Todo empezó a fraguarse en 2002 en el Centro Europeo de Empresas e Innovación de Navarra (CEIN), cuando Jesús Cía (Pamplona, 65 años) le dio forma a la idea empresarial que tenía en su cabeza. De aquel “planteamiento personal” de Txus, como le gusta que le llamen, surgió una asociación sin ánimo de lucro situada en una zona rural de la Comunidad foral, Lumbier, con una importante carga medioambiental y social centrada en el cultivo de plantas aromáticas y medicinales.
Josenea se ha convertido en el trampolín laboral de cientos de personas que, por diferentes motivos, encuentran dificultades para acceder al mercado de trabajo. El perfil de los trabajadores contratados es de lo más variopinto: abarca una horquilla de edad de entre 18 y 65 años, gente joven sin estudios, minorías étnicas… “En el mundo laboral se crea un listón determinado donde tu currículum jamás lo van a leer. Tus posibilidades son cero”, explica Jesús Cía que, en realidad, viene del sector industrial y empezó a meter los morros en el ámbito de la agricultura con un curso sobre plantas medicinales en Sangüesa. Menciona dos casos concretos: “Si eres un gran trabajador, pero tu fábrica echa la persiana y tienes 55 años, las puertas están cerradas para ti. Si las personas que proceden de países extranjeros no hablan español, hay que apoyarlas y empoderarlas para que se contagien de nuestra cultura del trabajo”.
Primera experiencia laboral
Josenea se convierte así en una especie de primer eslabón de la cadena laboral de las personas en riesgo de exclusión social. Lo que en esta empresa navarra de inserción sociolaboral, que en la actualidad cuenta con un total de 49 trabajadores en plantilla y una facturación anual estimada en un millón y medio de euros, llaman un “puente” o “entrenamiento” con una duración máxima de tres años antes de dar el salto a otros centros de trabajo. “Las empresas nos piden actitud, no tanto conocimientos”, apunta Cía. La asociación trabaja “en estrecha colaboración” con el Servicio Navarro de Empleo y el Instituto Navarro de Bienestar Social. Del primero recibe una aportación económica que cubriría el coste de la seguridad social de estos trabajadores.
“Por cada euro público que se invierte en nosotros, devolvemos a la sociedad 2,5 euros. Contribuimos además con el IVA, el IRPF y un montón de impuestos”, afirma orgulloso. “En Navarra hay 19 empresas de inserción sociolaboral que suponemos un coste aproximado de 3 millones de euros, mientras que las rentas garantizadas y otras ayudas similares pasan de 100 millones de euros. Además, la gente que no está trabajando no quiere estar encerrada en su casa. Necesita salir, trabajar y relacionarse con otras personas”, añade Cía.
Los inicios fueron “un poco duros”. Contrataron a siete trabajadores en riesgo de exclusión para el cultivo ecológico de unas 60 variedades distintas de plantas, arbustos y árboles con propiedades medicinales y aromáticas. De cada una de ellas se escoge la porción con mayor concentración de principios activos. “Decidimos que no queríamos hacer grandes cantidades de una sola planta, sino de muchas”, recuerda Cía. Las 10 hectáreas de la finca Bordablanca de Lumbier se tuvieron que dividir en muchas parcelas para dar cabida a las distintas especies, llevando a cabo el ciclo completo de la producción; desde la siembra de las semillas hasta el secado. “No solamente nos tocaba cultivar las plantas, también hay que embolsar y empaquetarlas para poder venderlas en el mercado”.
Y ese fue uno de los problemas: vender. ¿Cómo y a quién iban a ofrecer sus infusiones y tés? Necesitaban tiempo y recursos para poder darse a conocer y poder comercializar unos productos que ahora exportan a todo el mundo, desde California a Arabia Saudi. En 2004 se les ocurrió poner en marcha una sección de servicios ambientales y de jardinería en una zona que sufre los embates de la despoblación. Les fue bien y lograron una necesaria inyección de liquidez, con lo que lograron “estabilizar” las cuentas de la empresa.
Dos años después abrieron las puertas al público para ofrecer visitas guiadas de la finca, donde dan a conocer “la realidad de la agricultura ecológica, así como el trabajo que se lleva a cabo cotidianamente dentro del invernadero, en la zona del vivero, en el secadero, en la sección de compostaje y en las diferentes parcelas”. Bingo. La política de puertas abiertas funcionó. “Empezaron a venir ciudadanos chinos, americanos, alemanes, franceses… Gente de todos los lugares, también de los colegios. Empezamos a promocionar nuestro producto y poco a poco han ido confiando en nosotros”, cuenta su máximo responsable.
Desarrollo rural
Muchas personas que han trabajado en Josenea, a orillas del río Irati, proceden de entornos rurales y agrícolas. Según Cía, hacen su vida en Lumbier o en poblaciones cercanas como Aoiz. Reducir la brecha entre el mundo urbano y el rural, así como facilitar la vida de quienes han decidido vivir en este entorno, es otra de sus batallas esenciales. La “alarma roja” en el campo se encendió hace tiempo y alerta sobre la paulatina desaparición de los productores agrícolas. “El campo está lleno de placas solares en lugar de estar en los tejados las casas. Si nos cargamos el mundo rural, acabaremos comiendo exclusivamente productos de otros países y luego no habrá forma de volver a él”, afirma. La planta agroalimentaria, por su parte, se encuentra en Noain, en el polígono Talluntxe.
Josenea demuestra que, si los proyectos tienen un sentido y están bien pensados, pueden llegar a ser rentables y ayudan además a combatir el fenómeno de la despoblación. “Empecé con mucho miedo”, reconoce el director de la asociación. “Porque al final eres tú quien corre con todos los riesgos, pero han sido 21 años absolutamente divertidos y fantásticos. He encontrado mi sitio y disfruto muchísimo. Lo que me gustaría es que este tipo de proyectos se replicasen en otros sitios”, añade. En dos o tres años, planea levantar el pie del acelerador y prevé abandonar la dirección empresarial. Eso sí, continuará “colaborando” con la entidad. Cía quiere seguir implicado en tres áreas, principalmente: en tareas de comunicación, con las visitas guiadas y proponiendo futuros proyectos.
Más de 30.000 visitas
Desde 2006, la finca ha recibido un aluvión de visitas. Se calcula que por el parque Bordablanca han pasado más de 30.000 personas, sea a través de grupos, asociaciones o en excursiones escolares. La entrada cuesta 6 euros para los adultos y 3 euros en el caso de las niñas y niños. El parque cuenta con una extensión total de 14 hectáreas en el que también destacan una casa realizada “con criterios de bioconstrucción” (es decir, abastecida de energías limpias) y el centro de armonización Irati, un espacio rectangular presidido por un menhir en el centro y ocho círculos concéntricos de piedra a su alrededor. Un lugar de meditación y experimentación que se completa con cuatro grandes piedras talladas con símbolos ancestrales en las esquinas: el tao, la flor de la vida, el Sri Yantra y el Triskel celta.
Bordablanca, referente de la economía circular
Bordablanca se ha convertido en el primer parque de economía circular de Navarra, un concepto innovador y sostenible que está en el corazón del proyecto desde que nació hace más de 20 años. Se trata de un modelo de producción y consumo, explican desde el parque, que “implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido”. De esta forma, añaden, “el ciclo de vida de los productos se extiende”, lo que en la práctica significa la reducción de los residuos al mínimo.
La finca agrícola es autosuficiente gracias a la instalación de placas solares fotovoltaicas y un generador eólico. “La energía la producimos nosotros mismos, aquí no ha entrado una empresa como Iberdrola”, afirma Jesús Cía. Además de sacar provecho de la luz solar, se proveen del agua del río Irati y de las lluvias acumuladas en el subsuelo. Como en la finca intentan llevar todo tipo de actividades, ya cuentan con invernaderos para el cultivo de verduras y frutas que no terminan en un supermercado, sino en el cliente final.