Cuando el 8 de noviembre cae sábado, Balmaseda recrea el incendio provocado por las tropas francesas durante la Guerra de Independencia que devoró 75 casas del casco histórico en 1808. La angustia vivida desde el domingo, día central de las fiestas de San Severino, ha llevado a que los vecinos se identifiquen con sus antepasados que libraron otra batalla contra las llamas. “La verdad, me he acordado de la representación de la quema. No se me ocurre otro precedente más parecido en cuanto a la gravedad de lo que estamos viendo”, reconocía todavía conmocionada Goikoana Esnal delante del caserío que un amigo suyo había alquilado hacía tiempo para atender ganado.
Pudo proteger en la casa de sus padres ovejas, cabras, ocas, gallinas y conejos que solía bajar a la plaza de San Severino para dotar de mayor realismo las escenificaciones del mercado medieval y también a sus perros antes de que el edificio ardiera “como una tea”, como comparó Juan Antonio Benítez, marido de Goikoana. Permanecen “en shock”. Su amigo “no coge el teléfono a nadie porque esto era su vida”. Mientras su mujer y su hijo vigilaban la putxera de alubias en el centro de la villa, “subió a alimentar a los animales”. A las 10.45 horas, todo se precipitó. El “compañero de cuadrilla” del matrimonio contempló sin poder hacer nada “cómo se quemaba todo y hay que dar gracias de que no se hubieran depositado bolas de heno porque entonces podría haber sido aún peor”.
Esta casa en la zona de Arbiz y Barrios fue una de las tres completamente devastadas por el incendio en Balmaseda. De ellas, solo una servía como vivienda, según confirmaron desde el servicio de Protección Civil de la villa. Otra familia pernoctó el domingo en el hotel San Roque de la villa por precaución y ayer lunes por la mañana pudo entrar en su vivienda tras comprobar que no sufría daños.
Por el contrario, puede que haya que derribar el pequeño caserío actualmente deshabitado enclavado en La Calzada, nada más cruzar las vías del tren a la altura del polideportivo Errotarena detrás de otra casa desalojada, pero prácticamente intacta. Allí se respiraron momentos de tensión a mediodía del domingo y se alertó a los habitantes de cinco viviendas para que corrieran a la calle lo antes posible. Así lo contaba un vecino que intentó apagar el fuego “con una manguera; ¿qué haces con una manguera ante semejante fuerza?”. Se trata de una zona de acceso complicado “con dificultades para que circulen los camiones”. “Prendió un coche” y las llamas casi saltan al edificio principal, donde reposaban “dos depósitos de gasoil que podían haber explotado de no haberlo atajado a tiempo”. Además, “en otra casa hay un taller de ebanistería repleto de cosas de madera...” Y las cosas podrían haber empeorado “si el incendio llega a subir al instituto”.
El cartel de una inmobiliaria anuncia que la tercera de las casas más tocadas está a la venta. Junto a ella trataban de recuperarse del susto Pedro María Santamarina, Jesús Goikoetxea, Francisco Cirión y Jesús Mourin. “Fíjate, ahí arriba aún se aprecian las más de veinte colmenas que se han quemado”, apuntó Jesús, una de las muchas personas que cuida animales y cultiva huerta en ese entorno. Había ido a disfrutar del domingo a Bakio, donde se percató de una nube de humo que no podía imaginar que procediera de su Balmaseda natal. De repente, el teléfono móvil echaba humo con mensajes de WhatsApp y vídeos que retransmitían unas imágenes apocalípticas. Regresaron corriendo, “lo primero, a poner a salvo a los perros en casa de mi consuegra, las ovejas estaban sueltas y no corrieron peligro”. Ayer, mientras intentaban asimilar lo sucedido, “te invaden impotencia y depresión” ante un paisaje desolador. No recordaban nada igual, como mucho, “hace cuarenta años en el funeral de un pariente, cuando el sacerdote nos soltó que nos marcháramos porque había un incendio”.
El mismo aviso que recibieron en el barrio zallarra de La Herrera, donde se desalojaron diez viviendas unifamiliares el domingo por la noche, según informó el alcalde, Juanra Urkijo. Una de ellas, la de Víctor Orrantia. “A las 20.45 horas daba la sensación de que el fuego iba a alcanzar el cementerio y luego cruzó a la otra parte del monte, esto no lo habíamos visto nunca”. Por si acaso, ya se habían preparado para refugiarse en el centro del municipio. “Aquí reside gente mayor, vinieron rápidamente allegados para ayudarles a salir”, ayer lunes por la mañana todos pudieron volver.