Con un estilo directo pero amable, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, quien hoy anunció su dimisión porque "un líder debe saber cuándo irse", se convirtió tras su temprana llegada al poder a los 37 años en un referente del progresismo y el feminismo en la política mundial.
"Se puede ser amable y fuerte, y también ser el tipo de líder que sabe cuándo es el momento de marcharse", dijo hoy una Ardern visiblemente emocionada, anunciando que dejará su cargo el 7 de febrero, apenas meses antes de que el país celebre elecciones el 14 de octubre.
Reconociendo, con el estilo fresco que ha elevado el perfil del país de cinco millones de habitantes en la arena global, que "no tiene energía" para otro mandato, la política abandona tras unos años de considerable desgaste y el apoyo popular en declive.
Los laboristas pierden fuelle, según apuntan los últimos sondeos, al final de una legislatura marcada por la pandemia de covid-19, la subida del coste de vida y una posible recesión en 2023.
Aunque en octubre de 2020 consiguió revalidar su mandato y que el Partido Laborista gobernara en solitario, algo que ninguna formación había logrado desde la reforma electoral de 1996, la segunda legislatura parece haber pasado factura a Ardern, de 42 años.
Pasado mormón
Nacida el 26 de julio de 1980 en Hamilton, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, Ardern se crió en las localidades de Morrinsville y Murupara en un entorno humilde, hija de un policía y una antigua feligresa de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (un templo mormón).
Devota mormona en su infancia y adolescencia, Ardern contó en una entrevista en 2017 que renunció a su fe debido a la posición condenatoria de la Iglesia sobre la comunidad LGTBI al compartir piso con tres amigos gais y, años después, votaría a favor del matrimonio igualitario en el Parlamento en 2013.
Tras afiliarse al Partido Laborista a los 17 años y destacar rápidamente en las juventudes de la formación, se licenció en Comunicaciones por la Universidad de Waitako.
Dirigente más joven del mundo
Con el tiempo, Ardern se convirtió en la parlamentaria más joven de Nueva Zelanda en 2008, tras un periplo en el extranjero que la llevó de trabajar en una cocina popular en Nueva York preparando albóndigas a formar parte de un equipo de consultores en Londres del entonces primer ministro británico, Tony Blair.
En agosto de 2017 sucedió a Andrew Littler al frente del laborismo, después de que el partido depositase su confianza en ella para dirigir a la formación a la victoria en las elecciones de septiembre de aquel año.
Un triunfo que la hizo batir otro récord, convirtiéndose entonces, a los 37 años, en el dirigente más joven del mundo.
Su prueba de fuego llegó poco después, el 15 de marzo de 2019, cuando un supremacista blanco australiano mató a tiros a 51 personas durante un asalto a dos mezquitas de la localidad de Christchurch, en el que fue el peor atentado terrorista de la historia del país.
Ardern anunció inmediatamente una reforma de la ley de tenencia de armas, hizo gala de empatía vestida con un velo islámico y convirtió el dolor de la minoría musulmana en el de todo el país al pronunciar la frase: "somos uno, ellos somos nosotros".
Icono feminista
Durante su primer mandato, en junio de 2018, Ardern tuvo a su primera hija con su pareja, Clarke Gayford, lo que la convirtió en la segunda mandataria en dar a luz durante su gobierno tras la fallecida Benazir Bhutto (1953-2007), primera ministra de Pakistán.
Ardern trató de normalizar su rol como madre y líder con decisiones icónicas como llevar a la pequeña cuando era un bebé a la Asamblea General de la ONU en Nueva York en 2018, imagen que dio la vuelta al mundo, siendo la primera vez que un dirigente lo hacía.
Más recientemente, durante la visita en noviembre de su par finlandesa, Sanna Marin, Ardern reaccionó con rapidez a la pregunta de si se reunían por "tener muchas cosas en común" inquiriendo si se habría preguntado lo mismo al expresidente de EE.UU. Barack Obama y al exlíder neozelandés John Key cuando se vieron en el pasado.
Pandemia
Pero no todo han sido alabanzas. Aunque la respuesta del Gobierno de Ardern a la pandemia fue inicialmente aplaudida, limitando los contagios con una estricta política de control fronterizo y confinamientos, las draconianas medidas no fueron del gusto de todos.
Igualmente, el proceso de reapertura se vio salpicado de multitudinarias protestas contra las vacunas durante el pasado año.
Una crisis ante la que Ardern, a quien se ha criticado por intentar tapar las deficiencias de su Gobierno tras su carisma personal y elocuencia, recurrió en repetidas ocasiones al "leitmotiv" de su ya casi finalizado mandato: "Sed amables. Sed fuertes".