"Cuarenta y dos años desde la primera operación”, echa cuentas Julia Corrales. “Ya quisiera yo llegar”, responde Maite Elorriaga. “Llegarás, que yo he visto casar a mi nieta y no lo pensaba en la vida”, la anima. “Si tú y yo la toalla no la tiramos. La cosa es que no nos la quiten”, replica. La conversación, agarrada Maite del brazo de Julia, hinchado por el linfedema, transcurre en la plaza Moyúa entre sonrisas, como no podía ser de otra manera entre dos viejas amigas, que repasan su historia y la de la Asociación de Cáncer de Mama y Ginecológico de Bizkaia, Acambi, que ambas han presidido, con motivo de su 35 aniversario. “Yo le debo todo a Julia, es mi madrina”, dice Maite. “Fuiste un muy buen fichaje”, le devuelve el halago.
Hace ya 18 años que Julia entró, como voluntaria de Acambi, en la habitación de hospital donde estaba, recién operada, Maite. “Solo recuerdo que le dije que la conocía de haberla visto en los medios”, hace memoria. “El que me hacía las preguntas era tu marido”, asegura Julia. “Fíjate cómo estaría que él tampoco se acuerda de que te hizo preguntas. Estaría igual de pasado que yo o más”, se imagina Maite y se ríe porque este encuentro, a pesar de todo, rezuma positividad. “Luego Julia me fue llamando, qué tal te encuentras, cómo estás, y al año siguiente yo ya estaba en Acambi. Fue maravilloso. Cuando te diagnostican te encuentras hundida, pero en la asociación vi a mujeres con energía, superguapas, y a todas les preguntaba: ¿Y tú cuánto tiempo llevas? Para saber cuánto me quedaba para estar como ellas. Cuando una me decía; Yo, doce años, veía esperanza y, sobre todo, alegría”, explica Maite, que hace seis años tuvo que enfrentarse al cáncer por segunda vez, “pero eso no se cuenta”. Es un decir, porque las dos hablan más que claro. “En la asociación a veces toca llorar, pero no es lo habitual. Hay energía positiva y esperanza y hoy en día, con todos los tratamientos diana, mucha más”.
“ Decir cáncer era tabú, la gente tenía mucho miedo, casi iba rezando el rosario detrás de ti ”
JULIA CORRALES - Presidenta de Acambi entre 1999 y 2002
Cuando a Julia la metieron al quirófano por primera vez, sin explicarle siquiera lo que tenía, las expectativas de vida no eran tan optimistas. Pero ella sí, y aquí está, a sus 84 años, para contarlo. “Me encontré un bulto muy grande, con 42 años, y me quitaron la mama sin ninguna clase de información. Decir cáncer antes era tabú. La gente tenía mucho miedo, casi iba rezando el rosario detrás de ti”, cuenta, medio en broma, medio en serio, para plasmar el temor que causaba. Casi más a otros que a ella, que ha tenido “sus malos momentos y llorado por las noches”, pero lo justo. “Cuando pude, lo primero que hice fue ponerme guapa, pintarme y salir a la calle. He sido una mujer muy valiente, nunca he tirado para atrás”, asegura. Y eso que los tratamientos eran muy duros. “Con la primera mama me dieron la bomba de cobalto. Me asaron igual que los pollos. Tengo como los grandes quemados. Si quieres te enseño cicatrices”, dice, retirándose la camisa y dejando al descubierto su castigada piel. “Me ponían una luz en la axila y se me ponía en carne viva. Lo pasé fatal, peor que con la quimio. Ahora se me ha abierto la herida, al cabo de cuarenta y tantos años”.
Una década después, le extirparon la otra mama. Tiene grabado en su cuerpo el progreso de la ciencia. “El bulto me lo encontré yo. Era muy chiquitín y no me lo habían detectado. Menuda diferencia. Me radiaban y ni me enteraba. Y ahora será todavía mejor. Con la primera me quitaron todo desde el hombro, me dejaron las costillas. Sin embargo, en la otra tengo una cicatriz”. Su ánimo, pese a todo, permanece intacto. “Su mayor valor es la sonrisa. Nunca la he visto triste”, da fe Maite. “Yo lo llevé bien. Mis hijos me han visto desnuda y lo ven como algo normal, pero hay quienes no se pueden ni mirar al espejo. Te tienes que enfrentar a muchísimas cosas”, avisa Julia.
“ En la asociación a veces toca llorar, pero no es lo habitual. Hay energía positiva y esperanza ”
MAITE ELORRIAGA - Presidenta de Acambi entre 2016 y 2022
Precisamente para acompañar a otras mujeres en su proceso y reivindicar sus derechos, Julia entró a formar parte de la entonces denominada Asociación de Mujeres Mastectomizadas de Bizkaia. “Empezamos muy poquitas. Éramos una familia. A mí me vinieron a buscar a casa porque la de la farmacia les habló de mí. Íbamos a Cruces ocho voluntarias. Nos costó mucho entrar al hospital. A los médicos no les gustaba que habláramos del cáncer”. Buena era Julia para darse por vencida. No en vano acabó presidiendo la asociación entre 1999 y 2002. “Dábamos conferencias para prevenir en los pueblos. Un día nos falló el médico y la hice yo. Fue un éxito. Les interesaba más saber cómo lo habíamos pasado que lo técnico”, relata con orgullo. “Yo he tenido que ir a pedir dinero a empresas e instituciones porque no teníamos un duro y todos se portaron bien. Ahora la asociación está hecha, pero ha sido muy duro”, echa la vista atrás.
También Maite, enfermera y presidenta de Acambi desde 2016 hasta el año pasado, contempla el camino recorrido satisfecha. “Cada equipo ha ido dando respuesta a las demandas de cada momento. En la época de Julia salieron a pedir dinero a la calle con las huchas por primera vez, otras buscaron una fisio para cuidar el brazo por el linfedema...”, esboza. “Lo del brazo es tela. Los médicos no te decían qué hacer y se te ponía impresionante”, dice por propia experiencia Julia, que trabajaba como ama de casa y en la limpieza. Las prótesis, el apoyo psicológico, la asesoría jurídica, las actividades físicas, la investigación... “Acambi ha hecho mucha fuerza. Mira lo que hay ahora. Todo lo hemos logrado nosotras haciéndonos oír, protestando por cosas que no nos daban y ahora sí. Todo lo que se avanzó es una maravilla. Si puedes estar mejor, hay que ir a luchar”, se despide solicitando refuerzos.