Las sociedades laborales forman un modelo en el que los trabajadores participan en el capital y en la gestión de una empresa, y son el futuro, según Josetxo Hernández
donostia – Esta semana se celebra la asamblea general anual de Asle, –la asociación de sociedades laborales y empresas participadas de Euskadi–, y en la misma ya no estará al frente uno de impulsores históricos, Josetxo Hernández Duñabeitia, la persona que fue gerente de la citada asociación empresarial durante casi 40 años hasta su jubilación el pasado ejercicio. Estas vivencias las refleja este guipuzcoano de Zumarraga en un libro recién editado: La memoria del corazón.
¿Qué se quiere reflejar en el libro y qué le ha movido a escribirlo?
–La memoria del corazón es, como dice en su subtítulo, una mirada muy personal e introspectiva a la historia de las sociedades laborales. La idea de escribirlo la tenía en la cabeza hace mucho tiempo para que una parte de la historia que hemos vivido no se quedase en el aire. Y lo he querido hacer desde una perspectiva muy personal y, sobre todo, para agradecer. Es una historia de agradecimientos a mucha gente que ha hecho posible lo que son las sociedades laborales hoy y de agradecimiento a las personas que nos han dado oportunidades, han confiado en nosotros y han creído en este proyecto basado en las personas.
En la obra hace una referencia vital imprescindible a su niñez en su pueblo, Zumarraga. ¿Por qué?
–Las vivencias en el pueblo, el más importante a nivel industrial de Gipuzkoa allá por los años 60 del siglo pasado, han ayudado a forjar mi personalidad. Es una localidad, y toda la comarca del Goierri, que fue el destino de buena parte de la inmigración interior en aquella época. Y es un pueblo donde han convivido bien las diferentes culturas y donde personas que han venido de fuera se han integrado perfectamente en una sociedad que les ha admitido con toda naturalidad. Y esto es un valor del pueblo a destacar que se ha consolidado en el tiempo. Estas vivencias de niño, junto con mi paso de aspirante a fraile de La Salle, el ser profesor en un colegio, y el asumir el liderazgo de la transformación de la empresa Irimo, muy joven, me han influido en ser lo que soy.
Con Irimo empezó la trayectoria de lo que hoy son las sociedades laborales en el País Vasco.
–Irimo, un fabricante de herramientas de mano que entró en crisis con 750 trabajadores, nos obligó a dar un paso al frente para intentar salvar la empresa. Y la única solución era que los trabajadores nos hiciésemos copropietarios de la compañía. Pero entonces no había ninguna figura jurídica empresarial, cooperativas aparte, que contemplara esa posibilidad, máxime viniendo de una sociedad anónima tradicional.
¿Las sociedades laborales surgieron de la necesidad?
–Sí. Sin duda. Las sociedades laborales nacieron por casualidad, que es lo que me dijo Jesús Larrañaga, de Mondragon, hablando de las cooperativas, porque alguien nos comunicó que existía esta posibilidad que pasa por que los trabajadores evolucionen de asalariados a propietarios y ello suponía, y supone, un cambio cultural muy importante que no se produce y asimila de la noche a la mañana. Las sociedades laborales suponen otra cultura empresarial y es verdad que al principio la crisis nos ayudó. Pero también nos ayudó la ignorancia. Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible. Fuimos construyendo un modelo de empresa participada por los trabajadores desde la ignorancia.
¿Los sindicatos apoyaron las sociedades laborales?
–En un principio sí hubo apoyo sindical pero hoy en día no sería posible porque al sindicalismo vasco actual estos modelos no le interesan. Sólo lo ven como una alternativa a la pérdida de empleo, si no queda otra, pero no les interesa un modelo en el que los trabajadores son copropietarios de una empresa en distinta medida.
La empresa participada o la sostenibilidad son conceptos empresariales actuales y de futuro pero este modelo sigue encontrando obstáculos en la sociedad. ¿Cuáles?
–El primero es la mentalidad de las personas. Ni las universidades, ni buena parte de la sociedad entienden este concepto de empresa. Además, el posicionamiento sindical es dubitativo y, a veces, muy reticente con el modelo de empresas participadas. Hay un empresariado muy reticente a ceder parte de la sociedad y a compartir las decisiones. Y además hay dificultades en empresas para promover sistemas de gestión participativos. Por todo ello, este es el gran desafío de los próximos años para que la participación de las personas en las empresas, a todos los niveles, empezando por el capital, sea un hecho normalizado.