“Hoy se ha levantado de izquierdas. Enhorabuena”. Las palabras son del portavoz de ERC, Gabriel Rufián, pero son una muestra del escepticismo y la sorpresa que ha generado el enésimo giro de Pedro Sánchez. El presidente español se presentó en el Pleno de Política General del Congreso como el adalid de la lucha contra los poderes económicos con sus impuestos a la banca y las eléctricas, y como el defensor de las clases medias, tras su reciente decisión de rebajar el IVA de la luz al 5%, una medida que hasta hace poco despreciaba por “cosmética”. Además, no hay que estrujarse las meninges para recordar que Sánchez buscaba hace no mucho otros votos e intentaba pactar los presupuestos con Ciudadanos, un partido liberal.
Sánchez se siente seguro porque este nuevo giro sella la paz con Unidas Podemos, y porque ha reactivado la mesa de diálogo con Catalunya. Sabe que tiene un frente abierto con el PNV por negar ahora cuatro transferencias que había prometido en su calendario, y también ha escuchado las críticas de Más País y Compromís por haber aparcado la reforma de la financiación autonómica. Pero Sánchez minimiza su repercusión a sabiendas de que sus socios no lo dejarán caer en el año y medio que queda de legislatura. No obstante, estos giros son la muestra de una forma de hacer en su gobierno, los constantes vaivenes, que desgastan su credibilidad pública y la fiabilidad que tiene para sus aliados con vistas a una futura legislatura. Y cuestionan la solidez de su programa. El propio PNV le pidió una hoja de ruta clara tras la derrota de la izquierda en las elecciones andaluzas.
Estos vaivenes han sido una constante desde que alcanzó La Moncloa con la moción de censura que derribó a Mariano Rajoy, y se pueden contar ejemplos de decisiones que han pasado del negro al blanco también en la política migratoria, el Sahara, el conflicto catalán, la inviolabilidad del rey, la renovación del Consejo General del Poder Judicial, o la decisión de gobernar en coalición con Unidas Podemos. Todo ello, sazonado con frecuentes cambios en los ministerios (han pasado cinco titulares por el de Política Territorial) o en su grupo de asesores, empezando por la marcha de Iván Redondo.
¿NACIÓN DE NACIONES?
Uno de los ejemplos más paradigmáticos lo constituye el modelo de Estado, donde su discurso ha sido una montaña rusa. En septiembre de 2017, cuando aún se encontraba en la oposición, se presentó como el abanderado del Estado plurinacional, y calificó a España como una “nación de naciones”. Dijo que, “al menos”, serían naciones Catalunya, Euskadi y Galicia.
Este discurso lo ha aparcado por completo: la semana pasada el PSOE tumbó las propuestas del PNV, EH Bildu, ERC y BNG que pedían reconocer el carácter plurinacional del Estado. En 2021, la Ponencia del 40º Congreso Federal del PSOE sepultó ese concepto para apostar por un Estado multinivel, las conferencias multilaterales con todas las comunidades en la misma mesa, y la cogobernanza, que ha tenido resultados discutibles en vista de las fricciones con Euskadi, Catalunya y comunidades del PP. Hay quien atribuye este giro a las consecuencias del procés, las tensiones internas que provoca la plurinacionalidad en el PSOE, y a que el PP no aceptaría reformar la Constitución.
Cuando alcanzó La Moncloa tras la moción de censura, Sánchez afrontó un primer conato de diálogo con ERC, que saltó por los aires junto con la legislatura por la figura del relator. Las derechas se manifestaron en Colón. Llegó entonces el debate electoral de 2019, y trató de sacudirse la presión con la promesa de recuperar el delito de convocatoria del referéndum. Y quedó para la hemeroteca el día en que insinuó que su Gobierno controla a la Fiscalía e iba a dar órdenes para detener al expresident Puigdemont. “¿La Fiscalía de quién depende?”, dejó caer.
Tras formar gobierno y pactar nuevamente con ERC, apostó por la política, dio luz verde a los indultos, e insinuó una reforma del delito de sedición para rebajar las penas que no se ha llegado a concretar. En la época previa a la formación de su gobierno en 2019, realizó otras declaraciones que lo perseguirán durante toda su carrera política. Mantuvo un largo pulso con el entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, para evitar que formara parte de su Gobierno, con el argumento de que “no podría dormir tranquilo”. El choque era tal que provocó la repetición de las elecciones. Tras los comicios, terminó aceptando que Iglesias entrara en su Gobierno, y no precisamente en un cargo menor, sino como vicepresidente.
MIGRANTES
En materia migratoria, dedicó los primeros compases de su etapa en Moncloa a marcar la impronta de un gobierno solidario, con decisiones como la retirada de los alambres de espino, las concertinas, en Ceuta y Melilla; y su apuesta personal de ofrecer el puerto de Valencia como refugio al buque Aquarius que transportaba a cientos de migrantes. Pero, poco después, se enredó en un cruce de declaraciones con Bruselas sobre el barco Open Arms, donde deslizó que el Estado no era el puerto más seguro. Finalmente hubo un acuerdo para repartirse la acogida.
Además, Sánchez se ha alineado con la oferta de supuesta autonomía para el Sáhara que ofrece Marruecos, un viraje que se interpreta en el marco de unos intereses más amplios para sellar la paz con la monarquía alauí y garantizar la soberanía española sobre Ceuta y Melilla. En ese contexto, tras la dramática muerte de decenas de migrantes en Melilla, Sánchez, el presidente que se felicitó de retirar las concertinas, ha considerado que Marruecos ha resuelto bien la operación. Después ha tenido que matizar sus palabras con el argumento de que no había visto las imágenes.
Sánchez tampoco ha sido coherente con su apuesta por eliminar la inviolabilidad del rey, un blindaje que no consideraba propio de una democracia consolidada. El PNV registró una propuesta de reforma de la Ley del Poder Judicial, para no tener que enfrascarse en una reforma constitucional que vetaría la derecha, pero aun así el PSOE no la acepta. Sánchez ha encadenado también rectificaciones sobre la reforma del poder judicial: primero evitó que el Consejo General del Poder Judicial realizara nombramientos en funciones para presionar al PP y que entrara a negociar pero, al ver que se le volvía en contra y le impedía renovar el Tribunal Constitucional, ha revertido ese cambio.