ALLÁ por 2008 proyectaba una determinación cautivadora. “Eduardo, voy a ser el número 1 del mundo”. Así se manifestaba un joven imberbe a su profesor, Eduardo Celles, cuando el chaval contaba con apenas 14 años, cuando llevaba prácticamente cuatro años agarrado a un palo de golf. Sueños poseen todos los jóvenes, es humano. Pero la mayoría jamás se materializarán. Entonces Ángela, la madre de la criatura, trasladaba a su hijo a la casa de Eduardo, quien de buen gusto conducía con el joven hasta su escuela de golf para que el niño desatara la pasión por embocar en los hoyos. Todo era un juego. Pero un juego serio para aquel chaval perseguidor de sueños inspirado por Severiano Ballesteros en lugar de Jack Nicklaus o Tiger Woods. Se llamaba Jon Rahm (11-X-1994, Barrika). El mundo aguardaba para postrarse a sus pies.
Jon buscaría progresar y gozaría del apoyo familiar. Abandonó Bizkaia, su Barrika natal, para mudarse primero a Madrid, a la Escuela Nacional Blume, y después obtuvo una beca para acudir a la Universidad de Arizona State, lo que le abriría las puertas para conocer a Tim Mickelson, hermano del prolífico golfista Phil, que guiaría al joven por el complejo mundo.
En Arizona continuó el desarrollo. El abuelo de Jon, Sabin, era el eco de las gestas de su nieto al otro lado del charco. Contactaba con este periódico en busca de un espacio que reflejara los éxitos de Jon. Lo hacía a horas tardías, teniendo en cuenta la diferencia horaria, en domingo, cuando su hijo cerraba con éxito algún torneo que propulsaba su imagen. La familia transmitía así el orgullo por un chico que hacía bien las cosas.
Y así alcanzó Jon las sesenta semanas al frente del ranking mundial amateur, algo sin precedentes. Se llevaría dos trofeos Ben Hogan consecutivos, el galardón más prestigioso del golf universitario. Fue el impulso hacia el profesionalismo. Era 2016. Rahm aterrizaba con un vigésimo tercer puesto en el US Open siendo el mejor amateur.
Su meta, como afirmó en declaraciones a la PGA España, estaba “en lo más alto”. “La manera en que funciona mi mente es así: si no me lo creo seguro que no lo consigo; si me lo planteo puede que lo consiga; si no, seguro que no”, reflexionaba. “Las expectativas creadas a mi alrededor no me presionan”, añadía. Pasó a ser apodado Rahmbo.
El 19 de julio de 2020 llegó un momento histórico: conquistó el Memorial Tournament y se elevó al primer puesto de la clasificación mundial para convertirse en el vigésimo cuarto jugador de la historia en ocupar el número 1, siendo el décimo jugador europeo en lograrlo y el segundo español después de Ballesteros. “Juego al golf por Seve y sueño con emularle y alcanzar todo lo que él ha logrado en el golf. Mi admiración por él será eterna. Haber conseguido esto es algo que me hace mucha ilusión, y ojalá pueda seguir igualando a mi gran ídolo en más cosas”, expresó Rahm, que seguía su escalada.
Otro momento cumbre fue su triunfo en el US Open de 2021. Rahm obtenía su primer major. “Jon tiene todavía mucho golf dentro y vamos a ver muchas cosas buenas, porque la verdad es que es un fuera de serie. Es muy grande lo que ha hecho y estoy seguro de que lo va a seguir haciendo”, valoraba entonces Eduardo Celles para DEIA.
El León de Barrika también ha encontrado motivación en otras figuras con las que comparte césped. “La verdad es que cada golpe de Seve me enseñaba el camino a seguir. Olazabal me ha demostrado que la constancia tiene premio y de Sergio García he aprendido a no tirar la toalla cuando las cosas se quedaban en el aire por un solo golpe, porque al final trabajando él también pudo vestirse con la chaqueta verde del Masters de Augusta”. Vestirse de verde, lógicamente, siempre fue un anhelo.