La vida de John Franey podría ser una historia de película, de hechos dramáticos y generosos, que empezó a cambiar a los 18 años, cuando se alista voluntario en la RAF con la que toma parte en los preparativos del desembarco de Normandía por las tropas aliadas, el llamado Día D, el 6 de junio de 1944. Antes y después llevó a cabo más de cien misiones aéreas en toda Europa pilotando aviones Lancaster y Mosquitoes (Mosquitos) cuyo cometido era marcar los objetivos nazis que debían ser bombardeados.
Con la liberación y la paz, John siguió surcando los cielos del mundo con la compañía British Airways hasta su jubilación, estableciéndose en Menorca. Su vínculo con Euskadi comenzó casándose con la bilbaina Rosario Blázquez y continuó con sus numerosas visitas y felices estancias en Euskadi. Su vida se apagó, tras una corta enfermedad, el 10 de noviembre pasado, a la edad de 100 años.
Voluntario a los 18 años
Nacido en 1922 en Burton-on-Trent, en el centro de Inglaterra, las contiendas bélicas europeas marcaron su vida. En su memoria de niño quedaron las secuelas del gas mostaza alemán que su padre sufrió durante la primera Guerra Mundial. Al término de sus estudios en la Escuela Central, y con la invasión europea por Adolf Hitler, tomó una decisión trascendental: alistarse como voluntario en la defensa, eligiendo la fuerza aérea como destino que mejor encajaba con sus aptitudes. Era 1940 y tenía 18 años, casi un niño. Una vez superada la dura fase de entrenamiento en la ciudad inglesa de Wellingston, fue destinado al Escuadrón 100, cerca Grimsby, con el que realizó más de 30 misiones a bordo de bombarderos Lancaster.
Este período inicial como piloto fue uno de los más crueles para el teniente Franey. La mayor parte de las 20 tripulaciones del escuadrón fueron abatidas y casi todos sus hombres murieron o fueron hechos prisioneros. John recordaba con profunda amargura la pérdida de los compañeros con los que días antes de su caída había estado jugando al bridge en la base.
El joven Franey se uniría al Escuadrón 105 con el que llevó a cabo una de sus últimas misiones en la batalla de las Ardenas, al sur de Bélgica, una de las más sangrientas pero decisiva en la derrota de Alemania meses después. Fue condecorado en varias ocasiones con dos medallas Flying Cross y otros reconocimientos por su “presencia de ánimo y valor ante el peligro”.
Un héroe humilde
¿Qué hacía grande a John, además de su descomunal talla física? Su humildad y su responsabilidad en el cumplimiento del deber. Tal es así que apenas habló de sus acciones en la contienda contra los soldados de Hitler. En el obituario publicado por el rotativo londinense The Times hace unos días se describe a Franey como alguien que “hizo el trabajo que había que hacer” como aviador y que en absoluto se jactó de ser un héroe de guerra.
En su familia se cuenta la anécdota, muy esclarecedora de su carácter, que pudieron conocer el alcance de su sacrificio en la guerra cuando escribió una nota a uno de sus nietos que le pidió ayuda para un proyecto de historia en la escuela. Era así, un héroe real, condecorado y testigo de una guerra brutal, cuyo sufrimiento y su gloria como aviador al servicio de la libertad y la paz, guardó en su corazón.
Volando por todo el mundo
Al término de la contienda, John continuó en su verdadero hogar, los cielos de todo el mundo, haciendo lo que realmente le gustaba: ser aviador. Se incorporó a la British Overseas Airways –que más tarde se llamaría British Airways– una de las grandes compañías comerciales de la aviación internacional. Primero fue instructor de pilotos y con miles horas de vuelo alcanzó el grado de capitán de cuatro barras.
John vivió en Hong Kong y otros muchos países antes de su jubilación, instalándose finalmente en la isla de Menorca, cerca de su capital Mahón. Deportista y de vida sana, John hacía largas caminatas, navegaba por el Mediterráneo y hasta poco tiempo antes de morir hacía cien largos en la piscina de su casa cada día.
Su amor a Euskadi
En 1987 John perdió a su esposa Lisa. Tuvo dos hijos, cinco nietos y siete biznietos. Unos años después conoció a Rosario Blázquez, con quien se casó y han vivido juntos, hasta el final, casi 30 años. Rosario es vasca, de Bilbao, lo que permitió a John conocer Euskadi de arriba abajo con sus frecuentes viajes y estancias entre nosotros, de lo que pueden dar testimonio la gente de los hoteles Ercilla y Carlton.
El expiloto de la RAF, pese a los avatares de la guerra, era un hombre muy divertido, practicaba el humor inglés y una fina ironía. Le gustaba mucho la gastronomía vasca a la que no dejaba de alabar en los restaurantes de la capital vizcaina. Y por supuesto, nunca dejó de disfrutar de la vida, como hombre de familia, deportista y gran lector. Cumplidos los 100 años, John Franey murió en Cala Alcaufar (Menorca) dejando en su familia vasca una profunda pena y el agradecido recuerdo de todos por su bondad y rectitud. Agur eta ohore, John.