A primera hora de la mañana, la plaza de Amezketa parece un lugar embrujado y solitario. Niebla y humedad a raudales. Ekaitz Saralegi coge el coche aparcado en la plaza. Un poco más adelante, Jokin Altuna, formal formal pese a los rigores nocturnos de los fastos de la final del Manomanista, saca del maletero la txapela y el trofeo que ganó este domingo ante Unai Laso por 22-5 en el frontón Bizkaia de Bilbao, el octavo en Primera en su carrera de diez años en la pelota a mano profesional. A un lado descansa una maleta.
El guipuzcoano atiende a los medios y se marcha de vacaciones directamente. Primero la obligación y luego la devoción. “Siempre solemos ir el mismo grupo de amigos de la pelota. Nos vamos este año a Conil. Me apetece. Vamos a disfrutar de un poco de tranquilidad”, reconoce el amezketarra, quien, a sabiendas de los días complicados que le esperaban, dejó hecho el equipaje desde el viernes.
Sonríe Jokin y se siente tranquilo. El cuerpo no sufrió demasiado en el recital de la final y muscularmente está menos castigado, aunque la celebración “se alargó”.
Charla con los Merino y Víctor
Eso sí, Altuna III la afrontó de forma diferente. El amezketarra aprovechó la tranquilidad de los vestuarios del frontón Bizkaia de Bilbao, mientras en el exterior la alegría fluía por el bando de sus seguidores, para charlar durante un buen rato con Víctor Esteban y los hermanos Miguel y David Merino, que no se quisieron perder la final ante Unai Laso.