Juan Carlos Matellanes llegó a la presidencia de la ABAO en 2004 y desde entonces, está empeñado en convencer a la ciudadanía de que la ópera no es elitista y que desde la asociación lírica no se hace “ópera para minorías”, porque quieren el teatro lleno. Entre los retos que afronta en la actualidad, están conseguir un sexto título para la temporada, recuperar a los socios que se dieron de baja durante la pandemia y captar nuevos socios para ABAO.
Ha descrito esta nueva temporada, que arrancó el pasado sábado 24, como emocionante. ¿Por qué?
—Va a ser emocionante por varios motivos, primero por los títulos que hemos escogido, por la calidad de la programación y por todas las actividades que vamos a hacer. Y también porque es emocionante ver al público volver al teatro, a la ópera, a la cultura; que se vuelva a emocionar. Te puede gustar más o menos los títulos, pero echábamos de menos esa normalidad de poder ir a la ópera, de compatibilizar la cultura con otras actividades lúdicas. Eso que antes veíamos como normal y no le dábamos importancia, después de estos años nos resulta más importante.
Y a Juan Carlos Matellanes ¿qué le emociona en estos momentos?
—Pensar que la ABAO está haciendo una labor importante, que somos una institución de referencia, que tiene un ámbito que por supuestísimo excede Bilbao y Euskadi, un ámbito nacional e internacional. Nos gustaría transmitir esa importancia de ABAO; vamos a seguir haciendo cosas, programando porque es una entidad privada, eficiente, pero es una entidad que merece el apoyo y el reconocimiento de todos porque es algo diferencial, que solamente existe aquí; vemos el panorama lírico nacional y todos son entidades públicas. Te guste o no te guste la ópera, Bilbao y Euskadi necesitan asociaciones e iniciativas como la nuestra, por ello nos tienen que apoyar para que podamos sobrevivir, subsistir y desarrollar nuestro potencial, que es mucho, y que por falta de fondos no dejemos de hacer cosas que son buenas para todos.
¿No se sienten reconocidos?
—Hay un apoyo de tipo emocional del que no nos quejamos, se nos reconoce, nos valoran, nos animan, pero necesitamos fondos suficientes para desarrollar de una forma eficiente nuestra actividad, que está sujeta a todos los controles, desde el principio auditamos las cuentas. Pero la ópera es un espectáculo caro porque intervienen muchas personas, cantantes, coros, toda la parte del backstage... Euskalduna tiene una de las mayores capacidades del Estado, 2.140 localidades. Pero si el coste de un concierto lo distribuyes entre 15.000 asistentes, resulta muy rentable. No es nuestro caso, tenemos aforo limitado.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la ABAO? ¿Ha perdido muchos socios?
—Aproximadamente se habrán dado de baja unos 700 u 800 socios. Ha habido dos factores que han jugado en nuestra contra, el de la edad, personas mayores a las que por prevención o por miedo les ha dado miedo salir y se han dado de baja. Y ha habido también un tema que nos ha afectado bastante, y es el de la incertidumbre. En esta pandemia, ha habido que aplazar funciones, cantantes han anulado su visita a Bilbao, en determinados momentos, el público no se ha podido trasladar desde otros municipios... Ha generado una incertidumbre en el tema de nuestra facturación anticipada. Ahora estamos haciendo una campaña de captación de nuevos socios y de recuperación de los que se han ido con el lema Porque una cosa es ir a la ópera y otra vivirla. Porque la ABAO es mucho más que asistir a una representación.
¿Y el público joven?
—Hay que hacer esfuerzos por captar a los jóvenes, pero su incorporación es un proceso a largo plazo, poco a poco, y hay que hacerlo desde pequeños. No vamos a llenar el teatro con jóvenes, ni ABAO ni ningún teatro del mundo. Tenemos un público objetivo a partir de los 40 o 50 años, al que le gusta disfrutar de la cultura, que tiene más tiempo libre, una cierta tranquilidad económica... No hay que poner barreras de edades, la ópera está abierta a todos los públicos.
Desde que llegó a la presidencia no se cansa de repetir que la ópera no es elitista.
—Tenemos que quitar esa falsa creencia de que es carísima, esta temporada hay abonos desde 289 euros a 934, es decir, el que quiera ir a la ópera puede hacerlo, cuesta lo mismo que tomarse un café al día. Además, no hacemos una ópera para una minoría, nosotros queremos el teatro lleno. Creo que las personas que dicen que es elitista es que no están informadas, les animamos a que se apunten, que nos den sus datos, que accedan a la web, que visiten nuestras oficinas... y ahí verán todas las actividades que hacemos.
Tras 16 años y 30 títulos, el pasado día 24 concluyó el proyecto Tutto Verdi con un gran concierto en Euskalduna.
—La parte operística ha acabado con el concierto que hicimos, que fue magnifico, pero que nos dejó un sabor agridulce. ¿Cómo es posible que un concierto como ése en el que participaban grandes voces de la lírica, dirigido por magníficos directores no haya llenado Euskalduna? Y no ha podido ser por un problema de precios, porque las entradas eran muy asequibles, entre 15 y 80 euros. Pero el proyecto Tutto Verdi no ha terminado, es un programa cultural único en el mundo, del que quedan todavía distintas actividades culturales para cerrar a lo grande. Además, como somos de Bilbao y bien agradecidos, creemos que tenemos que hacer algo para agradecer a todos los que han colaborado con él. Pero que haya acabado Tutto Verdi no significa que no sigamos programando óperas de Verdi. Eso sería absurdo.
Muy pocos creían que lo iban a concluir...
—Es verdad, muy pocos creían en este programa al principio, pero estamos muy contentos, contra viento y marea, con problemas económicos, con pandemia, con reducciones presupuestarias, lo hemos sacado adelante.
¿Qué óperas recomendaría de esta temporada?
—Reconozco que soy incapaz de elegir alguna, todos son títulos muy buenos, conocidos, que valen para el gran aficionado y para el que se quiera iniciar. Es cierto que Anna Bolena, de Donizetti, está teniendo mucha repercusión pero Il Trovatore, de Verdi, I Puritani, de Bellini, Tosca, de Puccini o Cosi Fan tutte, de Mozart, son operones. Es una temporada hecha con mimo, para que el público se anime, para que venga, para que no piense que se va a aburrir, que no van a entender. El que es muy aficionado a la ópera evidentemente no va a ver un título nuevo, probablemente lo habrán visto a lo largo de su vida varias veces, pero como son producciones de nivel, como hay grandes cantantes, van a disfrutarlos.
De momento, se olvidará de uno de sus sueños, un sexto título en la temporada.
—Sí, pero no es un sueño, mira el panorama operístico nacional y los títulos y funciones que tienen. Si antes estábamos a una distancia cortísima del Real y el Liceo, ahora hay un gran distanciamiento. Ellos siguen adelante con más títulos, más funciones y nosotros hemos ido hacia atrás. Una temporada de cinco títulos es una temporada escasa.
¿Cuánto podría suponer un nuevo título? ¿Cuánto cuesta una ópera?
—El coste varía, no todas son iguales, depende de los cantantes, de las producciones, si es nueva, una coproducción... Nosotros barajamos un coste de ópera con cuatro funciones aproximadamente en un millón de euros. De ahí, hay que descontar los ingresos que generan este título, pero no cubren los costes. Ni aquí, ni en ningún teatro. Cuando me dicen que en determinados sitios el precio de las entradas es más barato que aquí, les contesto que la explicación es muy sencilla: el nivel de aportaciones públicas es mucho mayor. Si tuviéramos dos o tres veces más de aportaciones públicas, las entradas costarían un tercio.