Su traslado de la calle Correría a Zabalgana fue bastante traumático al principio. Una década después, en cambio, ya se siente del barrio, y le gusta. "Cuando llego del Casco Viejo, en Zabalgana no hay prácticamente nada, ni centro cívico, ni comercio, ni transporte, ni nada, alguna panadería y uno o dos bares", confiesa Juan Ibarrondo, zabalganatarra de pro, como se confiesa.
Sin embargo, el trauma inicial no fue únicamente por la falta de servicios e infraestructuras. Tuvo mucho que ver la propia configuración del barrio. "No tiene nada que ver el espacio de un distrito pequeño, como el Casco Viejo, pero con mucha vida social y cultural, donde todo el mundo se conoce, con las dimensiones de un barrio como Zabalgana, con grandes distancias entre unos bloques de viviendas y otros, donde nadie se conoce y muy desangelado.
Afortunadamente, ha ido cambiando, para bien, y ahora ya me siento zabalganatarra de pro, zabalganazale, vamos, que estoy a gusto en el barrio", declara orgulloso el escritor, guionista, exlibrero y amante de los oficios en peligro de extinción.