El donostiarra Jesús Owono ha sido una de las estrellas de una Guinea Ecuatorial que dijo adiós a la Copa África tras su derrota ante Senegal. El arquero hace balance en NOTICIAS DE GIPUZKOA de todo lo vivido en Camerún y también habla de su pasado txuri-urdin
donostia – Se acabó el sueño de Guinea Ecuatorial...
–Bueno, depende de a qué te refieras. Sí, queríamos ganar la Copa y sí que se acaba ese sueño de ir a por el título, pero tenemos otra en año y medio y nuestro objetivo es llegar lo mejor preparados posible a la siguiente. Estamos contentos con lo que hemos hecho.
Ha sido como un sueño, ¿no?
–Sí. Cuando llegamos, nadie apostaba por nosotros y hemos demostrado que tenemos un nivel que nadie se esperaba. Hemos hecho soñar a todo un país y eso es muy bonito. El que viera el partido ante Senegal sabe que Guinea Ecuatorial se mereció mucho más. Al final, cometimos tres errores que nos penalizaron muchísimo y luego es difícil darle la vuelta jugando ante una selección como Senegal, que es una potencia en África. Es la realidad del fútbol. A veces no gana el que mejor juego hace, sino el que está más acertado.
¿El buen fútbol es la seña de identidad que caracteriza a Guinea Ecuatorial por encima del físico del fútbol africano?
–Sí. Es una de nuestras virtudes. Es lo que predomina. Somos todos criados en Europa y entendemos el fútbol como allí. Cuando venimos aquí, a África, tratamos de que sea nuestra seña de identidad, esa calidad que tenemos con el balón.
Al final, se ha quedado sin los guantes de Michael Jackson que le prometió el vicepresidente de Guinea Ecuatorial...
–Sí, pero me da más pena porque yo quería haberme vuelto a España con una medalla. Haber ganado a Senegal significaba haber peleado por eso y la verdad es que me da pena, porque nos lo merecíamos.
En lo personal, ¿qué supone para Jesús Owono todo lo que ha vivido?
–Para mí, ha sido todo un honor haber podido ayudar al equipo. Soy consciente de mis capacidades, de hasta dónde puedo llegar. Pero también soy consciente de que soy muy joven y de que me queda mucho camino. Estoy sumando experiencias. He tenido la oportunidad de estar aquí y participar en todo lo que he podido. Me llevo una experiencia que no se me va a olvidar en la vida.
Fue debutar con el primer equipo del Alavés y viajar hasta Camerún para jugar la Copa África. ¿No tiene la sensación de que todo está pasando muy rápido? ¿Le está dando tiempo a asimilar todo lo que le está pasando?
–Cuando acabe la temporada y me ponga a mirar hacia atrás, lo asimilaré mucho más y valoraré mucho más lo que significa, pero ahora está yendo todo muy rápido y no tengo tiempo para pensar en ello. Ahora nos han eliminado y yo solo estoy pensando en volver a mi club y ayudar a mi equipo, al Alavés B, con el que estamos pasando una mala racha.
¿Qué es lo que nunca va a olvidar de esta Copa África?
–La familia que tengo aquí, el grupo que hemos hecho. El ambiente que había era muy difícil de crear viéndonos tan poco. Me quedo con mis hermanos.
¿Cómo recuerda la tanda de penaltis ante Malí, con protagonismo absoluto para usted?
–Empezó un poco mal porque fallamos el primer penalti, pero luego fuimos capaces de meter los siguientes y al tercer penalti dije: Igual tengo que empezar a parar. Tuve la suerte de pararlo. Ellos el siguiente lo tiran fuera. Tenemos la oportunidad para ganar, pero la fallamos. En la muerte súbita, todo era más tenso, y los compañeros no fallaron, que era lo importante para mantenernos vivos. Por suerte, volví a parar y fue un momento eufórico y de satisfacción, porque habíamos hecho un partido muy completo y merecíamos el pase.
¿Son conscientes de que han hecho feliz a todo un país?
–Estamos como en una burbuja, solo pensábamos en el fútbol e ir ganando; nos hacía estar felices. Le vamos a dar muchísima más importancia cuando estemos fuera de la burbuja, cuando estemos en casa, mirándolo tranquilo, porque lo que hemos hecho, llegar a tanta gente y hacer que el pueblo esté más unido que nunca, es una cosa para tenerla muy en cuenta.
Ahora le toca volver a la realidad. Pacheco y Sivera le cierran las puertas del primer equipo del Alavés y tiene que volver al filial. ¿Eso supone dar un paso atrás?
–No, para nada. Desde el club han estado bastante pendientes de mí y me han ayudado en todo. Antes del partido ante Senegal estuve haciendo repaso de los penaltis y de acciones de jugadores con el entrenador de porteros del primer equipo, Javi Barbero. Ellos han estado pendientes, y a mí eso me da un mensaje de que siguen confiando y vamos en buena línea. Mi objetivo es llegar al club y seguir haciendo bien las cosas con el filial; y si me toca volver a jugar con el primer equipo, a aprovecharlo. No tengo ninguna prisa. En el Alavés me siento muy valorado, sé que confían en mí, así que si esa es la decisión, la acataré. Estoy deseando llegar y poder ayudar a mi equipo.
Seguro que jamás olvidará esta edición de la Copa África, pero tampoco su estreno con el Alavés, precisamente frente a la Real, equipo en el que se formó...
–(Risas) Fue uno de los días más felices de mi vida. No se debuta todos los días en Primera División y menos contra el equipo de tu ciudad, de tu casa. 2022 ha empezado de una manera increíble y ojalá siga así.
¿Cómo recuerda su paso por Zubieta?
–Entré siendo un moco de 12 años y empecé a ver el fútbol de una manera más profesional, trabajaba con entrenadores de porteros, que sabían cómo atacar cada uno de mis defectos y ayudarme a crecer. Los primeros años, cuando íbamos a los torneos, lo pasábamos mal porque los equipos llevaban mucho tiempo juntos y nosotros habíamos empezado, pero a partir de la edad cadete formamos ya un grupo muy sólido y fueron años bonitos de ganar a Madrid, Barça, a los grandes, y eso era increíble.
¿Y como surgió la oportunidad del Alavés? ¿Vio que en la Real no tenía futuro? ¿Apostó más el Alavés por usted?
–En el último año de cadete salgo cedido al Antiguoko. Estábamos dos porteros de nivel parecido –el otro era Gaizka Ayesa– y me dicen que no querían que estuviésemos sin jugar, y, como yo era de casa, me ceden al Antiguoko. Ese año me salen las cosas, voy convocado con la selección de Euskadi y allí coincido con Álex Balboa. Él me habla de que había renovado con el Alavés, que empezaban un proyecto chulo, que iban a cambiar las instalaciones, que habían ascendido a Liga Nacional Juvenil. Me llamó la atención, pero en ese momento no le di importancia. Al acabar esa temporada me llamaron del Alavés, hablo con la Real y le transmito lo que había pasado. Vi que el Alavés tenía mucho más interés y dije que sí, y así fiché por el Alavés.
Coincidió con Ayesa y también con Barrenetxea. ¿Eran tan bueno entonces?
–Este chico ha sido bueno desde chiquito. He estado con él desde los 8 años y me acuerdo que los primeros años era tímido y no se soltaba, pero fuimos a un torneo a Girona y pegó un cambio increíble. Jugamos contra Madrid, Barça... y fue el MVP de ese torneo. Empezó a coger confianza y fue creciendo como jugador. Es de los mejores jugadores con los que he jugado. Y lo está demostrando.
A pesar de estar en el Alavés, ¿sigue sintiendo cariño por la Real?
–Evidentemente, es el equipo de mi casa, es mi cultura, he crecido allí, he estado allí, le tengo especial cariño y siempre que voy a Zubieta, a ver a mi hermano, que está allí en categoría cadete, la gente conmigo se porta muy bien, me muestra mucho cariño y eso lo valoro.
Se dice que para ser un buen portero hay que estar un poco loco. ¿Usted lo está?
–Bueno, sí. Al final, hay que ponerse ahí para recibir pelotazos, pero dentro de nuestra locura tenemos esa pausa, esa calma, esa tranquilidad. Me considero una persona bastante alocada, pero luego en el campo soy muy tranquilo.
Para la gente que no le conoce, ¿cómo es Jesús como portero?
–Jesús es felino, rápido, ágil, con muchos reflejos. Me gusta mucho la pelota. Jugar con los pies se me da bastante bien, porque antes de ser portero fui jugador.
¿Quién es su ídolo?
–Me gusta mucho Ter Stegen, pero desde pequeño siempre me han flipado tanto Víctor Valdés como Claudio Bravo. Les veía y decía: Vaya espectáculo.