El 20 de febrero de 1810 es un día negro en la historia del Tirol. En esa fecha fusilaron en Mantua a Andreas Hofer, un aldeano de un pequeño valle que lideró la lucha de los campesinos tiroleses contra los ejércitos de Napoleón y los bávaros que les habían invadido. Con extraordinario valor cambiaron sus aperos de labranza por armas de guerra y se lanzaron a la lucha. Fueron batallas muy desiguales contra el emperador francés, entonces en el apogeo de su poder. La mitad de Europa temblaba a su nombre y la otra mitad le rendía vasallaje.
Por tres veces estos bravos montañeses reconquistaron la capital, Innsbruck, arrojando de ella a los asaltantes. Avergonzado por la situación, Napoleón regresó con un ejército muy superior, pero tuvo que recurrir a la más vil estratagema para acabar con su principal enemigo: sobornó con 1.500 florines a uno de los seguidores de Andreas para que le delatara y así poder aprehenderle. Aquel líder, que regía la hostería Am Sand, fue llevado al paredón, pero el piquete de ejecución no le mató en su primera carga. Fue cuando Andreas gritó a los componentes: “¡Francés, qué mal disparas!”. A partir de entonces, el nombre de Raffl fue desterrado del santoral tirolés para que no quede señal del traidor.
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Jodler, el irrintzi tirolés
Esta historia, contenida en la canción En Mantua encadenado, himno nacional del Tirol, es una de las más repetidas en las posadas y hosterías de este pequeño país montañoso. Ensalza la valentía de aquel bravo mozo curtido en las altas montañas de las estribaciones alpinas, allá donde la gente del campo se comunica a través del jodler, ese canto sin palabras que pone a prueba los registros vocales de sus intérpretes.
Ese falsete que empezaron a utilizar los antiguos pastores para llamar a sus rebaños y que podría tener un paralelismo con nuestros irrintzis, se ha convertido en todo un arte y sus intérpretes gozan de una enorme fama. Grupos como el Trío Mondschein rivalizan en popularidad con las auténticas reinas del género, Hilde Ott, Uschi Bauer y, sobre todo, Maria Hellwig, que llegó a ser una de las más famosas presentadoras de la televisión en alemán.
El jodler vuelve a ocupar un importante puesto en la música folklórica centroeuropea con sus gorgoritos y falsetes. Existen centros donde enseñan los secretos de su ejecución para ser aplicada luego en los valles de ensueño que todos hemos visto alguna vez en fotografías preguntándonos “Pero, ¿es posible tanta belleza?”. La respuesta es definitiva: Sí.
Innsbrück, un capricho imperial
Como no podía ser de otra forma, el aeropuerto de Innsbrück, la capital del Tirol, está encajonado entre montañas lo cual impone un poco de respeto cuando entiendes que el clásico “vamos a tomar tierra” no encierra una segunda intención. Comento el chiste con mi compañero de asiento, tirolés de los de traje típico y sombrero con penacho. “Las montañas son nuestra razón de existencia”, me dice.
Innsbrück (puente sobre el Inn en alemán) fue el capricho de los Habsburgo, la casa real más influyente del viejo continente durante trescientos años. Sus componentes la convirtieron en residencia atrayendo hacia ella a importantes artistas que dejaron su sello personal en una ciudad que constituye hoy un importante centro histórico, cultural y olímpico de primera magnitud.
El emperador Maximiliano I, la definió como “la más bella de los territorios alemanes” y en prenda dejó una cámara del tesoro en la que se pueden ver retratos, armaduras, artesanía en oro y medallones tan difíciles de olvidar como la opulenta Sala del Gigante del Palacio Imperial, donde eran frecuentes las bodas de gran tronío.
Tres singulares iglesias
En el centro de la parte vieja de la ciudad hay tres templos de imprescindible visita. En la Iglesia de la Corte, que data de mediado el siglo XVI, se recuerda a Maximiliano I a través de un mausoleo con veinticuatro relieves de alabastro. El cortejo fúnebre está rodeado de veintiocho estatuas de bronce de tamaño gigante conocidas como Los hombres negros. Todo un alarde escultórico para una tumba a la que le falta lo principal, los restos del difunto.
La catedral de Santiago, de estilo barroco, impresiona cuando, como en mi caso, se recorre por primera vez coincidiendo con un concierto del órgano Ebert que tiene el templo desde 1558. Son muy afamados sus recitales internacionales. Por otra parte, aquí se encuentra el mausoleo del archiduque Maximiliano III, realizado por Caspar Grass en 1620, pero la vista de todos los visitantes se centra principalmente en el famoso cuadro de María Auxiliadora del gran Lucas Cranach el Viejo.
Por último, la Basílica de Wilten, uno de los lugares de peregrinación más populares de Austria y el templo más importante del Tirol en estilo rococó. Se encuentra en el centro de Innsbrück y, si hay suerte con la visita, puede escuchar al Coro de Niños Cantores de Wilten que tiene aquí su sede.
NATURALEZA EN ESTADO PURO
El gran tesoro del Tirol son las omnipresentes montañas, con sus cumbres nevadas y sus laderas contrastando con el vivo verdor de los campos. Ascender en teleférico a las cimas del Hafekelar o del Ptscherkofel es tan placentero como pasear tranquilamente a la orilla de un arroyo de aguas puras y cristalinas donde se puede beber a lo perro. Pruebe en el valle de Ötztal, donde se encuentra Stuibenfall, la mayor cascada de agua del Tirol con una altura de 150 metros.
Quienes aún no se atreven a lanzarse por el tobogán olímpico tienen la oportunidad de hacerlo asistiendo a los cursos que se dan en la abadía cisterciense de Stams, fundada en el siglo XIII. De ella tal vez no salgan monjes, pero sí émulos de Toni Sailer, aquel ídolo tirolés que coleccionaba medallas de oro en esquí olímpico y guapo oficial del cine austríaco a través de la veintena de películas que protagonizó.
En la estación de esquí de Ischgl, incluso, se organizan festivales musicales en los que han intervenido Tina Turner y Elton John, por sólo citar a dos figuras internacionales de primer orden.
La tribuna dorada
El símbolo indiscutible de la ciudad es Tejadillo de Oro, un edificio de 1420 que fue residencia de los príncipes del Tirol y al que Maximiliano I le añadió el balcón de gala, terminado en 1500, para poder ver desde él las gestas caballerescas de la época. Para protegerse de la lluvia lo cubrió con más de 2.000 tejas de cobre doradas al fuego.
El eje central de Innsbrück se llama Maria-Theresienstrasse, donde se encuentra la columna de Santa Ana, otro de los signos característicos de la city cuya construcción fue ordenada a principios del siglo XVIII para conmemorar el fracasado ataque de las tropas bávaras que tuvo lugar en 1703.
En la misma línea urbana está el Arco de Triunfo, curioso donde los haya, ya que presenta una cara alegre, como corresponde a la boda del emperador Leopoldo II con la princesa española María Luisa que motivó su construcción en 1765, y la otra triste, porque mientras la pareja se daba el “sí”, murió el padre del novio, el emperador Francisco Esteban de Lorena.
El luto lo marcó un carillón Grassmayr, con campanas procedentes del inmediato taller que mantiene esta familia desde 1599. Los Grassmayr suelen hacer demostraciones de su arte en el museo montado en la Leopoldstrasse y que en 1966 fue reconocido como el mejor de Austria.
En la visita no se molesten en preguntar cómo consiguen tan variados tonos porque es un secreto que se han ido pasando de generación en generación. Hoy en día es muy raro encontrar un templo en Centroeuropa que no tenga campanas forjadas en este obrador.
La importancia de la sal
A 15 km. al este de Innsbrück, en el valle del Eno, se encuentra Hall, famoso antaño por sus salinas que dieron origen a muchas fortunas, tantas que en 1486 se llegó a acuñar una de las primeras monedas importantes, el táler de plata, de la que proviene la palabra dólar. Incluso se dice por aquí que la $, símbolo de la moneda norteamericana, tiene mucho que ver con la Sal tirolesa.