Jorgenson regresa feliz a casa

Las penurias, el frío y la tempestad se recogieron en la mesilla de noche. El calvario se despejó el último día de la París-Niza, luminoso el final, el sol estupendo, las vistas maravillosas, hipnóticas en la Costa Azul, el refugio de los descapotables que garabatean el asueto por carreteras diseñadas para conducir con un sombrero y gafas de sol.

El escenario de la buena vida, de la alfombra roja de Cannes que mezcla con las playas de cantos rodados, de los yates que sestean en el puerto de Mónaco. La Carrera del Sol en plenitud tras un desafía, una travesía penosa entre tormentas.

Al fin el astro rey acariciando las pieles después de un virulento invierno que acogotó a todos en una cita de desgaste. Una guerra de trincheras, penoso el avance.

A Vingegaard una caída fea el jueves le alejó de la carrera. Abandonó el viernes. A Almeida la tormenta le dejó a la intemperie, arrugado. En ese ecosistema, la carretera pertenecía a Matteo Jorgenson, de amarillo líder. En el podio le acompañaron Florian Lipowitz y Thymen Arensman.

El norteamericano conoce cada palmo del perfil bamboleante que abraza el Mediterráneo desde la lujosa terraza francesa. Jorgenson saludó su triunfo en la general de nuevo. Repitió pose un año después, aunque dejó más poso y sensación de autoridad. De regreso a casa.

“Ha sido una semana muy estresante, llevaba cuatro meses pensando en esta carrera pero mereció la pena. Sabía que me podía quedar solo, pero no podía fallar al equipo después de todo lo que han trabajado por mi. Traté de atrapar a Sheffield, pero se merecía ganar. No me gustó el frío, pero ahora me siento feliz con esta victoria", dijo el campeón tras firmar su segundo triunfo en la cita francesa.

Victoria de Sheffield

Fue el segundo americano en el Paseo de los Ingleses porque la gloria del jornal la paladeó, emocionado, Magnus Sheffield. “Esto es increíble, he quedado segundo muchísimas veces y por fin he ganado. Esta victoria significa muchísimo para mi. En el ciclismo es muy difícil ganar una carrera, pero el equipo y mi familia siempre han creído en mí, incluso en los momentos difíciles”, apuntó Sheffield.

Le brotaron las lágrimas a Sheffield, el recuerdo aún reverberando en su alma, incrustado en el tuétano. El norteamericano cayó junto a Gino Mäder el día que el suizo falleció. A Sheffield le rescató la buena fortuna aquel infausto día de mediados de junio de 2023. La fatalidad le arrancó la vida a Mäder. La gloria y el drama comparten colchón en el ciclismo.

En el cierre de una París-Niza desafiante, el reto para Jorgenson era controlar una jornada que tiende a ser anárquica, caótica y revoltosa. Mads Pedersen arengó la revolución con una fuga estupenda. El danés, en solitario, retó el orden establecido.

Fue la suya una oda al ciclismo. Demostró su fortaleza antes de alistarse a la Milán-San Remo, donde buscará la corona. Jorgenson quería mantener su estatus. Sin apoyo, evaporado el equipo, Jorgenson tenía que cuidarse él mismo.

Sólido Jorgenson

En Col d'Èze, Sheffield se unió a Gall, Vlasov y Pedersen, que respiraban por delante. El líder reaccionó con suficiencia. Se presentó a la cordada formada por Vlasov, Gall y Pedersen y mantuvo a raya a Sheffield, quien lanzó su carta ganadora subiendo las duras rampas del Col des Quatre Chemins, la última cota de la carrera.

Sheffield era como una calada de un cigarrillo de urgencia hacia el cabezal de la costa. Todo prisa y urgencias. Le esperaba el triunfo, que le había sido esquivo. Por detrás, Jorgenson rastreaba el humo que dejaba su compatriota, emocionado en Paseo de los Ingleses. Jorgenson regresa feliz a casa.