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Navarra

Javier Santos, el vecino de Pamplona de los más de 100 bonsáis

Esconde un bosque en miniatura en su ático de Buztintxuri, y ha creado una web en la que asesora a nuevos aficionados de este arte milenario japonés
Javier, en un rincón de su ático de Buztintxuri con un ciruelo, un olivo y un cedro.
Javier, en un rincón de su ático de Buztintxuri con un ciruelo, un olivo y un cedro.

Javier Santos Sordovilla es un apasionado de los bonsáis. Lo demuestran los más de 100 ejemplares que pueblan su casa, donde conviven en armonía, cultivadas en macetas, miniaturas de coníferas, frutales de todo tipo (cerezos, higueras, albaricoques, ciruelos, granados, olivos...), adelfas, hayas y sabinas.

Un bosque inverosímil anclado en un ático de Buztintxuri. “Es buscar una decoración de exterior dentro de casa”, resume sobre este arte milenario japonés.

Su pasión no es tan antigua pero se remonta casi cuatro décadas en el tiempo, cuando con 18 años –ahora tiene 56– se hizo con su primer bonsái. Un olivo que aún conserva y al que apoda brutus por su aspecto fortachón. “Veías alguna imagen y me llamaba la atención. No sabía nada sobre ellos, pero me atraían mucho”, recuerda sobre el origen de la afición.

Sus padres son de Lerín, “y al tener tanto acceso a árboles en el pueblo, un día me decidí. A partir de ahí empecé no solo a conocer los bonsáis, sino a trabajar con ellos.

Poco a poco se convirtió en una enorme afición compartida con mi esposa”, explica sobre Fátima Ibarrola, su cómplice en este asunto. “Juntos aprendimos y me fui puliendo como bonsaísta”. Su hija Henar, de 17 años, “siempre ha conocido este mundo. Y sabe”.

Al finalizar el invierno, antes de que empiecen los brotes nuevos o la floración, “cuando empieza a moverse el árbol”, en cosa de 15 días hicieron el trasplante de prácticamente todos sus árboles. Una labor anual que “ya está toda hecha gracias a mi hija”, dice un “orgulloso” padre. Todo apunta a que Henar seguirá el legado familiar. El otro día, mirando su jardín privado, ella le preguntó: “¿Y con esto qué va a pasar después?”. “Pues espero que los mantengas tú”, le respondió su padre.

Hasta el coronavirus, lo de Javier y los bonsáis no pasaba de una pasión. “He sido toda mi vida comercial, con la pandemia ese tipo de trabajo ha desaparecido y tengo que buscarme la vida”. Por eso “tuvo que convertirse en un poco más que una afición, darle la vuelta. En el confinamiento te dedicas más tiempo y alguno me preguntó, ‘¿por qué no te dedicas a esto?’ No dedicarme, pero podría ser un 20% de mi labor”, opina.

El cedro de Javier Santos que emplea como logo en su página web.

El cedro de Javier Santos que emplea como logo en su página web. Oskar Montero

Javier asegura que en Navarra “hay más afición de la que se imagina la gente”. Por eso, “con toda mi ilusión” puso en marcha la web Bonsai Navarra, “donde quiero dar cobertura a todos los aficionados de este arte en nuestra tierra, tan diversa en su geografía como en especies autóctonas, ideales para cultivarlas como bonsái”. Tras “mucho autoaprendizaje”, y cursillos quiere trasmitir sus conocimientos “con la intención de crear en otros aficionados la misma pasión y expresión artística, con estos pequeños árboles. Poder convertirlos en obras de arte y disfrutar a la vez con ello”.

Dice que es un proceso que “como el crecimiento de los árboles, es muy lento. Pero sí va a más, la maquinaria va cogiendo velocidad”. Javier vende arbolitos. “Busco una cosa intermedia, que no sea el barato del supermercado con alto riesgo de morir. Y venderlo con una garantía de que tienes un apoyo detrás, alguien que te va asesorar en el cuidado y mantenimiento”. “Entre las funciones que quiero hacer está el desplazamiento a casas, si hay que hacer un transplante o cuidado especial con el árbol”.

Además, ofrece un servicio de guardería. “Requieren un mantenimiento prácticamente diario. Si te vas de vacaciones... para un bonsái que sea exigente una semana es demasiado. El tamaño de las raíces es proporcional a la copa; con dos días sin regar, sobre todo en verano, se secan. Además son árboles de cierto valor, tienen que tener una garantía de que los vas a cuidar bien”, comenta.

Las técnicas

Él parte de plantones y busca es “darles una forma estética, que sea bonito”. Además de alambrar dando forma para orientar su crecimiento, “se trabajan raíces y ramas. Las raíces, lo mismo que las ramas, se podan para que tengan un cepellón pequeño y puedan mantenerse vivos en una maceta de pequeñas dimensiones”. El bonsái debe estar bien abonado, “con sus complementos para que viva sin problemas”, y cada árbol exige un sustrato diferente.

El pinzado –despuntar los brotes verdes para controlar el crecimiento–, el defoliado para “quitar las hojas y provocarle que saque nuevas donde tú quieres. Puedes defoliar solo parte del árbol, en los olivos por ejemplo, para que salga más tupida la hoja”. O el jin, que consiste en “sacar la madera, blanquearla y tratarla para que no se estropee”, son algunas de las técnicas. También dejar que una rama crezca para que “engorde el tronco. Esa rama tira de las raíces, y para meter toda esa energía el árbol engorda el tronco. Se les llama ramas de sacrificio, porque luego las cortas”, dice.

Esto es relajadísimo. Se me pasan las horas y no me entero. Trabajas con una conífera, pasas a un olivo que es totalmente diferente, a un frutal... Relajación total. No necesitas tratamiento psicológico. Te pones un árbol delante y mentalmente te cura"

Javier Santos - Aficionado a los bonsáis

Entre trasplantes, podas, pinzados y defoliados, Javier no se aburre. “Esto es relajadísimo. Se me pasan las horas y no me entero. Trabajas con una conífera, pasas a un olivo que es totalmente diferente, a un frutal... Relajación total. No necesitas tratamiento psicológico. Te pones un árbol delante y mentalmente te cura”.

2023-03-24T19:15:04+01:00
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