pase lateral y al pie. Puede parecer poco así explicado, resumido en dos breves fases. Era mucho, sin embargo.
la contra de mallorca
El mediapunta noruego tardó poco en convertirse en el cerebro de una Real definitivamente actualizada gracias a las características de sus recién llegados motores ofensivos. Isak y Portu. Portu e Isak. Piernas y amenaza al espacio. Un mes y medio después del estreno en Garmendipe, el equipo de Imanol ganó en Mallorca con un gol del propio Odegaard, pero cocinado también por murciano y sueco. El primero corrió a la velocidad de la luz liderando el icónico contragolpe. El segundo arrastró a su defensa para limpiar la asistencia al anotador. Fue el inicio de un idilio largo y fructífero. Aunque al de Estocolmo le costó desplazar a Willian José de las alineaciones, Isak y Portu encarnaron enseguida el espíritu de un equipo rock and rollero que había roto con su pasado más reciente. Y la afición así se lo reconoció, con cariño, mientras se frotaba las manos viéndoles correr a la espalda de defensas ajenas. Han venido después dificultades para ambos. Pero debemos subrayar que estas se explican, en gran parte, por los éxitos anteriores que ellos mismos propiciaron.
más respeto
Resumiendo. Portu e Isak, como Odegaard, aterrizaron en una Real a la que la Liga en general había perdido mucho respeto durante los años previos. La mayoría de rivales no se cortaban y optaban por saltarle a la yugular, ejecutando presiones altas, robando con relativa frecuencia y haciendo muchísimo daño en transición. Dejaban espacios detrás de sus zagas, pero no les importaba. ¿Qué txuri-urdin les iba a sorprender en velocidad? ¿Qué centrocampista blanquiazul iba a lanzar el contragolpe con un pase directo? En el fútbol todo proceso lleva su tiempo, así que nuestro equipo se divirtió y nos divirtió mucho durante aquella época en la que, con el 7 y el 19 enchufados a más no poder, causó sensación desde ritmos trepidantes. Poco a poco, sin embargo, el mensaje lanzado desde las oficinas de Zubieta caló en los rivales, quienes comenzaron ya a actuar con una cautela que la propia Real se había ganado. En definitiva, los adversarios se adaptaron y evolucionaron, igual que Imanol ha sabido hacer lo propio para dar continuidad a los buenos resultados. Estos han llegado, eso sí, con otros jugadores como protagonistas, y con Isak y Portu destacando menos. Lógico.
el espanyol
Sirva el planteamiento del Espanyol el lunes en Anoeta para ilustrar lo que, en líneas generales, vienen a hacer el 90% de los conjuntos que visitan Donostia. Los pericos se ordenaron en un 4-4-2 de bloque medio-bajo cuya doble punta alternaba la presión a Zubimendi y a uno de los centrales txuri-urdin. Se afanaron, como casi todos, en tapar a la Real los pasillos interiores. Y combinaron esto con la ubicación de la defensa a una altura que convertía en quimera hacer uso de la profundidad. Las dificultades de Portu para influir en el encuentro ejemplificaron lo que le viene sucediendo durante los últimos meses, años incluso: queda maniatado en espacios reducidos. Más de lo mismo ocurrió respecto a Isak si tomamos como referencia lo que sufrió Sorloth recibiendo de espaldas y no de cara. Y toca destacar también que la mejorada versión del sueco coincidió con su nueva ubicación, partiendo desde la banda para conducir a menudo el balón mirando hacia la portería de Oier y no a la de Remiro. Poca casualidad.
ocasiones
Existe un evidente problema de falta de acierto. Portu e Isak las han tenido de todos los colores. Y han metido poquitas. Ellos son los primeros en saberlo y en lamentarlo. Que no luzcan tanto como antaño durante los partidos, sin embargo, responde a circunstancias generales que vienen de serie y toca asumir como algo lógico, parte del fútbol. Habla muy bien de sueco y murciano que, durante el camino, nunca hayan dejado de trabajar y de contribuir a una situación que vuelve a resultar idílica en clave europea. A estas alturas de la temporada, el valor de cada triunfo es incalculable. Y el del lunes contra el Espanyol dibuja un paisaje alentador para sellar el tercer pasaporte consecutivo, que se dice pronto.