FUE una hermosa rareza: la aparición de un pintor que escribe al habla con un sabio que limpia la plata. Es preciso profundizar más. Explicarles, por ejemplo, que el pintor Jesús Mari Lazkano ha invertido 11 años de su vida (los tres últimos, a más ritmo...) para escribir el libro de su vida, ¡Maldita pintura! 1001 ideas para amarla y entenderla (quizás como desahogo acaba de cruzar el Atlántico a vela durante un mes, explicaban ayer sus más cercanos...) o que Pedro Luis Uriarte, con quien dialogó para la presentación del libro, es “un hombre sabio”, tal y como señaló Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes, escenario del encuentro. Fue en sus primeras palabras cuando Pedro explicó que quizás alguno de los presentes pensó que estaba allí por ser el padre de Jon Uriarte, el presidente del Athletic. Lo negó tajantemente. “Estaba limpiando la plata y de tanto frotar apareció un hada madrina para concederme un deseo”. Los presentes le escuchaban con asombro. “Le pedí que me gustaría vivir una experiencia inédita. Y poco después me llamó Jesús Mari diciéndome que quería mantener un diálogo conmigo. Aquí estamos”.
Ya ven, el arranque de la tarde fue singular. Advirtió muy serio Pedro, eso sí, que había llegado a un pacto con Jesús Mari. “La charla no puede prolongarse más allá de las cinco horas. A las doce todos tenemos que estar en casa.” El vestíbulo del edificio antiguo del Museo de Bellas Artes, adaptado como salón de encuentros para la ocasión, estalló en carcajadas. Había un porqué para la reflexión de Pedro: la enumeración de los contenidos del libro, ilustrado con más de 200 imágenes, daba para tanto y más. En los corrillos de llegada el artista ya había aclarado su propósito: facilitar el acceso al arte con unos textos espolvoreados a modo de picoteo: despejar las rutas del acceso al arte, las técnicas, cómo moverse por un museo, qué mirar cuando miras un cuadro; en qué consiste un comisariado, el pánico frente al lienzo en blanco; dónde quedan las sensaciones, lo entiendo o me emociona. Estas y mil cuestiones más.
La obra escrita convierte a Jesús Mari en un posible destinatario de las célebres Nanas de la cebolla de Miguel Hernández. ¿Un escritor-cebolla? ¿Acaso no ha escrito el libro capa a capa, con relatos breves sobre el arte hasta alcanzar la unidad? Eso sí el libro no es “cerrado y pobre” como en los versos de Miguel. Uno diría que, más bien abierto al mundo del arte y rico de saberes.
En fin, entremos ya en la harina de la asistencias. A Jesús Mari le acompañaba Ana Elordui y a Pedro Luis, Emiliana Uranga. Y tras ese núcleo duro fueron llegando al museo el consejero de Cultura, Bingen Zupiria, y la diputada del mismo ramo, Lorea Bilbao; Marta G. Maruri, esta sí que hada madrina real del museo; Irune Lazkano, Oskar Gezuraga; el director del Museo Guggenheim, Juan Mari Vidarte; Javier González de Durana, que fue director de museos tan dispares como Artium y Museo Balenciaga; Mariano Gómez, Mikel Álvarez, Amaia Iruretagoiena, Susana Astigarraga, Ibon Areso, Iñaki Linaza, Koldo Narbaiza, Josune Begiristain, María Urcelay, Isabel de la Torre o Ana Beobide, entre otra concurrencia.
El interés de la charla fue in crescendo así que ya pueden imaginarlo tras lo contado. Testigos de lo que les cuento fueron también Coro Uranga, José Luis Rodríguez, Itziar Uriarte, José Miguel Aramburu, Ana Beristain, Domitile Bernaola, Ana Atienza, Miguel Morales, Mari Luz Egaña, Juan Carlos Pérez, Jaime Cavia, María Pilar Martínez, María Victoria Dobaran, Alberto Ferreiro, José Olave, Daniel Vega, Gabriel Calparsoro, Yolanda Zugaza y un buen puñado más de gente con interés. Quien preguntó supo que el libro está editado por Adaba editorial de la mano de Fernando Guerrero, quien ayer no pudo acercarse a la cita. Y supo más. Mucho más, de los variados mundos del arte.