Javier Olaizola (Donostia, 28 de noviembre de 1969) es un apasionado del fútbol. Tanto que para dirigir una sesión de entrenamiento del Arenas emplea dos horas de carretera, Donostia-Getxo-Donostia. Pero lo hace porque disfruta de lo que más le gusta: ser entrenador. Por eso le pone el reto de meter al equipo rojinegro en el play-off de ascenso a Primera RFEF, un reto que ve fiable.
¿El empate sellado en Arnedo, ante el colista, no hace más que acentuar la irregularidad de este Arenas?
—El caso del domingo, pese a ser ante el colista, tiene lecturas positivas. Es cierto que no conseguimos los tres puntos, pero el equipo trabajó muy bien en cuanto a los conceptos que valoramos, el acierto no, porque es un tema humano.
Se lo pregunto porque en los últimos siete partidos, desde el derbi ante el Gernika, solo han sumado una victoria, ante el Brea.
—También podemos mirar atrás, que sumamos muchos y nos ha permitido estar en posiciones todavía cercanas al play-off, que es el objetivo del club. Sabemos que se darían picos de forma hacia abajo, que el tema de la Copa nos iba a venir bien como institución pero que tendría sus consecuencias en los siguientes partidos de liga. Hemos arrancado la segunda vuelta con cuatro puntos de seis, veo bien al equipo, capacitado de ganar con altos porcentajes.
Menciona el ‘play-off’. ¿Es un objetivo creíble?
—Sí, para eso estamos aquí y para eso vine. No pensaba encontrar un grupo tan competitivo, y aquí cualquier rival te pone las cosas muy difíciles y de hecho está reflejado en la poca distancia que hay entre los puestos de descenso y de play-off.
¿Le ponen este tipo de retos?
—Claro que me ponen. Para cualquier entrenador el poder pelear por los objetivos de play-off y ascenso es lo máximo en la categoría que estamos.
¿Le obsesiona?
—No y ese es el problema. Hay que saber analizarlo bien, enfocarlo bien, saber lo que tenemos. El gran reto es no equivocarnos en ponernos demasiado nerviosos.
¿Duerme tras los partidos?
—Dormir sí duermo, pero sí es cierto que me afectan mucho los partidos. Si salen bien toca disfrutarlo a nivel interno, pero si no salen bien, me llevo bastantes sofocones.
¿Le gusta ir de cara?
—Sí, totalmente. Me gusta la gente que va de cara. Es la mejor vía y arma para dar soluciones a todo tipo de cosas en la vida personal y profesional.
¿Es de los que echan broncas?
—No sé si la palabra es bronca, es hacerles una autocrítica de lo que creo que se ha hecho bien y de lo que se ha hecho mal, para que el futbolista vea que hay una valoración neutral del máximo responsable y que se saque las conclusiones para mejorar.
Desde fuera proyecta una imagen de fuerte carácter y de hecho como jugador ya era el capitán del Mallorca. ¿El entrenador debe ser el líder del vestuario?
—El entrenador tiene que ser líder dentro del vestuario, hay jugadores que tienen que ser líderes de la plantilla, cada uno lo tiene que ser en la faceta que desempeñe. Ahora que me estoy haciendo más viejo el carácter sigue estando pero es más amable. He tenido la suerte de tener como entrenadores a Luis Aragonés y Héctor Cúper, que tenían mano izquierda. Se trata de exigir también.
O sea, ya me ha contestado a la pregunta que tenía prevista sobre sus entrenadores referencias.
—Es que Luis Aragonés y Héctor Cúper me han marcado. Luis, porque era un auténtico fenómeno en gestionar el vestuario, un número uno. Y Cúper era un artista de lo que era el trabajo táctico. Aprendes cosas de uno y de otro.
¿Qué ha cambiado Javier Olaizola respecto al de la primera etapa en el Arenas?
—Rectificando cosas que en un principio son identidad mía, en función de las necesidades del grupo. Tengo posibilidades de sistema de juego que evidentemente busca ayudar al futbolista cuando encajas goles...
¿Es fiel al 4-4-2?
—Sí, porque es con el que disfruté como futbolista, donde los resultados fueron grandes y como entrenador las cosas han salido relativamente bien. Durante la temporada hay altibajos, bajas, situaciones que resolver y de hecho hemos cambiado para evitar la sangría de goles que nos penalizaba.
Entonces, ¿no se ruboriza si le toca ser amarrategi?
—Yo no soy amarrategi. Siempre he sido un ganador nato. Sí es cierto que si el partido se te pone de cara, y a veces me cuesta, intento darle un potencial defensivo mayor al equipo para defender el resultado. La experiencia me dice que el que sale a amarrar pierde, por tanto mi idea es siempre ir a ganar.
Afrontan las 15 jornadas que restan sin Iñigo López, reclutado por el Athletic, y con las novedades de Andoni Tascón y Alex Valiño, que llevan muchos meses sin jugar. ¿Qué pierde y qué gana el Arenas?
—Hemos perdido a un futbolista que ha sido muy importante en la primera vuelta, metió tres goles seguidos y luego le costó. Independientemente de los goles, su trabajo siempre era notable y, por otra parte, estamos orgullosos de que el Bilbao Athletic se haya fijado en él. En cuando a la ganancia, de lo que es el rendimiento inmediato no se puede hablar mucho. Valiño jugó el domingo unos veinte minutos, que teníamos estipulado, y tuvo una ocasión de gol; y con Tascón estamos contentos porque no se ha resentido de su lesión. Tascón viene con un currículo importante y las expectativas con ellos son altas.
Deduzco que no le ha molestado la decisión del Athletic.
—En absoluto, estamos orgullosos. Agradecido al Athletic y a la Real Sociedad por cedernos jugadores, el Eibar también nos cedió en mi primer año aquí. Entiendo que se debe a necesidades, que no ha sido un capricho, darle las gracias y algo bueno habremos hecho en el Arenas.
¿Qué le quita el sueño de aquí al final de curso?
—Soy un hombre de club. Quiero mucho al Arenas por sentimiento, por cariño de la gente, porque he sido valorado y donde me han dejado trabajar desde el minuto uno. Cuando se junta lo personal con lo profesional surgen nervios, inquietudes… Me gustaría meterme en el play-off y si ya conseguir el ascenso, sería el mayor sueño como entrenador.