A Lucía Cristóbal le gusta su trabajo. Se le nota. Recepcionista de Itsasmuseum hace tres lustros, cuenta que “a la gente le fascina la comparación entre estas dos fotos de la entrada, se quedan sorprendidos por el cambio de Bilbao”. Se refiere a dos vistas aéreas retroiluminadas de la zona de Euskalduna: una de 1970 y otra de 2010, con la Torre Iberdrola a punto de rematarse. Es como asistir al antes y el después de una radical operación de cirugía estética.
Dice Lucía que el paso de visitantes al museo es estos días “continuo, sin grandes aglomeraciones pero sin pausas”. Asegura que el flujo es más intenso por las mañanas y que se trata “sobre todo, turistas”.
La realidad lo certifica. La taiwanesa Chien-Chi, con su mochila a la espalda, estudia detenidamente los paneles del área que muestra el desarrollo del Superpuerto. Pasó por aquí hace unos años peregrina hacia Santiago y ahora ha aprovechado su estancia en Barcelona para regresar a Bilbao y ver el museo que habla del mar. Mientras, el turinés Roberto Castello y sus hijos Francesco y Laura, dan un vistazo rápido.
El pequeño Amets Barrón duda sobre si entrar o no en el enorme barco de los Click de sala infantil; su padre, Ander, le anima.
En coche desde Múnich, donde residen desde hace 10 años, han llegado los ucranianos Eugene Toporov y Olga Grosul con su hijo Daniel. Han dejado en el hotel al adolescente Nik y a su perro Dash. “Teníamos que venir al museo, Bilbao es la ciudad de los barcos y el pescado”, afirma Olga. Les resta Portugal en el viaje que han planeado.
Casi en la frontera con Suiza vive la pareja francesa formada por Maurine Villard y Jesús Ávila. De más cerca, Guadalajara, se han animado Adriana Díaz y Naroa Pérez. Esta última tiene familia en Bilbao; su tía les ha recomendado Itasmuseum.
De Hospitalet son Romilda Barreto y Pere Querol, que buscaban un lugar interesante y en el que su hija Xenia pudiera divertirse.
En tanto, junto a las maquetas del viejo puerto medieval de la villa, al lado de la góndola del Consulado, charlaban Juanjo Larrea y Jon Andoni Fernández de Larrea, que no son familia pero sí profesores de historia en la UPV/EHU. Dedicaron ayer media jornada al Arqueológico y la otra media al museo desde el que se puede ver el mar.