Josu tiene 43 años y los últimos 17 ha transportado a cientos de miles de viajeros en diferentes líneas del servicio foral de autobuses y es la primera vez que es víctima de una agresión física. De baja actualmente, considera que, aunque las secuelas físicas no han sido graves, acciones de este tipo deben desterrarse de Bizkaibus y del resto de transporte público.
¿Cómo está físicamente?
—Bien, estoy de baja. Ya se están pasando los efectos de la agresión.
¿Y anímicamente?
—Un poco peor, voy poco a poco.
Una experiencia traumática.
—Más inesperada que traumática porque llevo 17 años de conductor y nunca me ha sucedido algo así.
Y encima en la línea 3115, que no es la suya habitual.
—La suelo hacer los fines de semana que me tocan de turno, normalmente cubro la que sube al campus de la universidad de Leioa
Cuénteme, ¿qué paso?
—Salí de la cabecera de Santurtzi y me dijo cuando subió que iba a Bilbao. Ya vi cómo estaba porque me preguntó que cómo se pagaba.
¿No sabía?
—Bueno, le respondí que con efectivo o con la barik y fue cuando sacó la tarjeta para pagar, aunque al principio no acertó a pasarla por el lector.
Sospechó algo.
—Pensé que podía ser conflictivo pero agresivo, no.
¿Y la ruta fue normal?
—Fue dormido. Se subió algún viajero más en medio que se bajó antes de llegar a la parada final de Abando, sobre las 7.30 de la mañana.
Entonces solo llegaron los dos.
—Sí, vi que seguía y cuando llegamos fui a despertarle con cuidado porque iba como iba, parecía que tenía un poco de todo en el cuerpo.
Fue cuando tuvo un mal despertar.
—Empieza a decirme cosas incoherentes, ni le entendía. Vi cómo estaba y al encontrarnos los dos solos preferí bajar a la calle, que si pasaba algo me vieran los compañeros que estaban dentro de los autobuses aparcados cerca del mío. Le dije que tenía que seguir trabajando, que me bajaba y cuando quisiera, lo hiciera él.
No tardó mucho, ¿no?
—No, salí a la calle y una vez ya fuera del autobús fue cuando también bajó y me soltó un puñetazo en plena cara.
¿E intentó pegarle más veces?
—Sí, sí, tras el primero pero entre que yo iba bien despierto y él iba como iba me zafé de él, esquive sus golpes, y no fue capaz de volver a darme. Pero lo intentó hasta que llegó la Policía Municipal.
¿Quién les llamó?
—Yo. En un principio, quise evitar problemas, me llevé el golpe y ya está, pero al ver que insistía, pensé que podía sacar una navaja, al final llamé al servicio de asistencia nuestro, el SAE, para que quedara constancia y ellos llamaron a la Policía.
¿Y?
—Pues casi no tuve ni que explicarme porque él mismo confesó la agresión. Le llevaron a un coche policial y me quedé dentro del autobús con dos compañeros que vieron todo.
¿No le ayudó nadie?
—Sí, un viajero que estaba esperando, le frenó, porque a mis compañeros y a mí mismo se nos hace difícil intervenir porque, aunque sea en defensa propia, puede suponer problemas para nuestro puesto de trabajo. Con este tipo de personas los conductores nos sentimos indefensos.
Si llega a ocurrir en Santurtzi donde no hay más compañeros...
—Pues no sé qué hubiera pasado.
¿Es esta una línea conflictiva?
—Más que la línea, las horas, las últimas de la noche y las primeras de los fines de semana. Mucha gente va muy pasada.
Estas agresiones no son habituales en Bizkaibus.
—No, pero sí las verbales, que me parecen también graves. Los ataques físicos ocurren en todo el transporte público, menos, pero ocurren.
La obligatoriedad de llevar mascarilla también os acarrea más enfrentamientos.
—Desde luego, es otro factor de riesgo, pero a mí no me gusta ser policía, prefiero evitar los conflictos. En la época dura de la pandemia era llevadero, pero ahora que solo es obligatorio en el transporte público hay mucha gente que no se la pone.
Es afiliado de ELA y miembro del comité de empresa. ¿Pueden eliminarse los ataques verbales y físicos?
–En octubre pedimos a la empresa alguna medida, y hay acta que lo indica, para que no ocurran más.
¿Por ejemplo?
—Hubo una época en la que nos seguía desde Bilbao a Santurtzi una patrulla de la Ertzaintza de noche.
Puede ser una medida a repetir.
—Sí, si fuera de una manera continua porque a veces estaban y otras, no. Pero se puede hacer algo más sencillo como crear un protocolo en el que podamos los conductores, en una situación similar de despertar a un viajero que pueda ser conflictivo, avisar a la Policía Municipal para que ellos lo hagan y evitar agresiones.
Pero siempre va a existir gente indeseable en la sociedad y el transporte público es parte de ella.
—Claro, pero se tienen que implementar medidas desde la Diputación para darnos más seguridad.
Y queda apelar a la responsabilidad de los usuarios.
—Al sentido común, sí, pero como es el menos común de los sentidos...