Tanto el solsticio de verano –que tiene lugar el 21 de junio coincidiendo con el día más lago del año– como el solsticio de invierno –que corresponde con el 21 de diciembre por ser el día más corto– han sido, desde la antigüedad, fechas señaladas y con mucha simbología para diferentes culturas. Ambos tienen como elemento común la luz solar y la celebración de rituales en torno al fuego, al agua o la vegetación. Con la cristianización, las festividades se trasladaron a los días 24 de cada uno de los meses, es decir, San Juan Bautista en junio y Navidad en diciembre, pero "los solsticios, ya sean paganos como cristianos, se han caracterizado, desde siempre, por el símbolo de la luz representado por el fuego", precisa Juan Manuel Etxebarria, Doctor en Filología Vasca, miembro del grupo Etniker-Bizkaia de Etnografía de José Miguel de Barandiaran y gran estudioso de los mitos, leyendas y costumbres ancestrales de Euskal Herria, pero sobre todo de la zona de Gorbeialdea. Respecto a las tradiciones relacionadas con los solsticios "el fuego, es decir, la fogata de San Juan, se ha mantenido hasta la actualidad, pero muy simplificada y folclorizada. Las de Navidad prácticamente se han perdido, pero ha existido hasta hace poco la costumbre de esparcir las cenizas del tronco navideño por los campos y huertos ya que eran consideradas como protectoras de las cosechas", apunta.
Cruce de caminos en Zeberio
La mayor parte de esos ancestrales prácticas tenían como principal objetivo "la protección y la purificación" a través de rituales que "eran, en realidad, un acto fe, creencias sin base científica, pero que tranquilizaban y valían a la gente que las realizaba". Así ocurría en Zeberio, localidad natal de Juan Manuel Etxebarria, y donde "la fogata grande de la víspera de San Juan se hacía en el cruce de caminos más cercano al barrio". Para hacer la hoguera, "a principios de junio se cortaban zarzas y malezas que se almacenaban y se dejaban secar, y también se utilizaban utensilios deteriorados o ropa vieja". Antes de encender la fogata en esa mágica noche de la víspera de San Juan, tanto mayores como menores, cogían una gavilla o manojo de trigo desgranado a golpes y, tras prenderla fuego, circundaban todas la huertas cantando una canción: San Juan bagilean / denpora ederrean/ artoak eta gariak gorde / subeak eta sapoak erre / San Juan bezpera gaube. "Era un momento mágico y precioso. Yo lo viví de pequeño y era muy bonito ver, de noche y a oscuras, como brillaban lucecitas en otros barrios de Zeberio y oír de lejos los cánticos que también entonábamos en el nuestro".