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Polideportivo

Jorgenson se entroniza en la París-Niza por el ángulo muerto

El estadounidense conquista la Carrera del Sol tras acompañar la insurrección de Evenepoel, vencedor de la última etapa
Evenepoel, vencedor de la etapa, junto a Jorgenson, ganador final de la París-Niza
Evenepoel, vencedor de la etapa, junto a Jorgenson, ganador final de la París-Niza / París-Niza

Allí, por el ángulo muerto, asomó el campeón de la París-Niza. Matteo Jorgenson, el inesperado, se paseó con una sonrisa amplia, de punta a punta, en el Paseo de los Ingleses después de una noche de nervios. “Para ser honesto, nunca pensé que podía ganar la París-Niza. Hasta este año, nunca pensé que fuera posible. Pero aquí estamos. No podría haber ido mejor hoy y toda la semana. Realmente aún no lo he asimilado”, dijo el campeón, feliz en su hogar tras una noche nerviosa ante la expectativa de la coronación.

El norteamericano, al que nadie esperaba, el que surgió del casting de secundarios, se coronó en la carrera francesa, que aguardaba un pleito a voces entre Evenepoel y Roglic. Gritó el belga y apenas tuvo un hilo de voz el esloveno. Evenepoel, vencedor el último día, no pudo en el mano a mano con Jorgenson, un norteamericano en París-Niza.

Jorgenson festeja su triunfo en la carrera.

Jorgenson festeja su triunfo en la carrera. Billy Ceusters / A. S. O.

Ambos se sacudieron de encima a McNulty, el líder que se quedó helado en la ascensión a Peille en medio de otro día apelmazado por el agua y entumecido por el frío. Su maillot amarillo, desprendido de la percha de los mejores, perdió color. Cerró el podio tras una penosa travesía.

Inmediatamente subió la cotización de Jorgenson, un multiherramienta, siempre atento a las corrientes internas de la carrera. No se extravió en las laberínticas carreteras que se enroscan, seductoras, alrededor de Niza. Las conoce de memoria. Reside en la ciudad francesa.

Entre las curvas que dibujan la Costa Azul, Jorgenson trazó una línea recta. Siguió los destellos de Evenepoel, la estrella que pretendía iluminar una jornada oscura en la que se apagó del todo Roglic, sotto voce en la París-Niza. Jorgenson, de blanco, aspecto novicio, se agarró a la bandera de la rebelión del belga, que comprobó el material del que estaba hecho su rival.

Jorgenson sigue a Evenepoel

No osciló Jorgenson por esos caminos evocadores que se entretienen entre bosques, casas estupendas y el Mediterráneo a modo de postal para sublimar la belleza de una paraje extraordinario. En ese escenario, con fastuosos yates que se mecen y llaman al lujo y el deleite, Jorgenson supo gestionar la ambición de Evenepoel, el más fuerte de la carrera, aunque no el mejor. Se subió el norteamericano al lujoso carruaje del belga y dejó que su ritmo liquidara a McNulty, un líder que sobrevivía en la precariedad desde la víspera.

Disponía de una renta mínima, cuatro segundos con Jorgenson y 35 con Evenepoel. Se le evaporaron las ganancias cuando en la subida Peille, con 6,5 km al 6,9%, el belga realizó el asalto definitivo. A la tercera, la vencida.

El belga, vencedor de la etapa definitiva, con Jorgenson al fondo.

El belga, vencedor de la etapa definitiva, con Jorgenson al fondo. Billy Ceusters / A. S. O.

No contaba Evenepoel con la solidez de Jorgenson, inalterable en su propuesta. Apenas arqueó una ceja. Se posó en la chepa del belga, al igual que los pajarillos que viajan a lomos de un rinoceronte y disponen de unas vistas inmejorables.

Desde esa posición podía ver el trono de Niza. Roglic, lejos aún de su mejor versión, dimitió. A Evenepoel y Jorgenson se les sumó Vlasov. El trío se personó en el Col d’Eze. Jorgenson bonificó. Más colchón.

A la París-Niza de la tempestad le restaba el Col des Quatre-Chemins, donde se resquebrajó el ruso. Lucía el sol. Al fin. Tachonado a Evenepoel en el Paseo de los Ingleses, Jorgenson accedió al trono de la París-Niza por el ángulo muerto.

2024-03-11T15:27:04+01:00
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