Con las lesiones complicadas, solo el paso del tiempo unido a un buen tratamiento permite volver a utilizar la zona afectada. Y con el corazón, en sus dos acepciones, la orgánica y la emocional, también ocurre lo mismo.
Ese proceso es el que permitió ayer a Juan Martínez de Irujo, expelotari profesional que en julio de 2016 reveló que se apartaba del profesionalismo de forma temporal debido a una dolencia cardíaca que terminó por firmar su retirada definitiva en 2017, contar su historia completa casi cinco años después. En el marco de las I Jornadas de Cardiopatías organizada por la Asociación de Cardiopatías de Navarra "Pequeña Guerrera", y visiblemente nervioso, Irujo habló abiertamente de una lesión de la que en el momento del anuncio de su adiós no quiso profundizar.
El de Ibero comenzó a relatar su vivencia remontándose hasta el año 2005, cuando con apenas 24 años le detectaron un problema en el corazón en pruebas rutinarias de la empresa. Sin embargo, la ausencia de síntomas y el por aquel entonces escaso conocimiento del área de las cardiopatías hicieron que continuase con su carrera profesional. "No tenía síntomas y los médicos no le daban mucha importancia, así que pensaba que estaba sano como un roble", explicó el exmanista, que continuó sumando txapelas a su palmarés con su dinámica forma de juego, "forzando la máquina todo lo que se podía y jugando al 120%", siendo ajeno a su dolencia.
Sin embargo, una década después, y en manos de la doctora Idiazabal, saltaron las alarmas. Se puso nombre a su afección: una miocardiopatía hipertrófica. Esta mutación en el músculo cardíaco supone la causa más frecuente de muerte súbita en individuos jóvenes sin otra patología. Ante el varapalo, Irujo "movió Roma con Santiago" para encontrar otra opinión médica diferente que le diese algo de esperanza. Y aunque la mejor de las valoraciones le auguraba hasta dos años más de carrera profesional, todos los doctores coincidían en el grave diagnóstico. Entonces llegó la difícil pero inevitable decisión. "Tienes 35 años y una familia, y tenía claro que no me la quería jugar", razonó. Al de Ibero le vinieron recuerdos de familiares que fallecieron a causa de un infarto, algo a lo que hasta entonces "no le había dado importancia", y junto su mujer y su familia decidió que no volvería a vestirse de blanco, aunque fuese una situación muy dura de afrontar.
"En el momento que me dijeron fue un batacazo, y caí. Pero pensé que más abajo no podía ir, e intenté ser lo más positivo posible", se animó.
La realidad fue más dura de afrontar ante la tesitura de que, al contarlo a un círculo más grande de personas, podía trascender a los medios y ser anunciado por otras fuentes que no fuese él mismo. Por ello, el expelotari se protegió en su familia. "Ya me lo habían diagnosticado, pero no quería hablarlo, quería llevarlo en la intimidad. Y ocultárselo a mis amigos me costaba. En ese momento prefería ser una personal anónima, porque noté su falta de apoyo", desveló un Irujo que mantuvo en secreto su dolencia desde abril hasta julio de 2016, y su gravedad hasta mayo de 2017, cuando finalmente anunció su adiós.
Desde entonces, no puede realizar deportes explosivos pero si "desfogarse" corriendo. Lejos quedan ya los momentos en los que los frontones se llenaban para verle, y las finales en las que usualmente se calaba la txapela. Pero puede continuar haciendo otras cosas que son más importantes. "No puedo jugar a pelota, pero puedo celebrar los cumpleaños de mis hijas", sentenció el de Ibero.